Liliana Buitrago, ecofeminista venezolana: “El nuevo colonialismo está asociado a las violencias contra las mujeres”

Javier Ramajo

29 de junio de 2022 20:20 h

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Liliana Buitrago es ecofeminista, investigadora y activista en el Observatorio de Ecología Política de Venezuela. Hace unos días participó en Osuna (Sevilla) en el 'III Foro Iberoamericano de Economía Social: Acción por el clima con rostro de mujer', organizado con el objetivo de fomentar la intercooperación entre los agentes, empresas e instituciones de la economía social y solidaria de Andalucía, de Europa y de Iberoamérica, para la mitigación de los efectos del cambio climático y la mejora de la calidad de vida, desde el liderazgo de las mujeres del sector.

La investigadora, ponente en el diálogo 'En defensa de las comunidades y de los territorios', considera en conversación con elDiario.es Andalucía que la crisis climática “no puede implicar zonas de sacrificio”. “El sur global no puede convertirse en una zona de sacrificio para el desarrollo del norte global” como una especie de “proveedor” de materias primas “para las nuevas tecnologías que están emergiendo”. En esa línea, explica que ese paradigma es “una nueva forma colonialismo” que sigue reproduciendo ese “deseo de conquistar al otro” y que, según expone, “está asociada a las violencias contra las mujeres”. “Es una lógica que se repite en cuerpos de mujeres y en territorios”, apunta.

Con el objetivo de reflexionar sobre el papel juegan las mujeres en la protección ambiental y comunitaria, la construcción de redes de apoyo intercomunitarias para la protección de los recursos naturales y el papel que juega la economía social en el apoyo a las mujeres que lideran la protección ambiental en Iberoamérica, Buitrago comenta que “desde los ecofeminismos se considera que las violencias ambientales son violencias gemelas de las violencias patriarcales”. Ese “orden patriarcal que plantea colonizar y conquistar”, dice citando a la antropóloga Rita Segato, se hace “violentando al otro”.

Las violencias ecoterritoriales, las violencias ambientales, son también violencia de género

“Así como la ciencia fuerza a la naturaleza para que se aceleren sus ciclos para extraer toda la riqueza de la tierra, se cosifica a la naturaleza y también se feminiza”, comenta. “No es casual que la imagen de la naturaleza moderna, la que tenemos nuestra cabeza, sea la de una mujer. A eso le llamamos nosotros la feminización de la naturaleza. Y viceversa, la mujer es asociada a lo natural y, por lo tanto, es también cosificable como la naturaleza, explotable y violable”. En ese sentido, se da “una naturalización de la mujer, una exacerbación de su posibilidad biológica de reproducirse, de salir embarazada”. Por eso alude a que “son violencias gemelas, que parten del mismo deseo de dominación y de jerarquización, porque la mujer estaría por debajo de esta imagen del hombre, como masculinidad dominante”.

Buitrago, que ha participado de diversas experiencias colectivas por la defensa de las semillas, por el clima, el amamantamiento humano, los cuidados, las economías solidarias y la biodiversidad en Venezuela, contribuyendo también en espacios de articulación internacional como La Asamblea Mundial por la Amazonía, el Pacto Ecosocial del Sur y la Plataforma Latinoamericana y Caribeña por la Justicia Climática, indica que muchas mujeres “dependen de los hombres para su economía, y eso genera formas de violencia contra ellas” como “una forma de violencia económica”.

A su juicio, “es importante que se visibilice cómo esas violencias ecoterritoriales, esas violencias ambientales, son también violencia de género”, porque hay “efectos diferenciados sobre nosotras y nuestros cuerpos como parte de las comunidades”. Por ejemplo, según expone, “las afectaciones por el agronegocio para biocombustible, para el alimento, para la carne que se consume en el mundo, también ha avanzado mucho en Latinoamérica con la deforestación masiva para cultivos, monocultivos, que hacen además uso de muchos venenos, pesticidas y sustancias contaminantes que afectan la salud reproductiva de las mujeres”, creando “enfermedades asociadas a esas contaminaciones que, obviamente, ocasionan efectos desiguales entre hombres y mujeres, porque, al tener, por ejemplo, más grasa en nuestro cuerpo, somos propensas a otros tipos de enfermedades y a ese tipo de situaciones”.

Se mantienen algunas formas de violencia sobre mujeres indígenas que implican, precisamente, la violación de sus cuerpos como un derecho entre los latifundistas

Máster en lingüística con interés por los estudios críticos del discurso, los movimientos sociales y las transiciones ecosociales, la activista venezolana habla por ejemplo, de los vínculos establecidos con otras compañeras en los territorios de Yukpa, en la Sierra de Perijá, entre Colombia y Venezuela, donde están desarrollando “procesos para confrontar esas violencias ecoterritoriales” ya que “están siendo afectadas para que desalojen sus tierras y siendo forzadas”. De hecho, detalla, “han matado a muchos de los hombres de sus comunidades, sus esposos, hijos y hermanos, resistiendo en esos espacios para poder subsistir”.

La labor de Buitrago y otras activistas se centra en “visibilizar sus saberes, hacer talleres, gestionar su economía, y acompañarlas también afectivamente en esos procesos a las que están siendo sometidas”. “Ellas hacen una resistencia importante al avance de la extracción de carbón en la Sierra de Perijá, que es un viejo proyecto viejo en esos territorios, para poder demarcar sus territorios, como dice la Constitución en Venezuela”. La demarcación, relata, “es un proceso de retorno a ellas de esos territorios que implica también que estén aptos y libres de latifundistas y de violencia que afecten a su supervivencia”, de modo que “puedan tener acceso a la salud y en sus derechos sexuales y reproductivos en el sentido más amplio”.

La activista es promotora del Pacto EcoSsocial del Sur, “un espacio de confluencia de organizaciones para pensar las transiciones justas para los pueblos”, desde donde se buscan también “patrones para tratar de generar posibilidades de relacionarnos con la naturaleza y con los propios cuerpos”. “Hemos aprendido de las feministas comunitarias indígenas de Latinoamérica cómo, por ejemplo, esa conquista de los territorios se da siempre precedida de violación de mujeres de estas comunidades”, incluso “se mantienen algunas formas de violencia sobre mujeres indígenas que implican, precisamente, la violación de sus cuerpos como un derecho entre los latifundistas, y se naturalizan esas formas de violencia”. En su grupo de trabajo, a través de la formación, la denuncia, la visibilización y el avance en los derechos de las mujeres “se lucha contra esa cosificación del cuerpo de la mujer y de las mujeres especialmente vulnerables, racializadas, pobres”.

“Los cuidados están en crisis”

En cuanto a la posición de los gobiernos sudamericanos en este sentido, Buitrago asegura que “estamos en un momento de búsqueda de formas de gobernanza territoriales donde se contemplen otras formas de hacer política que son fundamentales”. Al respecto, expone que “con la pandemia hemos visto cómo lo cotidiano y el espacio de lo privado y la gestión de los cuidados ha estado en el centro de la crisis”. La ecofeminista indica que “los cuidados médicos, del planeta, personales, comunitarios, están en crisis, y eso se vivió con mucha intensidad y se visibilizó muchísimo con la pandemia. Cualquier gestión política en este momento tiene que generar políticas de los cuidados para poder, de alguna forma, solapar el efecto de la propia pandemia, que ha hecho que la brecha entre hombres y mujeres se incremente, porque las mujeres han sido doblemente explotadas en sus hogares porque es donde tienen que atender los trabajos de los cuidados”.

Según abunda, además del trabajo de los cuidados, “muchas personas no se encuentran estadísticamente bien distribuidas entre los miembros de las familias, y las mujeres tienen que buscar la subsistencia en muchos hogares monoparentales donde la madre es la única presente, y no tiene solamente que trabajar en el sector formal sino además criar, ser profesora del colegio de los niños, cuidar de adultos mayores”. “Esto es una realidad, es una situación de explotación extrema y que genera costos importantes sociales”.

Desde las economías feministas, mantenemos que la contradicción en este momento es entre el capital y la vida, y hay que optar por la vida y por visibilizar los procesos reproductivos

En ese sentido “nosotras pensamos que las nuevas políticas tienen que ser políticas que logren visibilizar no solo una economía productivista sino una economía centrada en la visibilización de la dimensión reproductiva de la vida, de los procesos, de cómo la vida se reproduce”. “En el caso de las mujeres y de los hogares modernos tiene que ver con la crianza de los niños, la alimentación de la familia, la limpieza de los espacios, el cuidado del más vulnerable a su cargo. En el caso de la realidad socioeconómica de esos territorios, Buitrago pide también ”que se visibilice quiénes son quiénes cuidan los ríos, quienes cuidan esos territorios, quienes protegen que no se contaminen, quienes vuelven a sembrar y reforestar los espacios“.

“Todos esos cuidados son feminizados y hay que generar políticas que vayan orientadas a, por ejemplo, la construcción de sistemas nacionales de cuidados sólidos, fuertes y que permitan la redistribución, remuneración y reconocimiento de esos trabajos de cuidados, porque si no estaríamos cortando los vínculos de interdependencia entre los seres humanos”. Según concluye, “el cambio climático y todas sus consecuencias (inundaciones, incendios, etc.) no son eventos aislados de una forma de vida que hemos decidido tener como sociedades y que están en contra de la sostenibilidad de la vida. Nosotras, desde las economías feministas, mantenemos que la contradicción en este momento es entre el capital y la vida, y hay que optar por la vida y por visibilizar los procesos reproductivos”.