2022 podría marcar la senda de la nueva relación de Andalucía con su tiempo atmosférico. A falta de que la nueva tendencia se consolide y estudios rigurosos asienten las bases de lo que puede ser el futuro climático de la región, el año que ahora termina ha abierto el camino hacia un territorio inexplorado. La sequía persistente y la frecuencia e intensidad de episodios cálidos han puesto contorno a un año que podría servir de referencia a la nueva normalidad climática andaluza.
El año más cálido desde que existen registros
La propia Agencia Estatal de Meteorología no deja margen a la duda en su informe anual para el conjunto del país. 2022 ha sido el año más cálido en España y uno de los más secos desde que existen registros. Los 15.3 °C de temperatura media que se han registrado en España en 2022 suponen 1.6 grados más del valor normal para el conjunto del Estado. Es, además, la primera vez que dicho valor supera la barrera de los 15 grados, donde destaca un trimestre otoñal de septiembre a noviembre con 16.3 °C, dos grados por encima del promedio normal en dicho trimestre.
En este contexto, Andalucía se ha situado como epicentro del calor extremo en este 2022. Además de unos valores medios en sintonía con los registrados a nivel nacional, destaca el episodio vivido en el mes de julio. La región, con el valle del Guadalquivir a la cabeza, fue entonces protagonista de uno de los episodios cálidos más intensos y persistentes de los que se tiene constancia. Entonces algunos puntos del interior andaluz vivieron una secuencia de 20 días seguidos rondando la marca de los 40 grados. Además, capitales del calor extremo nacional como Córdoba o Sevilla registraron récords locales por jornadas consecutivas, superando la cuarentena de grados.
2022: el año de la sequía permanente
Sin embargo, y a pesar de las temperaturas anormalmente altas, 2022 pasará a la historia meteorológica andaluza como el año de la sequía permanente. Desde 1994 la región no vivía una escasez de precipitaciones tan acuciante como la actual. La ausencia de lluvias ha marcado el transcurrir de casi todo el año, donde solo un par de episodios de envergadura han conseguido maquillar unos registros que bien podrían situar a Andalucía al borde de la aridez climática. Desde el 1 de enero los valores medios de lluvia se sitúan en torno a un 16 % por debajo de lo normal. Un registro discreto y que no dibuja la realidad vivida durante casi todo el año. Y es que por sí solas las precipitaciones registradas en la primera quincena de diciembre han representado de media un tercio del total anual. Sin ellas, la comunidad habría cerrado el año con un déficit cercano al 50 %.
La escasez de lluvia ha tenido dos momentos clave a lo largo del curso. Los meses de enero y febrero, y los de septiembre y octubre, se han escapado como cuatro de los más secos de toda la serie histórica en los observatorios meteorológicos andaluces. En ellos, el patrón atmosférico en el Atlántico Norte ha dibujado un potente bloqueo anticiclónico de manera casi perenne centrado sobre la Península Ibérica. Al “muro” de altas presiones se le ha unido un tipo de circulación cada vez más frecuente, y que es la que parece apuntar como tendencia de cara al futuro climático en la región: la potente ondulación y bifurcación de la corriente en chorro.
¿Hacia la “tropicalización” de la atmósfera andaluza?
Dicho fenómeno, de cuya circulación normal dependen los ecosistemas andaluces y por extensión buena parte de su producto interior bruto, ha sufrido durante el 2022 cierta modificación cualitativa. Lo que antes era extraño este año se ha convertido en frecuente. Ya desde el pasado 2021, dicha corriente viene experimentando una bifurcación en las inmediaciones de la Península Ibérica, lo que favorece la formación de depresiones aisladas en altura en nuestro entorno geográfico. Las danas han protagonizado buena parte de los episodios meteorológicos de todo el año, limitando los episodios de precipitaciones a unos pocos de tipo convectivo o en forma de chubascos y tormentas.
Algunos expertos, como el meteorólogo de la AEMET ya retirado Ángel Rivera, hablan de cierta “tropicalización” de la atmósfera peninsular. Algo que en nuestras latitudes implicaría el ascenso de las condiciones climáticas norteafricanas de cara al futuro. Una tendencia que pasaría por la consolidación en el aumento de las entradas de polvo sahariano hasta la región, y que ha tenido en 2022 un antes y después. A falta de que la propia Agencia u otros organismos realicen estudios de atribución, lo cierto es que nunca se habían registrado tantas intrusiones de polvo en suspensión, y de tanta intensidad, en un mismo año.
De las numerosas entradas de calima de todo el año destaca sin duda el episodio de los días 14 al 16 de marzo. Entonces la borrasca ‘Celia’ sacudió y trasladó hasta la vertical ibérica una extensa y densa nube de polvo sahariano que dejó “paisajes marcianos” por toda la geografía andaluza. A mediados de marzo Sierra Nevada se tiñó de naranja y buena parte del territorio andaluz quedó sepultado bajo una capa de polvo y barro. Un episodio inaudito que tuvo una réplica, ligeramente más leve, tan solo semana y media después.
2022 como anticipo de lo que esté por venir
Solo el tiempo dirá si el 2022 representó una señal de alerta del futuro que le esperaba a la región, o si, por el contrario, no ha supuesto más que el comienzo de una nueva realidad climática andaluza. Los escenarios climáticos del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) ya apuntaban precisamente en dicha dirección, y este año parece haber seguido un guion escrito del mismo. A corto plazo, los grandes modelos de predicción no dibujan un cambio de patrón definitivo en la circulación atlántica que al menos aleje la amenaza de la sequía permanente en Andalucía a lo largo del próximo año. Al contrario, los escenarios a futuro para el primer trimestre del año insisten en la posibilidad de que los próximos meses sean de nuevo más cálidos y secos de lo normal. Tocará esperar a que la nueva normalidad climática tenga o no continuidad en 2023.