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Lo malo no es que tengan Twitter, lo malo es que ven la tele

En medio de los calurosos días de agosto y desde la luminosa como pocas ciudad de Cádiz, su alcaldesa y diputada del Partido Popular, doña Teófila Martínez, nos amenizaba el verano con unas declaraciones, que bien podían haber sido un gag tipo empanadilla de Móstoles, en las que se mostraba perpleja porque gente que pide para comer en su Consistorio tuviera cuentas de Twitter, que costaban dinero según esta muchacha. Risas.

¿Risas? Aparte de la metedura de pata, que sirvió para que la red social mencionada estallara en chistes sobre el Twitter de pago de Martínez, las declaraciones olían, en mi opinión, a algo mucho más grave: la preocupación de esta señora porque la gente con pocos recursos pueda opinar libremente. Y eso no me hace ninguna gracia. Pero ninguna.

Quizás la chiquilla se crea eso de que las redes sociales son el medio más rápido y eficiente para la propagación de información basándose, por ejemplo, en resultados teóricos en grafos como, por ejemplo, la paradoja de la amistad. Va a ser eso.

Un grafo, para los que no estén familiarizados con el término y en tono informal, es la representación de un conjunto de objetos (o individuos) como puntos y la relación entre ellos, que se representan gráficamente con una línea uniendo a esos puntos. A los puntos se les suele llamar vértices y a las líneas que unen a los vértices las llamamos aristas.

Si pensamos en Facebook, por ejemplo, los vértices representan a las personas y dibujamos una arista entre 2 personas si son amigos en la red.

Twitter también se puede representar con un grafo, pero en los que las aristas tienen además una flechita que indica la dirección de amistad, porque yo puedo seguir a un usuario que no me sigue. A estos grafos con direcciones en las aristas se les llama grafos dirigidos o digrafos.

Pues bien, existe un resultado en Teoría de Grafos, conocido como la paradoja de la amistad, que asegura que, en general, tus amigos (o seguidores) en una red social tienen más amigos que tú, contradiciendo las frase aquella de los amigos de mis amigos son mis amigos. Lo sé, parece imposible, pero de ahí lo de llamarle paradoja...

Este hecho se aprovecha con fines importantes para la sociedad como, por ejemplo, en campañas de vacunación en presencia de pandemia, con el fin de expandir al máximo el control de la enfermedad en la población. Para que las vacunas lleguen pronto muy lejos, se podría decir.

Volviendo a Teófila, lo que le parece preocuparle a esta cántabra (porque no es gaditana, al menos, no de nacimiento) es que lo que llegue pronto y muy lejos sean las denuncias de ciudadanos tan anónimos que no tienen ni pa comer o las opiniones políticas de estos. Posiblemente la alcaldesa entienda que las redes sociales son para que su colega Fátima Báñez (esta sí es andaluza, ves) nos cuente, en medio de la tormenta de un rescate de 100.000 millones de euros, la puntuación que ella o su hijo han obtenido en un jueguecito. Más risas.

El hecho es que, en mi opinión, las redes sociales no tienen tanta potencia de transmisión de información como se les supone, por mucho que queramos mencionar la primavera árabe en la que, por cierto, dicho sea de paso, están floreciendo más muertos que flores.

Las redes sociales, en general, y Twitter en particular, funcionan con un sistema declústers (grupos) en el que la información difícilmente sale da ahí. Los usuarios de la red, en general, acabamos siguiendo a gente con los mismos intereses y el mismo signo político que nosotros y, por lo tanto, la información que se mueve dentro de nuestro clúster es poco representativa de la opinión general, y menos aún de lo que se cuece en la calle. Yo siempre hago el mismo chiste (soy muy pesá) de que no digo en la panadería de mi pueblo que soy bloguera porque temo que me digan algo así como “siempre has tenido cara de fresca”. No, en la calle no se habla de lo que se habla en tu clúster.

Para tratar de llegar a todos los rincones, para saltar a otros clústers, se necesita usar a conectores, por ejemplo, usuarios con muchos seguidores en nuestro grupo que puedan conectar con otros. Mi colega Alberto Márquez lo explica muy bien en esta entrada relacionada con un experimento que realizamos en la universidad de Sevilla para conseguir, con Twitter, hacer llegar lo más lejos posible la protesta de la comunidad universitaria ante las medidas del Gobierno que incidirían en un detrimento de la universidad pública.

Así que, señora Teófila, no se preocupe porque los pobres tengamos Twitter. Lo preocupante es, como dice el título de este artículo, que vean la televisión. Lo preocupante y obsceno es que la mayoría de los españoles estén más pendientes de las cuitas de unos personajes de pacotilla, soeces hasta el vómito, que de las toneladas de basura que están saliendo desde las entrañas de su partido. Lo preocupante y dramático es que haya niños jugando en sus casas con la banda sonora de programas como Sálvame. ¿Qué pueden hacer sus maestros para inculcarles respeto y tolerancia si sus familias adoran a esos personajes? Lo preocupante y dantesco es que, posiblemente, encuentre a alguien en alguna plaza de su amada España que piense que Siria es una concursante de algún reality. Lo preocupante y amenazante, señora alcaldesa, es leer que el señor Lara quiera que La Sexta (la única cadena que cuestiona al Gobierno de su partido) sea «una televisión de centroizquierda, seria y respetuosa con la derecha» ya que «no lo es todavía». Supongo que don José Manuel confía más en grandes profesionales, como él llama a Marhuenda.

Porque, desgraciadamente, los resultados de las elecciones no los decidimos los que tenemos Twitter, no los deciden los que son de derechas o de izquierdas, sino los que no tienen claro su signo político pero sí tienen encendida la televisión.

En medio de los calurosos días de agosto y desde la luminosa como pocas ciudad de Cádiz, su alcaldesa y diputada del Partido Popular, doña Teófila Martínez, nos amenizaba el verano con unas declaraciones, que bien podían haber sido un gag tipo empanadilla de Móstoles, en las que se mostraba perpleja porque gente que pide para comer en su Consistorio tuviera cuentas de Twitter, que costaban dinero según esta muchacha. Risas.

¿Risas? Aparte de la metedura de pata, que sirvió para que la red social mencionada estallara en chistes sobre el Twitter de pago de Martínez, las declaraciones olían, en mi opinión, a algo mucho más grave: la preocupación de esta señora porque la gente con pocos recursos pueda opinar libremente. Y eso no me hace ninguna gracia. Pero ninguna.