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Gatopardo, propaganda y turrón del duro

El repertorio cansino de reproches mutuos, mentiras a medias, cantos gregorianos y cachondíbiris variados tiene todas las hechuras de convertirse en algo enfermizo y voraz. Reparten consignas a la puerta del olvido, frente por frente del belén oficial. Habrá que cuidarse del doble lenguaje y de las malas artes, afear la conducta de trincópatas y lacayos y tirar por la calle de la ironía.

Consignas por todas partes, consignas disfrazadas de planes ocultos, consignas envueltas en papel de celofán, yo que tú no probaría el turrón del duro que se asoma por un costado de la cesta que te espera a las puertas de las fiestas de guardar. Ya están aquí las Entrañables, reinas absolutas de la propaganda.

El gafotas con pinta de empollón que el otro día dio la enhorabuena al primo de Satanás, con ese triple sentido que sólo gastan los ladrones de espíritus, seguramente cumplía órdenes, seguía consignas o ejercía de aprendiz de canalla. Hoy se estila meter la pata adrede, introducir la gamba a conciencia, prevaricar con el corazón de neón, practicar el arte de arrastrarse, agarrarse a la pesca de arrastre.

Periodismo o pura propaganda. Ahora tejen unas cuantas metáforas hermosas para abrigarnos de palabras frías y huecas, pero suena más bonita la melodía cruda y huérfana de verbos traicioneros, dominó desparramado de aviesas intenciones.

Gatopardo aguarda con ilusión la llegada de los monarcas del consumismo para ir a “descambiar” el susodicho par de calcetines a cuadros. Gatopardo se pega un tiro en la pierna y decide cambiar el paso. ¿Cómo era? Cambiar las cosas para que nada cambie. ¡Eso! Quitarte tú pa' ponerme yo, piensa el malpensado. Miedo a Podemos. Miedo al terror y al futuro por venir, mitad “hasta aquí hemos llegado”, mitad “come on everybody”.

En este rincón del mundo mola mazo machacar al contrario a las primeras de cambio. El adversario del adversario no recuerda que un día todos fuimos amigos, en buena hora. Esto es, nos conocemos como si nos hubiéramos parido, aunque ahora caminemos solitos por la calle con la cabellera del enemigo íntimo en la mano.

“Usted aún no ha visto a la gente desesperada echando cojones”

Es lo que ha traído el miedo al revulsivo que representan los presuntos locatis del 15-M: la huida hacia delante de mequetrefes y mangantes, el periodismo militante salvaje y pobretón, una manita de netol y lo que te rondaré, morena. Hoy producen sonrojo algunos noticieros abandonados a la suerte, al boleto premiado de la gran coalición antinuclear pepé pesoe. Tanto descaro, tamaña escasez de escrúpulos alimenta, no obstante, inesperadas esperanzas.

Por así decirlo, claro, que aquí sopla el tiempo caprichoso y nada hay seguro, ni siquiera un juez justo o un sol caliente, y ríase la gente. Lo que no tiene gracia es la ley de inseguridad paulatina, la mordaza, y los etcéteras apilados junto a la leña dispuesta a arder. El pirómano se ofrece a apagar el fuego de mañana, el club de sinvergüenzas reunidos denuncia a la gente honrada por si acaso, menuda campaña de difamación a diestro y siniestro, y el mundo gira. Gira el mundo.

Este tiempo sectario y excluyente que invita al cambio y que tanto canguelo registra en las filas del Susto Bumerán, también concede la la oportunidad, pintiparada, de largarse al otro lado, donde todo es más divertido y barato, y/o ponerse del lado de Podemos o algo. Como canta Dylan en Ballad of a thin man, algo está ocurriendo y usted no se ha enterado, mister Jones, lo que traducido resulta: usted aún no ha visto a la gente desesperada echando cojones.

Ni que decir tiene que todo lo expresado, incluso lo callado, puede volverse en contra, teñirse de azul marino o volar por los aires como un rumor de libertad. En hora buena.

El repertorio cansino de reproches mutuos, mentiras a medias, cantos gregorianos y cachondíbiris variados tiene todas las hechuras de convertirse en algo enfermizo y voraz. Reparten consignas a la puerta del olvido, frente por frente del belén oficial. Habrá que cuidarse del doble lenguaje y de las malas artes, afear la conducta de trincópatas y lacayos y tirar por la calle de la ironía.

Consignas por todas partes, consignas disfrazadas de planes ocultos, consignas envueltas en papel de celofán, yo que tú no probaría el turrón del duro que se asoma por un costado de la cesta que te espera a las puertas de las fiestas de guardar. Ya están aquí las Entrañables, reinas absolutas de la propaganda.