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El mundo es nuestro

Los mismos a los que el 15M de 2011 pilló por sorpresa, que no participaron en aquel domingo reivindicativo y se lanzaron a censurarlo, critican hoy que la participación en las manifestaciones del quinto aniversario ha bajado. 

Corren un tupido velo sobre el hecho de que los Ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza o Coruña son ya consistorios del cambio y el malestar contra el bipartidismo se ha concretado en una alternativa real de Gobierno.

La confluencia de Podemos+Mareas+En Común ocupó el tercer puesto en las pasadas generales y ahora la suma con IU en Unidos Podemos aumenta las posibilidades de gobernar. 

El 15M no nació con vocación de protesta callejera perpetua sino de cambio efectivo de las políticas, de mejora de la vida ciudadana. Fue asumir la mayoría de edad civil, tanto por una generación que no se sentía representada por el sistema de la Transición, como por sus padres que, creyendo todo hecho, se dejaron embaucar por la falsa bonanza de exposiciones universales, olimpiadas y burbuja inmobiliaria.

Muchos, con el recuerdo fresco del “No a la guerra”, defraudados por un Zapatero claudicante ante la Troika coreamos “No nos representan” y nos proclamamos soberanos y dispuestos a realizarnos.

El valor de esa fecha histórica radica en su vigencia. El 15M sigue vivo y es necesario en un plano internacional. Le precedió el Otro mundo es posible de la brasileña Porto Alegre, le siguieron primaveras árabes cuyas flores han sido trágicamente pisoteadas en todos los países salvo en Túnez, hoy La Nuit Debout mantiene en Francia un pulso a la oficialidad contra la precarización laboral y pérdida de derechos, Syriza en Grecia llegó al Gobierno, si bien ha decepcionado a nacionales y foráneos por su rendición al austericidio y su pacto con Turquía para deportar a los refugiados. Incluso hubo un Occupy Wall Street y el movimiento internacional Anonymous lidera en países como Reino Unido, el que sería movimiento equivalente al 15 M, mucho menos fuerte.

Ganar no se ha ganado todavía. Los derechos educativos, sanitarios, laborales, de apoyo a dependientes y vulnerables por razones económicas, sociales, de edad, discapacidad se siguen perdiendo. La corrupción continúa haciendo sietes al tejido del sistema y la credibilidad institucional sin pasar factura a un PP al que las encuestas dan ganador de las generales.

Muchos españoles que quisieran participar no podrán porque el PSOE aprobó una limitación del voto exterior que el PP mantiene al entender que los universitarios que han tenido que emigrar -como tantos obreros en los 60- a Alemania o Inglaterra, a trabajar como camareros, dependientes o, con suerte, como enfermeros, arquitectos, ingenieros apuntalando el estatus de potencia de esos países, mientras se cronifica nuestra mediocridad, no les iban a votar. 

El individuo coge las riendas políticas

Pero algo clave se ha conseguido. En la era del freelancismo y el “Do it yourself”, cuando la necesidad empuja al emprendimiento, a guisarse uno si quiere comer, a autoeditar discos, libros, a ser autónomo, cuando la ayuda humanitaria a los refugiados que cruzan el Egeo la ofrecen individuos que se auto-erigen en mini ONGs y exitosas iniciativas culturales son tipo “Sofar sounds” (mini-conciertos en salones caseros que se extienden ya a 245 ciudades de los cinco continentes) el individuo coge también las riendas políticas. 

En reacción frente al pisoteador sistema, la marca España se erige en pionera y referente. Hay mucho que cambiar en política interna, qué decir del ámbito global en que EEUU, Rusia, China, Arabia Saudí, UE acuerdan rearmar a Libia y seguir alimentando la fiera de la guerra contra un ISIS que ellos mismos parieron y amamantaron -si es exacto conjugar en pasado-. Pero también en las supuestas potencias a imitar donde la obscena opulencia se concentra en grupos privilegiados, mientras la exclusión y la frustración se extienden adelgazando la clase media al mínimo. 

Un vistazo a Londres es revelador: mientras treintañeros españoles (¡tantos andaluces!), italianos y hasta franceses ultra-preparados dejan sus mejores años sirviendo pintas en pubs, ¡y dando gracias!,  muchos indúes, paquistaníes, bangladesíes, malgaches, porsches y rolls royces ¡muchos dorados! surcan las calles; mujeres cataríes y saudíes ocultas tras férreos niqab gastan fortunas en Harrods sin que ninguna autoridad europea ponga grito alguno en el cielo por el femenino sometimiento, muchachas orientales hacen cola en callejones traseros del Ritz y Hilton, frente a las embajadas de los socios occidentales en Oriente Medio, aguardando que los dueños de los cochazos, maridos, padres e hijos de las compradoras compulsivas se den el capricho.

Si esa meca del éxito financiero es la meta que queremos alcanzar, dejemos el mundo rodar. Si aspiramos a un lujo algo más sofisticado, infinitamente más digno, la libertad propia y colectiva, conquistémosla. Insuflándole alma al lema de una famosa marca, hecha como todo el capitalismo para comprar, vender, hacer dinero: “Just do it!”

Los mismos a los que el 15M de 2011 pilló por sorpresa, que no participaron en aquel domingo reivindicativo y se lanzaron a censurarlo, critican hoy que la participación en las manifestaciones del quinto aniversario ha bajado. 

Corren un tupido velo sobre el hecho de que los Ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza o Coruña son ya consistorios del cambio y el malestar contra el bipartidismo se ha concretado en una alternativa real de Gobierno.