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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Las otras batallas que se libran en Cataluña el 21D

El 21 de diciembre las y los catalanes están llamados a las urnas para elegir un nuevo Parlament del que saldrán un nuevo President, o incluso Presidenta, y un nuevo gobierno. Los incontables sondeos que se han publicado estos días arrojan una cierta continuidad en el equilibrio de fuerzas independentistas y no independentistas, aunque también unos movimientos internos en esos dos bloques que en ninguno de los casos son monolíticos. Pero más allá de la lucha por ganar las elecciones, y la deriva independentista de Cataluña, se libran otras batallas que me gustaría enumerar.

El 21 de diciembre se libra la batalla por el dominio dentro del bloque independentista. Si Junts per Catalunya y Esquerra Republicana no quisieran saber o demostrar quién es el gallo del corral, Puigdemont o Junqueras, habrían acudido como un único bloque a las elecciones, saliendo favorecidos gracias a la Ley D’Ont que rige nuestro sistema electoral. El que una entidad de la “sociedad civil” supuestamente independiente de los partidos políticos como la Asamblea Nacional Catalana dijera ayer que sólo reconocerá a Puigdemont como único presidente legítimo tras las elecciones –aunque después se hayan retractado-, es un buen ejemplo de esta batalla .

También se libra el liderazgo de la derecha, no en Catalunya, donde el PP va a quedar como un partido todavía más residual de lo que ya lo es, sino en el conjunto de España. El PP sabía que podía salir en el parlamento español sin los votos de Cataluña y que alimentar aunque fuera por dejadez el independentismo le daba réditos animando el espíritu españolista de sus votantes. Pero se le ha ido de las manos. García Albiol decía ayer que sería un “descrédito” quedar por detrás de la CUP.

Todos los sondeos apuntan claramente a una espantada del electorado del PP hacia Ciudadanos que no hay que olvidar que ha sido el partido con representación parlamentaria que ha mantenido una línea más dura frente al independentismo. El que esta opción monolítica de España y este tacticismo frentista le estén proporcionando réditos políticos no es una buena noticia para resolver el conflicto catalán que, independientemente del resultado electoral, va a seguir estando ahí el 22D. Hay quien lleva años deseando una ruptura dentro del electorado de derechas en España para que el voto conservador más monolítico que el de izquierda no tenga ventaja electoral en la conversión de votos en escaños. Sin embargo, no contaban posiblemente con esta nueva derecha de envoltorio moderno que ha pescado en caladeros de centro y de izquierda y sobre todo con mucho predicamento en una juventud ya criada en los valores neoliberales y con menor formación política –aunque no en otros aspectos- que las generaciones previas.

Del resultado que obtenga Miquel Iceta el 21D también depende el modelo de PSOE que tendremos en el conjunto de España. Un buen resultado de Iceta refrendaría el liderazgo de Sánchez y lo más importante, las tesis más federalistas dentro del partido socialista. Por el contrario, un mal resultado daría alas a las corrientes más centralistas dentro del partido. Un partido más centralista y menos federal se distinguiría menos del PP. Si a eso sumamos que no se han distinguido mucho cuando han gobernado en algo tan fundamental como la política económica, tendríamos un PSOE con pocas posibilidades de ser una opción real de alternancia política en España, lo cual no deja de ser una buena noticia para la derecha.

Otra lucha o más bien derrota que se libra en Catalunya es el espacio que ocupa el discurso de la izquierda ante el nacionalismo. Los valores de la izquierda siempre han tenido una vocación universal aunque se pusieron en práctica con relativo éxito –y también fracaso a modo de dictaduras en el bloque soviético- tras la Segunda Guerra Mundial en el contexto de los estado-nación. A pesar de eso, el debate identitario nunca ha sido ni puede ser el central de las izquierdas. Si su discurso y su acción política giran en torno a él, están perdidas. Basta ver el pinchazo de los Comunes y de Podemos, que de haber sido la opción política más votada en Cataluña en las dos últimas elecciones al parlamento español, se quedarán tras el 21D con el importante papel de árbitro pero muy lejos de ser los protagonistas en territorio catalán. Pero que también pierden fuelle y mucho, en el conjunto de España. Carolina Bescansa lo ha visto y advertido. Y hay que recordar que aunque ese debate tal y como he dicho también se ha dado en el PSOE, el partido socialista tiene más años, más estructura, más experiencia de gobierno, más políticos profesionales, más callos y más cintura que Podemos y es posible que resista mejor el envite. El capital político del 15M se está perdiendo y eso es una mala noticia para todos los territorios españoles e incluso para Europa.

De hecho, y por último, la lucha que se está dando en Cataluña y que es con diferencia la que más me preocupa, es la del modelo de política y de sociedad que se está imponiendo. Un modelo insolidario y profundamente neoliberal aunque se tiña de revolución popular. No olvidemos que estamos ante revoluciones de territorios ricos y de las clases medias aunque liderados por una élite que normalmente ha perdido espacio frente a otras élites y quiere recuperarlo a toda costa. Y que cuenta además con la participación de grupos sociales desclasados que la crisis económica y su gestión austericida han dejado sin futuro y que la desesperación hace caer con facilidad en propuestas populistas que manejan a la perfección la posverdad.

Está claro que Cataluña no es el único territorio en el que la posverdad se impone a la verdad. Sin duda también ha tenido que ocurrir en España para que el partido de la Gürtel y la Púnica volviera a ganar las elecciones y siga siendo el partido más votado. Pero creo que en el caso del Procés Catalán y el Brexit, este modelo se ha sofisticado llegando a capas de la población muy ilustradas que hasta tendrían acceso a información “premiun” en el caso de que la falta de neutralidad de Internet llegase aquí.

Ya he escrito en más de una ocasión sobre el Brexit y sobre las similitudes entre el Brexit y el Proces, pero creo necesario insistir una vez más sobre algunos asuntos que considero de gran relevancia. Es preocupante la falta de protagonismo en el debate político de asuntos de calado como la desigualdad, la precarización, las privatizaciones, la falta de oportunidades de la ciudadanía…  solo así se explica que ni Inés Arrimadas ni Marta Rovira tuvieran la menor idea sobre la tasa de paro que hay en Cataluña. Solo así se explica que se le haya perdonado todo en aras de llegar a la arcadia de la Cataluña independiente –incluida ERC, las CUP y la ciudadanía que se dice de izquierdas- a la antigua Convergencia de Pujol, Mas o Puigdemont que cuando ha gobernado ha estado a la cabeza en la privatización del modelo sanitario español, impuesto un sistema eso sí muy organizado de corrupción institucionalizada con el 3%, que ha hecho recortes en gasto social que han incidido en el bienestar de los grupos de población con menos recursos y del que no paramos de conocer efectos como ahora con las escuelas infantiles

Cuando se encuentran moleskines de los líderes políticos que muestran lo que algunas personas ya veníamos diciendo sobre el ocultamiento intencionado de los efectos del Procés en el bienestar de la ciudadanía, y aún así la intención de voto no da un vuelco, tenemos que preocuparnos, y mucho. Cuando el partido que más está subiendo en la intención de voto es el que solo tiene un discurso revanchista y carece de un programa que revierta las políticas económicas que llevaron al sufrimiento de muchos grupos de población, especialmente en algunos territorios como el catalán, con la crisis del 2008 y la gestión política que se hizo de la misma, hay que preocuparse. Aunque eso sea, y eso es bueno, a costa en parte de un partido, el PP, que está hundido en la corrupción y que ha gestionado pésimamente la crisis catalana.

Hace unos días comía con una vieja amiga en Barcelona, catalana de la seva, que estaba deprimida ante la situación política que allí se vivía porque tanto ella como su familia habían luchado durante años por una Cataluña plural, tolerante y solidaria que ahora no reconocían. Y me pedía que por favor que no los dejáramos solos. Y claro que no los vamos a dejar solos. Primero porque la mayoría de las personas del resto de España tenemos –como al menos es mi caso- familia, amigos, y por tanto, parte de nuestro corazón en Cataluña. Y segundo, porque las batallas que se están librando en Cataluña trascienden las fronteras catalanas y nos afectan al resto. Ya sea por el contagio que transmite a la política española o porque Cataluña como también ocurre en Gran Bretaña son ensayos de laboratorio de una nueva política, de la consolidación de un nuevo orden social y económico que ya lleva años triunfando. Un diseño político que oculta el debate sobre las desigualdades económicas y sociales, que orilla los verdaderos problemas de las personas y que se está extendiendo por doquier. Sin duda el mejor regalo de navidad –y el resto del año- para las oligarquías políticas y económicas.

El 21 de diciembre las y los catalanes están llamados a las urnas para elegir un nuevo Parlament del que saldrán un nuevo President, o incluso Presidenta, y un nuevo gobierno. Los incontables sondeos que se han publicado estos días arrojan una cierta continuidad en el equilibrio de fuerzas independentistas y no independentistas, aunque también unos movimientos internos en esos dos bloques que en ninguno de los casos son monolíticos. Pero más allá de la lucha por ganar las elecciones, y la deriva independentista de Cataluña, se libran otras batallas que me gustaría enumerar.

El 21 de diciembre se libra la batalla por el dominio dentro del bloque independentista. Si Junts per Catalunya y Esquerra Republicana no quisieran saber o demostrar quién es el gallo del corral, Puigdemont o Junqueras, habrían acudido como un único bloque a las elecciones, saliendo favorecidos gracias a la Ley D’Ont que rige nuestro sistema electoral. El que una entidad de la “sociedad civil” supuestamente independiente de los partidos políticos como la Asamblea Nacional Catalana dijera ayer que sólo reconocerá a Puigdemont como único presidente legítimo tras las elecciones –aunque después se hayan retractado-, es un buen ejemplo de esta batalla .