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10 modas absurdas que reventaron nuestra juventud
“Que sí, niño, que esto se lleva ahora”, bramaba tu abuela intentando convencerte de que el conjuntito que tenías delante te lo había comprado por actual y no porque estuviera rebajado sobre la rebaja. Tú, que tenías 13 años y ya te empezabas a preocupar por cómo ir vestido, le decías que tururú.
Con nuestra abuela es muy fácil quejarse, siempre lo ha sido. Si te pone un filete de pez espada frío te falta tiempo para echárselo para atrás; pero si estás en un japonés, es que el sushi es así. En fin.
Volviendo a la moda, es difícil mantener la cabeza fría. El entorno presiona y determinadas microtendencias, que bien implantadas, pueden parecer correctas. A continuación, repasaremos algunas de las mamarrachadas que hemos hecho vistiendo para “ir a la moda”. Así, cuando llegue la siguiente, podremos mandarla, sin remordimiento, a la venta.
¿El Ying y el Yang? No, el mundo se dividía entre LEM y Garibaldi
Eran unas chaquetas para motos que debías tener aunque no tuvieras moto. Eso ya, si eso. Después de semanas preguntando, no sé si el LEM o el Garibaldi era más cani. En mi opinión lo era el LEM, porque era más barato, pero como yo tenía uno, me esfuerzo en autoengañarme. Daban calor en verano y no abrigaban en invierno.
Botas Asolo
En Sevilla, donde no nieva desde 1919, a los chavales les dio por llevar unas botas de plástico duro para la nieve todos los días. Me imagino al primer distribuidor que las pidió a la fábrica: “Oye, sí, que estamos a 70 grados a la sombra, pero que yo creo que esto se pone de moda, manda un palé”.
Botas Bestard petadas
A los chavales nos dio por comprarnos estas botas de montañismo para la ciudad (¿?) y encima rellenarle la lengüeta con seiscientos pares de calcetines para darles volumen. A no ser que pasaras porros y los quisieras esconder, no tiene ninguna explicación más que la imitación: a uno le dio el tabardillo, y los demás fuimos por el carril.
CONFESIÓN: En mi habitual despiste, para ser aceptado socialmente, le pedí a mi madre unas Bestard. El caso es que en la tienda (Deportes Z, no lo olvidaré) las vi raras, pero pensé que era por no llevar calcetines dentro. Mi madre, como eran más baratas de lo que le había dicho, las compró rápido. Al llegar el día siguiente me di cuenta de que eran otro modelo de Bestard y estas no se podían “petar”. Por aquello me tuve que hacer heavy. Un lío.
77 polos puestos a la vez
Esto era microtendencia pija. A mí me dio de refilón porque entre cani, heavy y pijo pasé por muchas etapas. El caso era ir con tres o incluso cuatro polos puestos a la vez y con los cuellos para arriba. Tenía mucho sentido en una tierra como Andalucía en la que apenas hace calor y no se suda. Yo creo que la moda esa acabó cuando un repetidor de mi clase le dijo a una pijilla que llevaba seis polos puestos encima: “Niña, ¿en tu casa no hay perchas?”. Juego, set y partido.
Mosquetón para las llaves
Sí, el montañismo marcó nuestro estilismo adolescente. Además de las botas, a muchos nos dio por llevar un mosquetón colgado de la tablilla del vaquero con las llaves dentro. Los niños pijos lo llevaban de aluminio y de colores. Yo tuve la mala suerte de que mi padre hacía espeleología desde hacía un viaje de años y me regaló uno de verdad, que era hierro y que si no llega a pasar la moda pronto me desvía la columna de lo que pesaba.
Abrigos de grasa de caballo
En Guantánamo está prohibido en los interrogatorios hacerle oler a los presos un abrigo de esos. Suponen otra paradoja extrema: con lo que le gusta gastarse pasta a un pijo en colonia, encima se ponían el abrigo ese que olía a cuadra que mareaba.
Abrirse los vaqueros abajo
Sí, la pesadilla de las abuelas: abrirte los vaqueros por abajo en uno de los lados. Era sencillo si tenías dobladillo porque era tirar fuerte y romperlo, pero no tenía mucho sentido. Si te miraban por un lado parecían unos pantalones de campana, y si te veían por dentro,era como tener un perro que lo mordía todo.
Calentadores
Esto era solo para ellas, y aunque ahora parezca patrimonio cani, en mi época estuvo extendido sin importar estrato social. Se trataba de ponerse unos calentadores de lana en los tobillos llevando medias y falda supermonas. También se implantó la variable de una especie de calcetín negro largo hasta la mitad del muslo.
Pelo de la nuca levantado con secador
Sí, otro desafío a la lógica. El peinado oficial era engominarte el pelo de punta y, al final, darte un golpe de secador en la nuca para levantártelo “como el shavi der barsa”. Cualquiera sabe.
Y la camiseta del Borussia de Dortmund
Imposible descifrar el origen de esta moda, pero no había cani que no tuviera una camiseta del conjunto alemán. Que se supiera algún jugador, o si el equipo era de Borussia o de Dortmund, ya era otra cosa. Muchas veces he pensado en el departamento de marketing del Borussia de aquella época reuniéndose para estudiar por qué tenían tantos fans en Andalucía.
En defintiva, yo sacaría tres conclusiones:
Primera: El jamón no pasa de moda, gustaba entonces y gusta ahora.
Segunda: ¿Lady Gaga se viste de manera rara? En nuestra juventud te quería yo ver, Lady Gaga.
Y tres: Cuando vengan con la última moda, que os dé igual porque dentro de unos años llegará alguien, escribirá un artículo como este y os daréis cuenta de lo ridícula que era.
“Que sí, niño, que esto se lleva ahora”, bramaba tu abuela intentando convencerte de que el conjuntito que tenías delante te lo había comprado por actual y no porque estuviera rebajado sobre la rebaja. Tú, que tenías 13 años y ya te empezabas a preocupar por cómo ir vestido, le decías que tururú.
Con nuestra abuela es muy fácil quejarse, siempre lo ha sido. Si te pone un filete de pez espada frío te falta tiempo para echárselo para atrás; pero si estás en un japonés, es que el sushi es así. En fin.