Sin datos definitivos todavía sobre la evolución de la sangría laboral en la banca en 2020, los sindicatos calculan que el año del coronavirus ha dado una tregua, básicamente porque estos trabajadores se han convertido en claves para la gestión de medidas contra la crisis como las dirigidas a pymes, autónomos, pago del alquiler de viviendas... Pero es solo un espejismo porque la pérdida de rentabilidad ocasionada por la caída de la actividad económica, y por tanto una menor cartera crediticia, se traducirá en un impulso a las fusiones, que conllevan, por un lado, cierre de oficinas, desempleo y exclusión financiera, y por otro, más comisiones, facilitadas a su vez por la menor competencia.
Este periodo crudo para el empleo en la banca en 2021 lo inaugurará el expediente de regulación de empleo (ERE) del Santander, con 3.570 afectados en todo el país. Esto, sumado a la unión de Unicaja y Liberbank, la de Caixabank y Bankia, y el proceso de reducción de plantilla del Sabadell para acercarse a BBVA, que a su vez podría concluir en fusión, son los cincos hitos que marcarán una nueva oleada de despidos masivos en el sector cuyas bases se han sentado en 2020.
De momento, el único que ha puesto sobre la mesa las cifras es el Santander, que de las 1.033 oficinas que pretende eliminar en el país, cerrará 152 en Andalucía, lo que supone una de cada tres de las que tiene en la comunidad autónoma. Entre otras, podría desprenderse de su emblemática sede en el Palacio Yanduri de Sevilla, que en realidad lo tiene alquilado; pero a pocos metros cuenta con dos sucursales más, en la Avenida de la Constitución. Mientras, el impacto en el empleo que tendrá en Andalucía este ERE no está cerrado porque dependerá de los trabajadores que quieran acogerse a bajas voluntarias.
Más desempleo
Maribel Díaz, secretaria general de servicios del CCOO-A, reconoce que también les preocupan las consecuencias de la fusión de Bankia y Caixabank en Granada por el “solapamiento”. Porque Caixabank había comprado antes Caja Granada “y no cerró nada, por lo que ahora se presume que será muy significativo”. De Unicaja y Liberbank, explica que no tienen todavía “los números de la plantilla de la que se va a prescindir”, mientras miran con recelo el proceso en el Sabadell “que ha empezado con las bajas voluntarias”, unas 1.800, pero que podría haberse guardado la carta del ERE para una fusión.
De todas maneras, expone que no pueden cuantificar cómo malo ha sido 2020 “porque hay muchos procesos abiertos, pero se van a materializar en 2021”. Y es que “en 2020 se ha aguantado el tirón porque durante la pandemia se ha señalado al sector como esencial desde el principio”. De hecho, indica cómo “los proyectos para hacer frente a la crisis se han gestionado a través de los bancos y la pandemia ha generado una carga de trabajo increíble”. Eso se traduce también en que son uno de los colectivos más castigados por el estrés. “La carga emocional es terrible por parte de los jefes y de los clientes y cuando el trabajador ve la menor vía de poderse ir se va. No tenemos el favor del público, y a veces se olvida que somos bancarios no banqueros. Pero nadie se ha preguntado por qué quien ve la menor posibilidad se va a la calle por algo de dinero, y en el caso de los más jóvenes, con la previsión de encontrar otro trabajo que no llega como se espera”, agrega.
Normalmente, los sindicatos negocian con la banca condiciones de salida que incluyen indemnizaciones por encima de la media, y donde se priman las jubilaciones anticipadas, a la vez que funcionan incluso como agencias de colocación en la que se comprometen a buscar otro trabajo para los más jóvenes. Pero el éxito de estas recolocaciones es muy relativo. “Llevo 28 años trabajando y no conozco a nadie que haya salido voluntariamente y haya encontrado un empleo en la banca”, concluye.
Victoriano Miravete, secretario del sindicato Sectorial Financiero de UGT, señala que la pandemia permitirá pisar el acelerador en la digitalización. “La digitalización es inevitable. La cuestión es si correr o no correr, pero la banca es consciente de que la ciudadanía ha avanzado estos meses cinco años en las TIC y lo va a aprovechar. Otra cosa es si se equivoca. Creo que lo complicado es conseguir un equilibrio”, reflexiona.
Coincide en que la crisis ha implicado también que se haya desacelerado el ritmo de los despidos, “porque hemos sido un sector esencial durante todo este periodo”, pero, una vez que se acerca el momento en que se dará por controlada la pandemia, volverán. “Lo que está claro es que llegará un momento en que para ir a un banco habrá que desplazarse y mucho. Ya se nota en las zonas rurales, pero llegará a todas”, asevera.
La evolución del sector, en la que se camina hacia un mapa en el que la tarta se la repartan un puñado de grupos que se cuenten con los dedos de una mano, se enmarca en el paralelo proceso de digitalización. La banca vive una transformación que puede tener un paralelismo con el de la prensa escrita: están los nativos digitales y el resto, condenados a reconvertirse o morir, pero lo cierto es que el concepto banco de toda la vida se esfuma. Por un lado, tiene un coste en el empleo, con más de 120.000 despidos los últimos 12 años en toda España, y en el caso concreto de Andalucía, con una plantilla reducida en 15.000 trabajadores desde 2008, o sea, un 40% menos. Son el Santander y Caixabank los que más han despedido en el territorio, y Huelva la provincia que más trabajadores ha perdido en el sector: tiene hoy la mitad que en 2008. Por otro lado, se traduce en un impacto en la clientela, básicamente en dos direcciones: exclusión financiera y más comisiones.
Más exclusión financiera
La Diputación de Almería comenzaba recientemente el Programa de Lucha contra la Exclusión Financiera, que consiste en la instalación de una treintena de cajeros automáticos en los municipios del interior. Pretende a la vez luchar contra la despoblación en la provincia que más sucursales bancarias ha perdido en Andalucía la última década, más de la mitad, seguida de cerca por Sevilla, Cádiz y Málaga, que también rondan el 50% de las que tenían cuando estalló la crisis de 2008.
CCOO aporta ya los datos del primer trimestre de 2020: 286 oficinas cerradas en España, 32 de ellas en Andalucía. Esa exclusión financiera se refiere también a la brecha digital que conlleva la desbancarización porque personas con muy pocos recursos en nuevas tecnologías, o ninguno, se ven obligadas a relacionarse solo electrónicamente.
“Las alternativas son pocas: colas en el cajero automático, si lo hay, y en el mejor de los casos, la odisea de conseguir una cita para atención personalizada que, salvo que vaya a pedir una hipoteca con una buena nómina por delante, se hace de rogar más que la cita con el médico de cabecera en el SAS”, explica Rosa Sánchez, que lleva dos décadas de bancaria y desde entonces ha trabajado para tres empresas distintas pero sin moverse de oficina, fruto de las fusiones que han sacudido a su sucursal sin costarle todavía el cierre.
Más comisiones
En el escenario provocado por el impacto de la epidemia de SARS-CoV-2, con la desaceleración de la actividad económica, la banca hace caja a costa de más comisiones. Las han notado bien este año las comunidades de vecinos porque los bancos han comenzado a cobrar cuotas por las cuentas corrientes que hasta el momento estaban exentas. Caixabank, por ejemplo, remitió en 2020 una carta a las comunidades de vecinos con cuenta en sus sucursales para pasar a cobrarles una cuota fija cada mes independientemente de las dimensiones. “Pagar 20 euros más al mes para una comunidad de vecinos de 50 propietarios se nota poco, pero en una de dos, es una notable subida en la mensualidad”, apunta José Román, presidente de una de este segundo grupo. La solución ha pasado por buscarse otro banco, explica; precisamente un nativo digital.