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Ruiz-Mateos y su capacidad de sorpresa
Allá por el verano de 1989, el recién elegido europarlamentario José María Ruiz Mateos sufrió una extraña enfermedad intestinal que lo llevó dos veces al quirófano. Tan raro era su caso que todo tipo de rumores circularon sobre sus causas.
Ya convaleciente fui a entrevistarlo en su casa, y allí, en su terraza de Somosaguas, en Pozuelo, me armé de valor y le planteé uno de ellos:
- “Hay quien dice que su mujer (María Teresa Rivero) ha intentado envenenarlo, harta de sus infidelidades ...”. No pude pronunciar una palabra más. Ruiz Mateos, para mi zozobra, se puso a llamar a su mujer a voces para que acudiera:
- “¡Teresa, Teresa, mira lo que dice éste!”.
Esa fue siempre la base de sus éxitos, su gran capacidad para sorprender al contrario.
Primero sorprendió a la industria del brandy y el vino de Jerez, que menospreció al que consideraban un advenedizo, pero que acabó con su altivo mundo para siempre.
Sorprendió después al recién llegado Felipe González, que le expropió el holding empresarial Rumasa, con su numantina lucha judicial y política, incluidas sus esperpénticas fugas de prisión que tan embarazosas fueron para su Gobierno.
Sorprendió a todos más tarde reconstruyendo su imperio empresarial con las mismas malas artes que empleó al levantar Rumasa, y sorprendió por último a sus más fieles, a los que nunca dudaron de él, quedándose con sus ahorros de toda una vida con falsas promesas de altas rentabilidades.
Mal enemigo y peor pagador, siempre simpático y muy entretenido, con su muerte se cierra uno de los capítulos más disparatados de la Transición española. Pero por muy espectaculares que fueran sus acciones, no vuelvan a dejarse engañar una última vez por él: miles de humildes trabajadores y miles de ahorradores han sufrido, sufren aún, y sufrirán durante años las consecuencias de sus desmanes y tropelías.
Descanse en paz.
Allá por el verano de 1989, el recién elegido europarlamentario José María Ruiz Mateos sufrió una extraña enfermedad intestinal que lo llevó dos veces al quirófano. Tan raro era su caso que todo tipo de rumores circularon sobre sus causas.
Ya convaleciente fui a entrevistarlo en su casa, y allí, en su terraza de Somosaguas, en Pozuelo, me armé de valor y le planteé uno de ellos: