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A vueltas con el sistema electoral
Entre las muchas (o puede que no tantas) promesas electorales, el Partido Popular vuelve a proponer algo en lo que lleva tiempo insistiendo. Dado que por diversas razones (su propia incapacidad, el tener aglutinado casi todo el voto de derecha, etc.), la aritmética de los pactos no les suele favorecer, pretende que, al menos en las elecciones municipales, el sistema electoral prime mucho a la lista más votada (ya que ese puede ser el único sistema para recuperar buena parte del poder municipal perdido). Podemos ver la noticia a la que me refiero en esta nota de este mismo medio.
Naturalmente, entre las promesas de cientos de miles de puestos de trabajo, de la felicidad tan absoluta que vamos a alcanzar tras estas elecciones, etc, puede parecer esta una cuestión menor, pero no creo que lo sea en absoluto ya que, por una parte, lo que ocurra en nuestros municipios nos repercute a todos de forma evidente y, por la otra, lo anterior puede ser un anticipo de los verdaderos deseos de lo que tratan de imponernos los populares en un sentido más general. Si ganan, claro. También es verdad que el PP niega una y otra vez la legitimidad de que en las pasadas elecciones catalanas gobierne la lista más votada. Creo que ya voy alcanzando la lógica de sus propuestas: si la lista más votada es el PP, debería gobernar la lista más votada, en caso contrario, no.
Antes de entrar en más detalles, no hay que pasar por alto que, en la situación política actual, el voto está bastante fragmentado y que el partido más votado pudiera tener realmente poco apoyo del global de la ciudadanía. Digo lo anterior pensando en elecciones municipales que son las que incluye el PP en su programa. Por ejemplo, en el caso de Sevilla, el partido más votado fue el PP que obtuvo 101.050 votos sobre un censo de 545.309; esto es: recibió el apoyo explícito del 18.5% de los ciudadanos. Evidentemente los demás consiguieron aún menos, pero la política de pactos es algo que existe en todas las democracias (yo hasta diría que es sana) y la mayoría de los electores conocen la cercanía más o menos evidentes entre las diversas fuerzas políticas. Y deseo de todo corazón que no vuelvan a ganar las elecciones.
A pesar de lo anterior, el PP sigue empeñado en conseguir ayuntamientos con menos del 20% de apoyo ciudadano y para ello registró en julio pasado una reforma de la ley electoral que no pudo salir adelante por la disolución de las cámaras y que entiendo que es la base de la propuesta electoral que ahora realiza. Quisiera dedicar unas palabras a dicha propuesta de ley.
Muchos dirán que la reforma de la ley electoral era algo bastante demandado por muchos ciudadanos y que el actual sistema poco proporcional es injusto con algunos partidos. A este respecto hay que hacer dos puntualizaciones: el sistema D’Hont es bastante proporcional, el problema es la existencia de circunscripciones (en las provincias pequeñas, al repartirse pocos diputados, muchas formaciones quedan fuera del reparto y esos votos se pierden). Por lo tanto, en cada municipio, el sistema D’Hont hace un reparto bastante razonable de concejales (hay otros sistemas, pero no se alejan demasiado de este) y, lo más importante es que la reforma del PP no pretende que el reparto sea más proporcional sino mucho menos, para que la lista más votada sea enormemente favorecido. Algo que no quieren que se aplique en Cataluña.
Para conseguir favorecer la lista más votada presentó en julio en la reforma de la ley electoral a la que nos hemos referido un método tremendamente complicado. En la actualidad, en un municipio no demasiado grande, un partido con un 46% de los votos, es muy probable que obtenga la mayoría absoluta. Con la nueva ley, en caso de ser aprobada, se obtendría la mayoría absoluta en alguno de los siguientes supuestos: si tiene más de un 50% de los votos (esto sigue igual y es lógico) o si tiene más del 35% de los votos y el siguiente partido menos del 30% o si tiene más del 30% de los votos y el siguiente menos del 20%. Complicado, ¿no?
Pues aún se complica más: si ninguno de los partidos consigue la mayoría absoluta por alguno de los tres métodos anteriores, todas las candidaturas que hayan superado el 15% van a una segunda vuelta. Si en esa segunda vuelta uno de los partidos obtiene el 40% de los votos, automáticamente se le asignan la mitad más uno de los concejales y los demás se reparten por el sistema D’Hont entre las demás partidos, pero por los resultados obtenidos en la primera vuelta.
Ya sé que la mayoría de los lectores se han perdido a estas alturas, puede que esa sea parte de la intención del legislador, pero quisiera resaltar un hecho insólito que podría ocurrir y que ha sido destacado aquí por el profesor Victoriano Ramírez, experto en métodos electorales, y al que, a buen seguro, no le han consultado a la hora de elaborar la ley. Pues sí, podría ocurrir que un partido con una serie de votos (los cálculos están todos en la columna de Victoriano Ramírez) se quedara sin concejales, pero que si hubiera recibido menos votos (y todos los demás partidos los mismos), sí que obtuviera un concejal. Sí han leído bien: puede haber casos que con esa ley, el obtener más votos se penalice.
A mi lo que me parece es que el PP quería sacar una ley que dijera: en todas las elecciones municipales se le otorgará al PP la mitad más uno de los concejales y el resto de los puestos a repartir como queráis entre los demás partidos pero no se han atrevido. Me alegro mucho de que aún les quede un poco, aunque sea un poco realmente minúsculo, de decencia, aunque es difícil de decir esto con dicha propuesta de ley electoral.
Claro que todo lo anterior queda desmontado con los argumentos incontestables que nuestro presidente de gobierno usó el pasado día 1 de diciembre en Benavente (Zamora): “Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”.
Entre las muchas (o puede que no tantas) promesas electorales, el Partido Popular vuelve a proponer algo en lo que lleva tiempo insistiendo. Dado que por diversas razones (su propia incapacidad, el tener aglutinado casi todo el voto de derecha, etc.), la aritmética de los pactos no les suele favorecer, pretende que, al menos en las elecciones municipales, el sistema electoral prime mucho a la lista más votada (ya que ese puede ser el único sistema para recuperar buena parte del poder municipal perdido). Podemos ver la noticia a la que me refiero en esta nota de este mismo medio.
Naturalmente, entre las promesas de cientos de miles de puestos de trabajo, de la felicidad tan absoluta que vamos a alcanzar tras estas elecciones, etc, puede parecer esta una cuestión menor, pero no creo que lo sea en absoluto ya que, por una parte, lo que ocurra en nuestros municipios nos repercute a todos de forma evidente y, por la otra, lo anterior puede ser un anticipo de los verdaderos deseos de lo que tratan de imponernos los populares en un sentido más general. Si ganan, claro. También es verdad que el PP niega una y otra vez la legitimidad de que en las pasadas elecciones catalanas gobierne la lista más votada. Creo que ya voy alcanzando la lógica de sus propuestas: si la lista más votada es el PP, debería gobernar la lista más votada, en caso contrario, no.