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El dilema de Susana
Más presupuestos y mejor financiación. Han sido las dos banderas que Susana Díaz ha enarbolado durante el último año, y que le han servido para apuntalar su relato político tras su dolorosa derrota en las primarias frente a Pedro Sánchez. Ahora, a apenas unos meses de las elecciones autonómicas (en marzo, si no se adelantan), el Gobierno andaluz se encuentra en el trance de asumir que no tendrá ni una cosa ni la otra. Ni un nuevo presupuesto con más inversiones, ni reforma de la financiación autonómica. Y no podrá echar la culpa a Mariano Rajoy, porque quien lo ha decidido es el nuevo “gobierno amigo”.
La decisión del presidente y, sobre todo, lo imprevisto del anuncio, ha cogido con el pie cambiado al Gobierno andaluz y ha situado en una situación muy incómoda a la nueva ministra de Hacienda. Aunque en privado se admitían las dificultades de aprobar un nuevo modelo de financiación, con el conflicto de Cataluña abierto y varias elecciones en el horizonte (andaluzas en marzo, autonómicas, municipales y europeas en mayo), pocos esperaban un giro tan rápido de los acontecimientos.
El nuevo escenario ha estrechado el margen de maniobra de la presidenta andaluza y la enfrenta a un complejo dilema. ¿Qué debe hacer ahora? ¿Cuál debe ser la estrategia en estos meses de sprint final antes de las elecciones? ¿Mantener intacta su reivindicación, oponerse frontalmente al Gobierno? No faltarán quienes la acusen de actuar por revanchismo. De querer reventar el recién estrenado mandato de Pedro Sánchez, que ha despertado una inesperada ilusión en buena parte de la ciudadanía y que ha disparado al PSOE en las encuestas.
Poniendo el parche antes que la herida, esta semana desde el Gobierno andaluz se insistía en que la reclamación de un nuevo modelo de financiación no es una posición sólo de la Junta o el PSOE andaluz, sino un acuerdo casi unánime del Parlamento autonómico (sólo Ciudadanos se quedó fuera). Y una reivindicación que apoyan otros muchos territorios, como Valencia, Galicia o Castilla y León. En cualquier caso, las espadas todavía no están en alto, a la espera de la reunión entre Díaz y Sánchez en los próximos días.
La otra alternativa, tragarse el sapo y renunciar a la financiación, proyectaría una imagen de debilidad de la que siempre ha huido el PSOE andaluz y que resulta simplemente inasumible para una personalidad política como la de Susana Díaz. La oposición, y en particular el Partido Popular, que nunca apostó de verdad por la reforma de la financiación, se han encontrado sin buscarlas dos buenas cartas en su mano: una contra Pedro Sánchez por su “traición” a Andalucía y por querer plegarse a las exigencias del independentismo catalán. Y otra, contra la presidenta andaluza por no saber impedirlo.
Entre la sumisión y la guerra abierta, entre el blanco y el negro, existe una tercera vía, la de abrir una negociación con el Gobierno e intentar conseguir alguna victoria económica vendible ante la opinión pública de aquí a marzo. Esta opción templada, sobre el papel la menos perjudicial para todos, viene lastrada por tres desventajas: un resultado incierto, poco tiempo para lograr resultados, y estar pintada con el gris de los matices, un color muy poco atractivo para este último tramo antes de los comicios. Quedaría, eso sí, una cuarta opción: el adelanto electoral.
Más presupuestos y mejor financiación. Han sido las dos banderas que Susana Díaz ha enarbolado durante el último año, y que le han servido para apuntalar su relato político tras su dolorosa derrota en las primarias frente a Pedro Sánchez. Ahora, a apenas unos meses de las elecciones autonómicas (en marzo, si no se adelantan), el Gobierno andaluz se encuentra en el trance de asumir que no tendrá ni una cosa ni la otra. Ni un nuevo presupuesto con más inversiones, ni reforma de la financiación autonómica. Y no podrá echar la culpa a Mariano Rajoy, porque quien lo ha decidido es el nuevo “gobierno amigo”.
La decisión del presidente y, sobre todo, lo imprevisto del anuncio, ha cogido con el pie cambiado al Gobierno andaluz y ha situado en una situación muy incómoda a la nueva ministra de Hacienda. Aunque en privado se admitían las dificultades de aprobar un nuevo modelo de financiación, con el conflicto de Cataluña abierto y varias elecciones en el horizonte (andaluzas en marzo, autonómicas, municipales y europeas en mayo), pocos esperaban un giro tan rápido de los acontecimientos.