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Branding the left

25 de septiembre de 2022 20:11 h

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Hay una canción de Bob Dylan que habla de los nombres de los animales. Dice que el hombre le puso nombre a todos los animales, desde el principio, desde el principio. Desde entonces, sus nombres no han cambiado, son reconocibles. Un león sigue siendo un león, la sagaz serpiente, lo mismo, y una oveja es una oveja, aún teniendo en cuenta lo de Babel. El ser humano sabe por experiencia que no es conveniente confundirse con los nombres de los animales, siquiera sea para dar el aviso de salir corriendo, le va la supervivencia.

Las culturas del poder, sean políticas o religiosas, saben mucho de esto. Lo de USA empezó con una broma de reclutas y hoy ya ven. En Roma, SPQR era otro acrónimo que aún hoy perdura que te advierte que el poder de Roma está siempre presente; atravesó la república, imperios y postimperios. Los niños que no sabían latín, al menos en mi ciudad, lo traducían cuando lo procesionaban en los estandartes de Semana Santa como “San Pedro quiere rosquillas”. Nada extraño porque el sursum corda, otros muchos no tan niños, lo traducen como tira de la cuerda. Se olvidó el latín pero no el signo del poder.

En otro orden, INRI, que ha pasado hasta nuestro diccionario, identificaba inmediatamente el poder de Cristo. Roma duró muchísimo, diría que perdura aún, sostengo con algún que otro historiador. Del cristianismo para qué hablar. La empresa del INRI, para más inri, después de mil cismas, herejías, quemados, cambio de papas y catecismo, dura hasta nuestros días. De sus logos, la cruz y el pez, se puede decir que son las marcas más duraderas del próximo Occidente. La primera, a las claras; la segunda, para los secretos. Dos mil años y pico.

El pueblo lo hace más baratito y con resultado permanente, un poner, cuando le puso rebujito a un fino con gaseosa –no mejorable en inglés–. Una pena porque un toque de inglés aumenta la facturación aunque no aporta nada

Los namers, los que ponen los nombres, son unos profesionales muy de moda. Antes solo gozaban de reputación los aficionados que mejor ponían los motes. Si corres que vuelas, te ponen AVE; si vas de barato, te añaden una ele y una ce de low cost y eres AVLO, si te van a atender un poco más humanamente, entonces, Atendo. El colmo de la originalidad ha llegado a los trenes con IRYO. Sí, eso, ir usted en apache. Los expertos no han explicado por qué Renfe y Repsol resisten ni por qué el pueblo lo hace más baratito y con resultado permanente, un poner, cuando le puso rebujito a un fino con gaseosa –no mejorable en inglés–. Una pena porque un toque de inglés aumenta la facturación aunque no aporta nada; qué susto se pegaría George Orwell con la lengua inglesa, lo rememoro mientras me avío con mi outfitting de ir a la plaza –que le dicen market– a hacer los mandaos.

Leo que desde Unidas Podemos se aprestan a cambiar de siglas para los próximos comicios. Independientemente de que es costumbre inveterada en la izquierda lo de convergencias, divergencias, convocatorias, plataformas, frentes, bloques, fulanismos varios y colores pintos (más si se purgan o barruntan fracasos o avistan escisiones), no deja de ser sorprendente. 

Espero que acierten y les salga bien pero no sé qué les pasa después de haber conseguido algo inédito en la izquierda, a saber, gobernar y hacerlo bien en unas circunstancias muy complicadas, con la oposición de la derecha más integrista, la izquierda más acomodada, la derecha mediática y sus mandantes económicos y la derecha judicial. Y venciendo incluso parte de sus propios infantilismos. No, no es fácil al salir de clase llegarse a La Moncloa.

En la última experiencia electoral en Andalucía la izquierda, con fotos a lo 'Novecento' de Feria de mayo y a lo Marisol en 'Paso firme', cambió tanto de nombre que muchos no encontraron lo que querían

Como la izquierda es abierta y pide conversación, me atrevo a proponer Más Unidas Podemos Sumar. Si ponen ustedes un nombre, el que prefieran, debajo de cada uno de los sumandos del nombre propuesto verán que salen restandos. Y algo más, con una sola excepción, todos están en el Gobierno, primera experiencia de un gobierno de coalición progresista, y haciéndolo bien, de lo que presumen con razón. Y, ¿entonces?

Hasta los ateos sabemos identificar una cruz e incluso una rosa. Han sido siglos de insistencia, así se consolida una marca. En la última experiencia electoral en Andalucía la izquierda, con fotos a lo Novecento de Feria de mayo y a lo Marisol en Paso firmecambió tanto de nombre que muchos no encontraron lo que querían; hasta el cacao maravillao, que no existe pero fue objeto de un buen branding, es más conocido y buscado en los supermercados electorales.

Buscar las siglas perdidas en un colegio electoral no es solo una experiencia de arqueología política apasionante, si van ustedes al Parlamento de Andalucía, un poner, o dan un paseo buscando una sede, a ver quién es la guapa, sin guía, que encuentra el despacho de a los que votó.

Hay una canción de Bob Dylan que habla de los nombres de los animales. Dice que el hombre le puso nombre a todos los animales, desde el principio, desde el principio. Desde entonces, sus nombres no han cambiado, son reconocibles. Un león sigue siendo un león, la sagaz serpiente, lo mismo, y una oveja es una oveja, aún teniendo en cuenta lo de Babel. El ser humano sabe por experiencia que no es conveniente confundirse con los nombres de los animales, siquiera sea para dar el aviso de salir corriendo, le va la supervivencia.

Las culturas del poder, sean políticas o religiosas, saben mucho de esto. Lo de USA empezó con una broma de reclutas y hoy ya ven. En Roma, SPQR era otro acrónimo que aún hoy perdura que te advierte que el poder de Roma está siempre presente; atravesó la república, imperios y postimperios. Los niños que no sabían latín, al menos en mi ciudad, lo traducían cuando lo procesionaban en los estandartes de Semana Santa como “San Pedro quiere rosquillas”. Nada extraño porque el sursum corda, otros muchos no tan niños, lo traducen como tira de la cuerda. Se olvidó el latín pero no el signo del poder.