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Sanidad, divino tesoro...

Lo mejor que le puede pasar a la sanidad es que no sea noticia y, por desgracia, últimamente hemos tenido demasiadas noticias sanitarias. Afortunadamente, gracias al buen hacer de unos profesionales que supongo que cada día se levantaban sabiendo que corrían un gran riesgo, podemos, al menos, respirar aliviados con el desenlace de la enfermedad de Teresa Romero. Pero no todo es de color de rosa en el apartado sanitario: se han expresado las dudas y las preocupaciones sobre la gestión de la crisis del ébola y a la hora de escribir estas líneas parece ser que los enfermos de hepatitis C todavía no tienen acceso a la medicación más eficaz contra su dolencia.

Detrás de muchas de estas polémicas subyace el modelo sanitario de nuestro país: muchos en la cúpula del Partido Popular sostienen que la sanidad pública es ineficiente y que al no estar gestionada bien, debería pasar a manos privadas. Normalmente dichas manos privadas suelen ser las de un amigo o las de ellos mismos nada más dejar la política activa. Pero el mensaje de que un sistema sanitario en manos privadas es más eficiente se repite insistentemente y sin dar más argumentos de que eso es así porque sí. Sin embargo, no es fácil encontrar razones reales, basadas en números o en datos contrastables y no en meros actos de fe que avalen dicha tesis.

Pero sí que existen numerosas estadísticas sobre los sistemas sanitarios en los países más desarrollados. En dichas estadísticas hay ciertos datos que se vuelven a repetir una y otra vez y parece que no apoyan en exceso a los paladines de lo privado.

Veamos solo un par de datos del último informe de la OCDE sobre la sanidad en los países miembros de dicho organismo. Dicho informe es público y puede ser consultado en este enlace (de donde se han extraído todas las imágenes)

Aunque el documento tiene más de 200 páginas y contiene datos interesantes sobre el posible efecto de la crisis en la sanidad, me gustaría centrarme en los aspectos que tratan sobre la sanidad pública y privada y algunas repercusiones: prácticamente todos los países analizados tienen cobertura médica total con la excepción de México y de EE.UU. En este último, un 31,8% de la población está cubierta por un sistema sanitario público y un 53,1% por seguros privados, así que nos queda un 15% de la población sin cobertura (México está tratando de dar cobertura total en un futuro próximo). Ningún otro país se le acerca en gestión privada de la sanidad.

Puesto que sólo el 85% de la población está cubierto por el sistema sanitario en EE.UU. es lógico pensar que en dicho país la sanidad ha de ser un 15% más barata o más si la gestión privada es tan eficiente como preconizan, sin embargo nos encontramos que es el país que más gasta en sanidad, no sólo no se ahorran dinero dando menos cobertura sino que el gasto medio allí es de 8500$ por persona (esté cubierta o no) frente a la media de 3300$ de los países de la OCDE (media, por cierto, muy deformada por culpa del gasto de EE.UU.). También es significativo el caso de Chile, país en el que la sanidad pública cubre al 80% de la población y la privada al 17%: sin embargo, los gastos de dicho país en el sistema privado son un 15% mayor que el sistema público: otro de los modelos del liberalismo aplicado a la sanidad.

Naturalmente, alguien puede pensar que el nivel de vida en EE.UU. es mayor que en otros países y que dicha comparación es injusta, pero también existen datos comparando con el producto interior bruto y sigue siendo el país de mayor gasto: invierten un 17,7% de su producto interior bruto en sanidad, prácticamente el doble que la media del resto.

Por lo tanto, el paradigma de la gestión médica privada se gasta el doble de dinero en dar cobertura a un 15% menos de la población, pero, evidentemente, estamos hablando de sanidad, todo podría quedar justificado si los resultados fueran significativamente mejores: ni tan siquiera esto es así, si examinamos uno de los indicadores más significativos: la esperanza de vida, nos encontramos con que el dato en EE.UU. presenta uno de los peores resultados: 78,7 años de esperanza de vida contra los 80,1 de media de la OCDE y los 82,4 de España.

Así que cada vez que los mismos de siempre, ellos que tienen la responsabilidad de gestionar la sanidad pública, digan que la gestión pública no es eficiente, ya sabemos que los que no son eficientes son ellos y que deberían dejar paso a los que sí saben gestionar y no cambiarnos el modelo sanitario por otro mucho peor con la única ventaja de que ellos y sus amigos se van a enriquecer notablemente a costa de nuestra salud.

Lo mejor que le puede pasar a la sanidad es que no sea noticia y, por desgracia, últimamente hemos tenido demasiadas noticias sanitarias. Afortunadamente, gracias al buen hacer de unos profesionales que supongo que cada día se levantaban sabiendo que corrían un gran riesgo, podemos, al menos, respirar aliviados con el desenlace de la enfermedad de Teresa Romero. Pero no todo es de color de rosa en el apartado sanitario: se han expresado las dudas y las preocupaciones sobre la gestión de la crisis del ébola y a la hora de escribir estas líneas parece ser que los enfermos de hepatitis C todavía no tienen acceso a la medicación más eficaz contra su dolencia.

Detrás de muchas de estas polémicas subyace el modelo sanitario de nuestro país: muchos en la cúpula del Partido Popular sostienen que la sanidad pública es ineficiente y que al no estar gestionada bien, debería pasar a manos privadas. Normalmente dichas manos privadas suelen ser las de un amigo o las de ellos mismos nada más dejar la política activa. Pero el mensaje de que un sistema sanitario en manos privadas es más eficiente se repite insistentemente y sin dar más argumentos de que eso es así porque sí. Sin embargo, no es fácil encontrar razones reales, basadas en números o en datos contrastables y no en meros actos de fe que avalen dicha tesis.