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Sobre este blog

¡Socorro!

Estas cosas pasan desde que perdonaron el control de calidad. Nuestros prebostes electrodomésticos funden los plomos del sol cautivo, gripan como una vieja bultaco, codifican las palabras gastadas y tiemblan de frío crepuscular al conocer los vaticinios patrocinados por Murphy, la mirada del tuerto.

La subcontrata de listos avanza imparable, mientras los almacenes de los no contribuyentes agotan las existencias de paciencia infinita. Hablamos solos o en compañía de otros televidentes, tuteamos al olvido.

Tiempo de fascículos, fusiones, monopolios, mafias familiares, negocio necrofílico, mentiras oficiales, tramas gluten, imputados extrafinos, lecciones de democracia. Exigen a los recién llegados que cumplan los requisitos que vulneraron por sistema los amos del calabozo. Curioso. La gente elegida que ni siquiera ha sido elegida por los suyos imparte cursillos de malformación ética, llueve sobre mojado, todos lo sabían y nadie lo contaba. Mala prensa de la prensa que todo lo consiente, que sufre envidia cochina de la prensa digital, la verdad sigue los pasos del eufemismo barato. Y aquí seguimos exportando josefers, toñis moreno, isas y altramuces que reniegan de su acento. Funeral por la presunta modernidad, beatificación de los sospechosos ya, hoy hay pucherazo, menú del día, un programa realizable y moldeable para los futuros enchufados de multinacionales esdrújulas. El enemigo es populista y demagogo. El amigo, un peligro en casa. Tiempo de mudar la piel, la chaqueta de cuero español y la nostalgia de futuro.

Al tiempo, los presentadores de concursos tiran la ventana por la casa, los humoristas firman sentencias de muerte, los cantantes escriben albaranes, los novelistas montan karaokes, los actores van de veras, los payasos graban docudramas, el mundo al revés, ¡socorro!

Gerundio de devaluar, usted mismo. Vendemos humo, gastos de envío gratis. En la tierra del personalismo, los sujetos susceptibles de ser pillados con el carrito del helado se lo toman a pecho y denuncian persecuciones. Tiene whatsap la cosa. El subcontratado del subcontratado escupe sobre un papel calcado. Toda la culpa la tiene el picudo rojo, el de la coleta, Yoko Ono y Zapatiesto. En el rincón hedonista del dolor colectivo, los fieles del ismo se hacen protestantes. Un balcón roto, un burka para Susana, dos presidentes que dimitieron antes del desayuno con diamantes, un Carnaval lacrimógeno, un puntero láser en toda la frente del piloto antipático. Silbidos contra el portero de noche. Aplausos al santo al cupone.

Yo no sé de qué se ríe el ladrón de mucha monta que acude al Juzgado con sus mejores galas, dispuesto a tirar de la manta. Si prendes la Sexta, te cabreas hasta el almuerzo. Si cambias a Cuatro, equiricuá. En Telecinco te conceden un premio por la parte trasera, cual consejo de ministros. Y en la radio, progresistas periodistas millonarios redimen la pena con reportajes en vano, un poquito de cariño a los pobres, la tercera recesión, un toque catalán, la solidaridad disfrazada de caridad y viceversa. Luego, cuando vienen duras, algunos de los cuentamañanas independientes defienden a la empresa en un simple juicio contra un compañero díscolo despedido de manera improcedente por el vendido de turno.

No seré yo quien critique al banquero o cortinglero, pues al cabo y al fin justificaban los medios que despacharon onces por ciento y tarjetas de promesas a plazos y arriaron la carná. Hoy produce vergüenza otra cosa: ver a un periodista o similar cantar las excelencias de un producto sin que se le caiga el careto, sin disimulo.

Estas cosas pasan desde que perdonaron el control de calidad. Nuestros prebostes electrodomésticos funden los plomos del sol cautivo, gripan como una vieja bultaco, codifican las palabras gastadas y tiemblan de frío crepuscular al conocer los vaticinios patrocinados por Murphy, la mirada del tuerto.

La subcontrata de listos avanza imparable, mientras los almacenes de los no contribuyentes agotan las existencias de paciencia infinita. Hablamos solos o en compañía de otros televidentes, tuteamos al olvido.