“España vive un retroceso brutal en términos de hambre, sobre todo infantil”
José Esquinas, que ha dedicado 30 años de su vida a trabajar en la FAO, la agencia de la Organización de Naciones Unidas para acabar con el hambre en el mundo, cuenta con un interminable currículo de experiencias y trabajo en el ámbito de la preservación de la diversidad de las especies agrícolas para contribuir a erradicar la pandemia mundial del hambre. Pero sobran las palabras sobre su trayectoria cuando se comprueba cómo a este hombre de 68 años, que durante décadas ha conocido la cara más cruda del hambre en decenas de países, se le humedecen los ojos al hablar del incremento de hambre y pobreza que la crisis ha traído a España.
“España está viviendo un retroceso brutal en términos de hambre y sobre todo en malnutrición infantil”, explica mientras señala que se le ponen los pelos de punta al hablar de ello, y recuerda cómo alrededor de nosotros los índices de malnutrición señalan que uno de cada cuatro niños no recibe una alimentación adecuada, según el último informe de Unicef.
“Hay ya niños que rebuscan comida en la basura cerca de los colegios, porque ven que eso lo hacen sus padres”, dice indignado, como ejemplo de una situación que califica como “inaceptable”. Y pone sobre aviso a la sociedad sobre las consecuencias que la malnutrición infantil que estamos padeciendo puede tener. “Esos niños tienen muchas más posibilidades de coger cualquier enfermedad, lo que supondrá un aumento de la mortalidad infantil. Pero además, su desarrollo intelectual y físico puede decrecer profundamente. Un niño malnutrido no va a ser igualmente capaz como lo era hasta ahora, y puede ocurrir que empecemos a tener tallas más bajas”.
“Y hablo de los niños porque además de constituir el futuro, son los más desamparados y los que menos culpa tienen de lo que está pasando”. Niños malnutridos mientras se tira comida a la basura. Esta realidad se vive en España cuando, pese a la crisis, “es el séptimo país en despilfarro de comida”, apunta Esquinas.
“Tiramos a la basura 167 kilos de comida por persona al año. El 30% de la comida que compramos va a la basura. Y de ese total, el 15% va directamente al contenedor sin ni siquiera abrir”. Son las paradojas y los contrastes “indignantes” de una sociedad que acentúa el desequilibrio de la obesidad frente al hambre. “Que esto ocurra es mezquino y despreciable”, sentencia.
¿Qué se puede hacer?
José Esquinas es el Director de la Cátedra de Estudios sobre Hambre y Pobreza de la Universidad de Córdoba. De familia de agricultores y formación como ingeniero agrónomo, Esquinas ha sido presidente del Comité de la FAO sobre Ética en la Alimentación y la Agricultura, puesto en el que trabajó en cuestiones como la biodiversidad agrícola, la justicia distributiva, la contaminación del medio ambiente y la volatilidad de los precios de los alimentos.
Desde la Cátedra que dirige, puesta en marcha entre la Universidad y la Diputación Provincial de Córdoba, ha estado volcado siempre en una labor didáctica y de concienciación sobre el problema del hambre en el mundo. Seminarios internacionales, intercambios con otras universidades y tareas de asesoramiento a gobiernos han sido otras de sus labores. Es el caso de la Junta de Andalucía, para quien hace dos años realizó un trabajo sobre los recursos genéticos y la biodiversidad en la agricultura de esta comunidad autónoma, que culminó con la publicación del Libro Blanco sobre Recursos Genéticos en Andalucía (2012).
¿Qué se puede hacer? Es la pregunta que este experto ingeniero agrónomo se hace sobre la actual situación de malnutrición de niños y responde, tajante: “Me parece acertado lo que algunas comunidades autónomas como Andalucía están haciendo”, en referencia al decreto de la Junta que garantiza tres comidas al día para los menores en riesgo de exclusión social. “El derecho a la alimentación es el principal derecho humano. Por supuesto que hay que dar de comer al que pasa hambre. ¿En qué mundo vivimos si no se hace eso? ¿Cuáles son los valores que tenemos si no hacemos eso? ¡Si ni siquiera estamos siendo generosos, sólo estamos invirtiendo en nuestros niños, en nuestra juventud!” apunta.
Esquinas explica que la malnutrición en la infancia pone en riesgo los derechos y el desarrollo de toda la vida de una persona: su educación, su salud, su nutrición, sus expectativas de trabajo, de ingresos y de desarrollo vital pero, además, la pobreza infantil compromete el desarrollo de todo un país, la calidad de sus trabajadores, los niveles de bienestar social, cultural y material, los sistemas de pensiones o la capacidad económica y productiva.
A su juicio, en estos momentos parece “imprescindible volver a época en las que administraciones públicas proporcionaban los alimentos básicos a los que tienen hambre”. Y hacerlo “por humanidad, pero también para evitar revueltas sociales”, advierte. E igual de imprescindible califica la labor que hoy en día tienen en nuestro país los Bancos de Alimentos, aunque señala que “son insuficientes” para atender a las familias que se ven expuestas a una malnutrición.
Fomentar los huertos urbanos
Junto a ello, Esquinas hace otras propuestas: fomentar la capacidad de producir alimentos entre personas sin recursos. Y en este sentido, alude como ejemplo a los huertos urbanos para facilitar el acceso a los alimentos. “Existen muchas iniciativas de este tipo, y es una manera de que estas personas puedan trabajar y producir sus propios alimentos”, señala. Recuerda que España ha pasado detener el 50% de su población activa dedicada a la agricultura a mediados del siglo XX, a tener en la actualidad menos del 3% de trabajadores en este sector.
Esquinas cree necesario que se vuelva a cultivos cercanos al consumidor, de manera que así también su precio no se eleve a causa de intermediarios. Y en este sentido, recuerda el papel que las administraciones deben jugar. “No hay que olvidar que los alimentos son bienes que no se pueden negar a nadie. La Constitución recoge el derecho a la alimentación. Y no se puede despreciar la vida humana. Todas las demás cosas, incluidas la ciencia, la economía y el mercado deben ser instrumentos, no objetivos, al servicio de la vida humana”.
Por eso habla de la investigación en la agricultura, también en “la agricultura de subsistencia”, que choca con los fines del mercado: “Nadie va a invertir en investigación para dar de comer a quien no lo puede pagar. Por eso debe haber una inversión pública” en este campo.
De toda esta situación de crisis en España, sin embargo, el director de la Cátedra de Estudios sobre Hambre y Pobreza, quiere sacar una lección. “A lo mejor hay un elemento positivo en esta crisis. Utilicemos esta experiencia en España para entender a otros países, para entender lo que ha supuesto la deuda pública que no podían pagar antes en América Latina y los menospreciábamos, o por ejemplo, reflexionemos sobre esto que nos pasa ahora para entender lo que es el hambre en países donde sí mueren personas y emigran en patera porque arriesgan menos la vida así que si se quedan en sus países”.
Nuestro carro de la compra, un arma contra la probreza
El director de la Cátedra de Estudios sobre Hambre y Pobreza es un firme defensor de la concienciación social. “La corresponsabilidad de acabar con el hambre es de todos”. Alude al papel que cada ciudadano puede adoptar en esta tarea: “Nuestro carro de la compra es un arma para combatir la pobreza” dice en alusión a la procedencia y producción de los alimentos que compramos.
“Todos podemos hacer algo para acabar con el hambre. Por pequeños que nos sintamos, nuestra labor es importante”. Y lo resume con una frase muy descriptiva que señala el poder que cada individuo tiene en la acción colectiva: “Quien crea que una persona sola no puede hacer nada contra el hambre, es que no ha dormido en una habitación con un mosquito”.