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Pulseras rosas o cómo hacer de un problema una oportunidad

Al consultar cualquier manual del emprendedor, una de las máximas más recurrentes es intentar transformar los problemas que surjan en el camino en una oportunidad. En el papel puede resultar sencillo, pero trasladar la teoría a la práctica no es tarea fácil. Más cuando el problema es una enfermedad y es una de las más estigmatizadas socialmente. Carla Herrera tiene 35 años y es periodista. Sus padres son ATS y ella se fue especializando profesionalmente en el campo del periodismo sanitario. Hace cinco años, a su madre le diagnosticaron cáncer de mama y tuvo que someterse a dos intervenciones. “Sole y yo somos amigas desde siempre y ella, que es psicóloga, me apoyó en todo momento y nos ayudó mucho”.

Asuntos cotidianos como dónde comprar una peluca, qué cremas podían ser recomendables para su madre o la búsqueda de cubiertos para usarlos durante el tratamiento de quimioterapia hicieron ver a estas dos mujeres la falta de oferta, de variedad de productos y lugares concretos donde comprar todos estos artículos. “Me di cuenta de lo caro que era cualquier cosa que necesitas y lo difícil que es conseguirlo. La poca variedad de productos de este tipo que hay en el mercado”, recuerda Carla.

La necesidad les abrió los ojos y la idea de emprender comenzó a rondarles por la cabeza: “Viví tan cerca la enfermedad y busqué tantas alternativas que, una vez mi madre pasó todas las revisiones y vimos que todo estaba en orden, comenzamos a materializar nuestra idea”. Una idea de negocio que, además de innovadora, proporciona un servicio vital a los enfermos de cáncer y sus familias. Según Carla, “cada enfermo es un mundo y vienen de entornos completamente distintos o se toman la enfermedad de otra manera”. “Es curioso, porque las mujeres suelen venir, pero a los hombres les cuesta más trabajo. Muchas veces son sus mujeres las que piden cita”, explica.

La cita previa, que puede solicitarse a través de su web, es un sistema no sólo para organizar a la clientela, sino para garantizar la atención personalizada y respetar la intimidad de las personas que quieren comprar esos artículos: “El cáncer te estigmatiza. Hay mucha gente que siente vergüenza a la hora de comprarse pelucas, pañuelos, bañadores especiales. No quieren que les vean. Nosotros intentamos dar un trato cercano y cálido. Facilitarles el proceso”, cuenta.

El próximo mes de septiembre tendrán sede en el barrio sevillano de Bami y, además de la cita previa, tendrán horario de atención al público. “Este proyecto, al que dedicamos toda nuestra fuerza y energía, nos ha costado muchísimo esfuerzo”. Estas dos amigas han invertido parte de sus ahorros en Pulseras Rosas: “Quedamos finalistas en un proyecto solidario de una entidad bancaria, pero no conseguimos el dinero”, cuenta.

Un esfuerzo a través del que se obtienen recompensas de todo tipo: “Hay lugares, como por ejemplo, Canarias, donde hacen carreras para Pulseras Rosas. La aceptación por parte de la gente ha sido increíble y es muy reconfortante”, sostiene Sierra. Otro de los grandes éxitos ha sido su gestión de contenidos en la web y las redes sociales, uno de sus principales altavoces. “Nosotros queríamos transmitir una imagen fresca, colorida, optimista. La intención es también naturalizar el cáncer, una enfermedad muy dura que ya no es sinónimo de muerte y que se supera en la mayoría de los casos”, explica. Unas redes sociales en las que, por otro lado, se informa de las principales noticias relacionadas y actividades de las asociaciones. “Queremos facilitarles las vida”, sentencia. Y aunque es un proyecto incipiente la idea de ir abriendo franquicias también comienza a contemplarse: “Estamos dándole vueltas, nos han ofrecido alguna historia, pero poco a poco”.

Al consultar cualquier manual del emprendedor, una de las máximas más recurrentes es intentar transformar los problemas que surjan en el camino en una oportunidad. En el papel puede resultar sencillo, pero trasladar la teoría a la práctica no es tarea fácil. Más cuando el problema es una enfermedad y es una de las más estigmatizadas socialmente. Carla Herrera tiene 35 años y es periodista. Sus padres son ATS y ella se fue especializando profesionalmente en el campo del periodismo sanitario. Hace cinco años, a su madre le diagnosticaron cáncer de mama y tuvo que someterse a dos intervenciones. “Sole y yo somos amigas desde siempre y ella, que es psicóloga, me apoyó en todo momento y nos ayudó mucho”.

Asuntos cotidianos como dónde comprar una peluca, qué cremas podían ser recomendables para su madre o la búsqueda de cubiertos para usarlos durante el tratamiento de quimioterapia hicieron ver a estas dos mujeres la falta de oferta, de variedad de productos y lugares concretos donde comprar todos estos artículos. “Me di cuenta de lo caro que era cualquier cosa que necesitas y lo difícil que es conseguirlo. La poca variedad de productos de este tipo que hay en el mercado”, recuerda Carla.