Cada 8M el Movimiento Feminista se lanza a las calles visibilizando su fuerza y, aunque el 8M no sea el único termómetro de salud feminista, sí muestra las redes sociales que es capaz de tensar, aglutinar y movilizar. Tras cada 8M solemos preguntarnos si el Movimiento Feminista se mantiene, avanza o retrocede. Aunque siendo un movimiento tan amplio, tan diverso y tan plural, conviene analizar detenidamente qué sectores sociales y qué feminismos se mantienen, avanzan o retroceden.
Si el 8M de 2020 volvió a ser una gran jornada de lucha feminista generalizada que, sin mantener los niveles de movilización alcanzados en las huelgas feministas de 2018 y 2019, fue también multitudinaria, inundó las calles con sus reivindicaciones y puso de manifiesto la falta de correspondencia con el debate mediático suscitado por la corriente más abolicionista/prohibicionista del trabajo sexual.
Por su parte, en 2022, el Movimiento Feminista afrontaría el doble reto de si volvería a tomar masivamente las calles tras la pandemia y de cómo influiría la división política del feminismo institucional en torno a la ley trans, trasladada a la opinión pública. Una doble incógnita que las calles de nuevo despejarían, ya que, tras la pandemia, el feminismo de este país volvió efectivamente a tomar en masa las calles, evidenciando su fuerza y extensión a lo largo de todo el territorio, mostrando particularmente en Andalucía el poderío de un feminismo diverso, plural y mayoritariamente inclusivo, tal como analizábamos.
En 2023 el 8M se presentaba con otro reto: la tensa disputa política en torno a la ley del “sí es sí”. De nuevo, el Movimiento Feminista, los diversos feminismos que lo componen, mostraron en Andalucía su fuerza más allá de las instituciones.
Unos feminismos que siguen creciendo socialmente, que se expanden no solo en el territorio, sino incorporando a nuevas generaciones de feministas, cada vez más jóvenes. En estos, sobre todo tras la pandemia, cobra fuerza la imprescindible perspectiva interseccional, la que conlleva la exigencia de políticas públicas de igualdad, libertad y justicia social que no pongan en peligro el planeta.
Una perspectiva, la interseccional, que se materializa en la lucha por unos servicios públicos universales de calidad, contra la pobreza, la exclusión y la precariedad laboral, sumando las reivindicaciones de las trabajadoras del hogar y los cuidados, de las limpiadoras e inmigrantes con y sin papeles (para quienes se exige la “Regularización ya” y una Ley de Extranjería más acorde con las necesidades de migrantes y racializadas), al mismo tiempo que sigue defendiendo las reivindicaciones de todas las disidencias sexuales y de género.
En estos últimos años, quienes más denostadas y aisladas se han quedado son las corrientes más radicalmente tránsfobas/abolicionistas/prohibicionistas o excluyentes.
Nosotras pensamos que hoy sigue siendo imprescindible un feminismo pro-derechos, crítico, reivindicativo, rebelde y transformador
Por otro lado, la lucha política del feminismo institucional por imponer su hegemonía, no logra los apoyos deseados pese a disponer de potentes altavoces mediáticos, siendo el feminismo inclusivo el que más avanza.
Nosotras pensamos que hoy sigue siendo imprescindible un feminismo pro-derechos, crítico, reivindicativo, rebelde y transformador. Un feminismo del que nos sentimos parte la APDHA, que se consolida tejiendo redes y que para continuar avanzando, deberá ir abordando y desarrollando algunas cuestiones y ciertos retos:
El de mantener su autonomía respecto a las instituciones, dotándose de organización e iniciativa propia para ejercer presión social, más allá de los límites que marque el tablero político correspondiente en cada momento.
El de sostener su radicalidad, yendo a la raíz en la fundamentación de la crítica feminista a las estructuras socioeconómicas de nuestro modo de vida, a la norma heteropatriarcal y al sistema binario sexo/género, volviendo a reconectar con el placer y no solo con el peligro de la sexualidad, protegiéndonos, pero afirmándonos, sin dar un paso atrás en los derechos (al propio cuerpo) y libertades (a elegir y decidir libremente).
El de crecer en perspectiva interseccional e inclusiva más allá de los “techos de cristal”, tratando de aunar y proteger especialmente a las más necesitadas, excluidas, marginadas y estigmatizadas, incluyendo todas las perspectivas feministas críticas, rompiendo con la idea de un sujeto feminista unificado: “la mujer”.
La apuesta decididamente democrática del empoderamiento de la ciudadanía, con menor demanda de proteccionismo y tutela estatal, más centrada en la garantía de derechos y libertades que en las censuras y políticas meramente punitivistas (prohibiciones, penas y castigos), que terminan generando víctimas sin reparación y culpables sin reinserción.
Seguir tejiendo redes con un nuevo concepto de confluencia y unidad, respetuosa con la heterogeneidad de perspectivas, elemento históricamente distintivo del movimiento feminista. Esto es, abriendo el debate sin censurar el disenso, siendo capaces de ir tejiendo redes de todo tipo entre los diferentes sectores y espacios feministas, lo que requiere nuevas formas organizativas para articularse, experimentando e innovando, como hemos venido haciendo las feministas desde nuestros inicios como movimiento asambleario.
Son evidentes los avances en todas estas cuestiones, en las que con tanta pasión seguimos esforzándonos, lo que además explicaría mejor por qué año tras año, cada 8M, volvemos una y otra vez a las calles de forma masiva y en redes que se han ido tejiendo en el día a día, ya que, como solemos decir, 8M, en realidad, son todos los días.