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El Tercio perdido de Feijóo

23 de octubre de 2022 21:19 h

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No ha cambiado nada desde que a Pablo Casado lo abandonara el PP, y eso que las encuestas afectas indicaban que al entonces líder de la derecha solo le faltaba elegir colchón para ocupar La Moncloa. Alberto Núñez Feijóo sigue por Europa como su antecesor, como comandante del Tercio perdido de Flandes, errante por Bruselas pero, al contrario de las glorias militares de aquel Tercio, con el propósito de debilitar como fuere las posiciones del Gobierno de España.

Feijóo vaga por Europa, balbucea y titubea. A veces niega hasta lo que dice por aquí por la metrópolis. Cada incursión europea es un nuevo episodio de ridículo y de torpeza, unas veces alineándose con las derechas más extremistas de la UE, otras con el pie cambiado con la derecha europeísta, siempre, tratando de desprestigiar los intereses de España.

En esta última ocasión, a contrapié de las políticas europeas en materia energética, fiscal, en todo caso con la partitura cambiada. Dicen los que lo conocen que Feijóo está irreconocible, que él no es así; quizá es que no lo conociéramos bastante, que estuviéramos equivocados, con una visión esquiva de lo que pasaba en Galicia, es posible, pero los síntomas más apuntan a que está preso del ala más integrista de la derecha española, del PP más radical, ese que se ve bien representado por el gobierno piloto de Madrid.

Esa presión ultra dentro del PP explicaría también que Feijóo siga subyugado en las cuestiones más de Estado, como la renovación del CGPJ, en manos de un sector abiertamente en rebeldía y aires golpistas, o la del TC, en donde no tuvieron empacho en colocar a representantes del ala más preconstitucional de la judicatura popular.

Feijóo flota en las nebulosas de los bosques centroeuropeos como flotó en el recién debate del Senado. En el aire se notaba el fracaso de sus propias políticas puestas en práctica por los sectores más extremistas de la derecha británica en el Reino Unido

Feijóo flota en las nebulosas de los bosques centroeuropeos como flotó en el recién debate del Senado. En el aire se notaba el fracaso de sus propias políticas puestas en práctica por los sectores más extremistas de la derecha británica en el Reino Unido. La bajada de los impuestos a los ricos no necesita mucha explicación, la política energética, la protección de los poderosos, los recortes en el estado del bienestar… la respuesta ha sido durísima. Ninguno de los operadores que intervienen en la política británica –incluido el sector moderado de los tories– ha dado una libra por las propuestas de Liz Truss, la premier británica.

A todo ello, si tenemos en cuenta las encuestas y la opinión insistente en los medios políticos, el independentismo escocés avanza y el malestar republicano en Irlanda del Norte crece en favor de la reunificación de la isla. Es decir, la torpeza conservadora se erige en fábrica de independentistas

Lo significativo es que Truss se ha tenido que ir porque la echan los suyos. El poder no tiene piedad, lo debería saber Feijóo; a su compañero Pablo Casado también lo echaron. Parece como si hubiera abierto un ciclo, Liz Truss y Hu Jintao han seguido esa inquietante costumbre que esconde al escrutinio público las razones ocultas que atizan los avisperos del poder.

El líder popular, dicen los que lo conocen, duda pero no se puede volver así de pronto a su paraíso gallego. Tiene que lidiar desde su círculo reducido con el poder oculto y no tan oculto dentro del PP. Lo que ha pasado en el Reino Unido con la metedura de pata de los conservadores es como una radiografía del futuro que le espera a España si gobierna ese ala integrista del PP que mira sus intereses y se confunde abiertamente, sin pudor, con los de la extrema derecha.

El ala integrista de los populares ya aplica las medidas que puede en Madrid, hace el ridículo en Castilla y León y Murcia, y trata de parecer moderado en Andalucía pero aplicando las mismas medidas de rigor en favor de los que más tienen

Una radiografía del futuro pero también una foto ya del presente. El ala integrista de los populares ya aplica las medidas que puede en Madrid, hace el ridículo en Castilla y León y Murcia, y trata de parecer moderado en Andalucía pero aplicando las mismas medidas de rigor en favor de los que más tienen. No solo vía fiscal.

Este Feijóo, quizá nos lo hayan cambiado, no representa una derecha moderna europea homologable en la UE, dice y promete aplicar lo contrario que sus correligionarios en los gobiernos europeos y hasta en la propia UE, donde contradice a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión. Se sitúa en la misma línea –no podríamos decir de flotación– que la radicalidad británica, contra la opinión de las instituciones mundiales económicas, no precisamente comunistas, y sus medios más representativos, Financial Times, The Economist

Entonces, surge la pregunta, lejos de los ideológicamente suyos e incluso del sentido común dominante, ¿en nombre de quién o de qué actúa Alberto Núñez Feijóo?

No ha cambiado nada desde que a Pablo Casado lo abandonara el PP, y eso que las encuestas afectas indicaban que al entonces líder de la derecha solo le faltaba elegir colchón para ocupar La Moncloa. Alberto Núñez Feijóo sigue por Europa como su antecesor, como comandante del Tercio perdido de Flandes, errante por Bruselas pero, al contrario de las glorias militares de aquel Tercio, con el propósito de debilitar como fuere las posiciones del Gobierno de España.

Feijóo vaga por Europa, balbucea y titubea. A veces niega hasta lo que dice por aquí por la metrópolis. Cada incursión europea es un nuevo episodio de ridículo y de torpeza, unas veces alineándose con las derechas más extremistas de la UE, otras con el pie cambiado con la derecha europeísta, siempre, tratando de desprestigiar los intereses de España.