La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, constituida en 1990, es una asociación de carácter privado, sin ánimo de lucro, cuyo fundamento lo constituye la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU en 1948. Aunque el ámbito de afiliación de la APDHA y su área directa de actuación sea el territorio andaluz, su actividad puede alcanzar ámbito universal porque los Derechos Humanos son patrimonio de toda la Humanidad.
La voladura programada de los Derechos Humanos y la convivencia
Hay una voz en off que nos debería advertir a la conciencia de que todo el sufrimiento con el que los desalmados arrasan y se reparten pueblos y que toleramos, se volverá contra nosotras mismas, porque cuando alimentamos monstruos les estamos entregando nuestras propias vidas
Palestinos desplazados internamente caminan junto a edificios destruidos en el oeste de la ciudad de Gaza, en la Franja de Gaza, a 6 de abril de 2025. EFE/EPA/HAITHAM IMAD
Lola Sanisidro
Miembro del Área de Solidaridad Internacional —
15 de abril de 202521:39 h
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Tras los enormes sufrimientos de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad horrorizada por su propia capacidad de destrucción tomó la decisión solemne de reconstruir la dignidad y los derechos de los pueblos y, para construir una convivencia sólida, se apoyó en tres pilares: una base organizativa de los países y sus gobiernos fundada en la Carta de las Naciones Unidas del 24 de octubre de 1945, un horizonte de principios, valores y derechos a través de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) y, finalmente, un soporte social que trasladó a la gente común la posibilidad del acceso efectivo a los derechos, lo que hemos dado en llamar el Pacto Social de Posguerra, por el que los estados asumían en parte las funciones de árbitro y administración de cierta redistribución social de la riqueza y protección social.
No fue un paisaje idílico. En paralelo, se formaron bloques militares con un enorme poder de destrucción mutua asegurada (MAD) y a las guerras locales se incorporaron las intervenciones militares de los países hegemónicos, considerando que la mayor parte del mundo era solo periferia de Occidente y la despensa del norte económico.
Con velocidad vertiginosa se olvidó aquello de dar cobijo para la paz en igualdad “a todas las naciones grandes y pequeñas” contenido en el segundo párrafo del preámbulo de la carta de la ONU, pues han sido 80 años de paz para Occidente y otros tantos de acumular sufrimiento e intervenciones militares, masacres, golpes de estado, ocupación de territorios, desplazamiento de cientos de miles de personas, genocidios televisados, años de sometimiento neocolonial para los pueblos desposeídos y abusados.
La escasa capacidad o voluntad de respuesta de las instituciones del Derecho Internacional ante los sucesivos abusos de las grandes potencias está en el origen de su debilidad actual como referentes o árbitros eficaces
La escasa capacidad o voluntad de respuesta de las instituciones del Derecho Internacional ante los sucesivos abusos de las grandes potencias está en el origen de su debilidad actual como referentes o árbitros eficaces. Ni sus resoluciones sobre el genocidio en Palestina tienen más eficacia que un papel mojado, ni como instituciones tienen papel alguno en las negociaciones sobre la paz en Ucrania.
Sin embargo, hay toda una lección de asimetría en el análisis y en el tratamiento internacional de estos dos horrores. Los focos se centran en las negociaciones entre Trump y Putin para discutir sobre Ucrania y, aunque nada bueno se pueda esperar del diálogo entre dos versiones de depredadores, la del histriónico y la del de gesto adusto, diversos países se aprestan a ofrecer espacios para las mesas de negociación.
Mientras, Palestina sigue muriendo en la penumbra de los informativos que no quieren enfocar a Netanyahu porque sus crímenes contra la Humanidad ya no son noticia, se trata simplemente de muertes amortizadas.
De entre las muchas guerras que asolan el planeta, estas dos nos sitúan de forma descarnada ante una pantalla en la que se proyecta nuestro propio futuro: ese es el tipo de convivencia que nos espera, que nuestra vida dependa de la ley del más fuerte, del que tenga más, más dinero, más armas, más avaricia, más arrogancia, menos conciencia. ¿Estamos legitimando sin más el derecho de conquista?
¿De verdad nos parece aceptable el exterminio del pueblo palestino? ¿De verdad aceptamos como opción de futuro la construcción de casinos sobre cementerios, previa masacre de los habitantes de su tierra y la expulsión de los supervivientes? ¿De verdad aceptaríamos esa opción si se tratara de nuestra propia casa, nuestra vida, nuestro pueblo?
Pero las situaciones más atroces no llegan sin señales de alerta, otra cosa es que las atendamos o no. Durante años hemos visto crecer en Gaza el mayor campo de concentración a cielo abierto, y toda Palestina atravesada de muros, alambradas y check points, en los que la gente palestina tenía y tiene que dar cuenta y pedir permiso al gobierno de Israel para transitar de un pueblo a otro en su propia tierra, bloqueados por cielo, tierra y mar. El paso consecutivo, siguiendo la lógica de lo que ya habíamos permitido, es el que se está dando: la destrucción, la masacre rápida, la inanición lenta y dolorosa, el genocidio, la deportación, el exterminio.
¿De verdad nos parece aceptable el exterminio del pueblo palestino? ¿De verdad aceptamos como opción de futuro la construcción de casinos sobre cementerios, previa masacre de los habitantes de su tierra y la expulsión de los supervivientes? ¿De verdad aceptaríamos esa opción si se tratara de nuestra propia casa, nuestra vida, nuestro pueblo?
Cabe preguntarnos si es posible la convivencia sin unas mínimas normas comunes a las que atenernos o qué porvenir nos aguarda si dejamos abierta la Caja de Pandora y no encuentra refugio la esperanza.
Sin embargo, aquí estamos asistiendo a la voladura programada de los derechos humanos y las instituciones Internacionales que deberían protegerlos y protegernos. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece precisamente eso en el tercer considerando de su preámbulo: “Que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
Hay una voz en off que nos debería advertir a la conciencia de que todo este sufrimiento con el que los desalmados arrasan y se reparten pueblos y que toleramos, se volverá contra nosotras mismas, porque cuando alimentamos monstruos les estamos entregando nuestras propias vidas.
Sobre este blog
La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, constituida en 1990, es una asociación de carácter privado, sin ánimo de lucro, cuyo fundamento lo constituye la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU en 1948. Aunque el ámbito de afiliación de la APDHA y su área directa de actuación sea el territorio andaluz, su actividad puede alcanzar ámbito universal porque los Derechos Humanos son patrimonio de toda la Humanidad.
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