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Todos los domingos, en el boletín ‘Política para supervivientes’, algunas de las historias de política nacional que han ocurrido en la semana con las dosis mínimas de autoplagio. Y otros asuntos más de importancia discutible.

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Francisco José Gan en una conferencia en Valencia en 2018.

Iñigo Sáenz de Ugarte

24 de noviembre de 2024 08:58 h

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Ya empezamos a entender por qué Carlos Mazón fue un desastre sin paliativos durante la DANA y las consecuencias que tuvo su negligencia. El tipo se creía un crack, un as de la política capaz de adelantarse a todos con su arrojo y falta de complejos. Sorprendió a la dirección nacional del PP antes de tiempo con el pacto de gobierno con Vox tras las elecciones autonómicas de 2023. Al saber que Vox había decidido romper esos pactos en los gobiernos de los que formaba parte, Mazón no esperó a las dimisiones de sus consejeros de extrema derecha y los destituyó. Tampoco eso convenía al PP, porque necesitaba hacer ver que era una medida unilateral e innecesaria de Vox. Pero Mazón se creía el más listo de la clase.

Lo que pasa con los más listos es que un acontecimiento inesperado puede convencer a los demás de que en realidad son los más idiotas. En política, como en casi todo lo demás, conocer tus limitaciones es una señal de inteligencia. Estar atento a lo que hacen o dicen otros es una forma de reducir los errores. Al final, ni siquiera en su partido comprenden la conducta de Mazón desde el 29 de octubre. “No entiendo nada de lo que hace”, dijo Fernando Garea en Hora 25. “Me consuela que cuando hablas con dirigentes del Partido Popular nadie le entiende tampoco”.

Garea comenta que Feijóo está muy enfadado con él. Sin embargo, el líder ha decidido unir su destino al del presidente valenciano, una apuesta que es cuando menos arriesgada. No le queda otra al PP, o al menos eso creen sus dirigentes, aunque en privado no ocultan que la gente nunca perdonará a Mazón por lo que hizo el día de la tragedia.

La última idea genial de Mazón ha sido contratar a un teniente general retirado para que dirija la reconstrucción como vicepresidente de su Gobierno. Uno pensaría que quien debería dirigir la reconstrucción es el presidente de ese Gobierno, pero no. Parece que así libera tiempo para ocuparse de asuntos más importantes, como celebrar comidas de tres horas a la búsqueda de un nuevo responsable de la televisión autonómica con el que controlar sus programas. En el PP, nunca olvidan estas prioridades. Vamos, que se lo pregunten a Díaz Ayuso.

El nombramiento de Francisco José Gan Pampols, de 66 años, ha suscitado reacciones de sorpresa por la novedad. No hay precedentes de algo así a ese nivel en los gobiernos españoles. Algunos han citado el caso de Gutiérrez Mellado en el Gobierno de Adolfo Suárez, pero él sólo se ocupaba de las Fuerzas Armadas. Vox ya tiene varios exmilitares en cargos electos. Por ejemplo, Fulgencio Coll, que fue jefe del Estado Mayor del Ejército y que ahora es concejal en Palma de Mallorca. Esa tendencia proviene del espíritu ultranacionalista del partido y su intención de glorificar a los militares y desprestigiar a los políticos que no comparten sus prejuicios en una democracia.

Nunca un militar retirado ha tenido competencias políticas tan sensibles y que abarquen a tantas áreas como las que se han encomendado a Gan. Su experiencia es relevante. Estuvo destinado en misiones de paz en Bosnia y Kosovo, como también en las labores de reconstrucción de una provincia de Afganistán. Esto ha dado lugar a comentarios no muy inteligentes. España no es Afganistán y los militares que trabajaron allí, y que hicieron todo lo posible por mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, no tenían ninguna posibilidad de éxito. No hay reconstrucción posible si no hay Estado, si no hay un Gobierno que asuma la responsabilidad en esa zona. Es como limpiar la herida y poner una venda sobre una fractura. Tiene mejor aspecto, pero la lesión no se ha curado. 

Mazón intentó tirar de manual con los lugares de costumbre. Se refirió a “la peor situación de nuestra historia reciente, solo comparable a un escenario bélico”. Ahí no hizo más que repetir los discursos habituales en las catástrofes naturales, lo vimos en la pandemia, con la manía de comparar la tragedia con una guerra. Ni es lo mismo ni los métodos necesarios para recuperar la normalidad tienen nada que ver con lo que ocurre en un conflicto bélico. 

Escribí sobre ello en la pandemia cuando Macron y Sánchez utilizaron en sus discursos unas cuantas metáforas bélicas. En las ruedas de prensa en Moncloa, tuvo mucho protagonismo al principio el general Villarroya, que ofreció perlas como esta: “En esta guerra irregular y rara que nos ha tocado vivir, en la que nos ha tocado luchar, todos somos soldados”. Seguro que sí, pero él recibió la vacuna mucho tiempo antes que los soldados, incluidos los de más de 70 años. 

Para añadir más confusión a la decisión de Mazón, Gan ha hecho algunas declaraciones que son entre confusas y absurdas. En varias entrevistas, ha dicho que quería “quitar el debate de la reconstrucción del ámbito político”. “No voy a aceptar órdenes políticas ni partidistas”. Afirma que se limitará a aplicar las decisiones que recomienden “los técnicos”, como si todos ellos pensaran igual.

Hay que suponer que está pensando en la etiqueta del partidismo. Es una persona de ideas conservadoras –sólo hay que leerle despotricar contra el “igualitarismo” con una explicación que roza lo reaccionario–, pero no es militante de ningún partido. De lo que hay que deducir que no pretende privilegiar a ninguna localidad para favorecer al alcalde de un partido concreto. Quizá esa sea la idea. 

Algunos de sus comentarios chirrían en exceso: “Yo tengo una ventaja: no soy político, no espero nada de la política y en cuanto acabe me voy a mi casa, que es donde más feliz soy”. Claro, a diferencia de los políticos que son unos aprovechados que siempre están intentando pillar algo, ¿no? Lo malo es que siempre aparece Mazón para estropear la crítica a estas palabras con los primeros contratos asignados a dedo a empresas dirigidas por personas condenadas por delitos o que financiaron la caja B del PP valenciano. De eso ya tenemos varios ejemplos con decisiones de Mazón en el Gobierno del que formará parte Gan. Ejemplos por valor ya de 62 millones de euros.

Gan, que ha escrito un libro y dado conferencias sobre liderazgo, sufre esos defectos habituales en militares retirados. Como escribe Laura Martínez, aboga por construir una “nueva élite”, “alejada de la mediocridad y el cortoplacismo, ajena a la partitocracia”. Yo estoy seguro de que Gan no es un fascista, pero esa idea de que necesitamos nuevos líderes alejados de los partidos y supuestamente consagrados a salvar a la nación se escuchó mucho en los años 30 cuando los fascismos destruyeron desde dentro a una democracia liberal que es cierto que por entonces gozaba de una mala salud. Y que en décadas posteriores ha alimentado multitud de mesianismos de izquierda y derecha, como seguimos viendo en Latinoamérica. 

“Gan Pampols no viene a hacer política, sino a reconstruir”, dijo Feijóo con su habitual falta de habilidad para expresar pensamientos complejos. Como si la reconstrucción de una zona castigada por una tragedia no obligara a tomar decisiones políticas sobre el uso de fondos públicos. O sobre la prevención necesaria en relación a la construcción de viviendas en zonas inundables. 

Le guste o no a Gan, ahora es un cargo político mientras ostente su nueva función en el Gobierno valenciano. Tendrá que lidiar con otros miembros (políticos) del Gabinete, adaptarse a las prioridades marcadas por un Gobierno presidido por un político, afrontar las preguntas y críticas de otros políticos en el Parlamento valenciano, coordinarse con otras administraciones dirigidas por políticos y respetar las normas sobre el funcionamiento de la Administración pública que aparecen en la Constitución y las leyes aprobadas por… los políticos. No va a crear una burbuja técnica o castrense en el corazón de un Gobierno. 

Necesitamos más ciervos en televisión

Convertir el cabreo en humor es uno de los mejores ejercicios de salud mental que existen. Es un poco como la frase “estoy que no sé si tirarme al Metro o a la taquillera”, afirmación de indudable mal gusto que pongo aquí sólo para que me puedan criticar con ganas. En La Revuelta estaban tan cabreados este jueves porque los intereses comerciales de Antena 3 y de la empresa organizadora del Mundial de Moto GP les impedían entrevistar al campeón Jorge Martín –privilegio asignado a El Hormiguero– que lo contaron en el programa. Y lo que es mucho mejor, para sustituir a la entrevista no emitida, dedicaron los últimos doce minutos a emitir imágenes de animales, con los ciervos aullando en su berrea y sus ganas de ya sabes qué.

Marcos Méndez detalla la cronología de los acontecimientos de lo que ahora es más que nunca la madre de todas las batallas televisivas. Lo más divertido es que el programa que incluía ese fragmento protagonizado por venados excitados y montado a última hora estuvo a punto de superar en audiencia al programa de Pablo Motos en el periodo de tiempo en que coincidieron. 

Francamente, de todas las opciones posibles de enfrentamiento entre las dos Españas, esta de La Revuelta contra El Hormiguero es de las más divertidas que podamos imaginar, sin contar con que no se espera que provoque bajas civiles. De momento. 

La frase

“Yo he comprado un dron a la UCE2, yo he estado en Logroño disparando con el GAR, tengo una medalla de la UCE2 que está en el BOE, igual que tengo relación con la CIA y el FBI a través de la UCE2”.

Víctor Aldama, el James Bond de Zamora.

El idiota de Boris

Tim Shipman es un periodista de The Sunday Times que publica libros muy interesantes sobre la política británica con unas fuentes de primer nivel. Ha publicado en el periódico un extracto de su libro que saldrá el próximo año, 'No Way Out. Brexit: From the Backstop to Boris'. Incluye un comentario brutal de Isabel II unos pocos días antes de su muerte. Boris Johnson había dimitido en julio de ese año y fue finalmente sustituido por Liz Truss en septiembre. Menos de una semana después, falleció la reina. En uno de los actos protocolarios posteriores, se juntaron responsables de la Casa Real, políticos, arzobispos y jueces. Un ministro ofreció sus condolencias a un asesor de la reina y esta fue la respuesta:

“El miembro de la Corte explicó que los últimos días de la reina habían sido felices. Había reunido a su familia y al personal más cercano dos días antes de su muerte. El cortesano comentó que cuando alguien sacó a relucir el nombre de Boris Johnson, la reina, con una mirada traviesa, dijo: 'Bueno, al menos no tendré a ese idiota organizando mi funeral'”.

Qué pesadilla, otra red social más

Al igual que los ñúes y cebras que se dirigen al Serengeti, se ha producido una gran migración desde las praderas algo gastadas de Twitter hasta los nuevos pastos de Bluesky. Los que ya están allí dicen que está menos abarrotado y que se respira menos tensión. No hay tantos depredadores que te arrancan la garganta si te descuidas. Es lo que tienen las redes sociales. Son una actividad de alto riesgo.

Así que acabo de plantar la tienda también allí. Se supone que los periodistas debemos buscar a los lectores allí donde se encuentren. Antes era al revés. Qué se le va a hacer. Seguimos en Twitter y ahora también me pueden encontrar aquí en Bluesky. Lo de los periodistas es increíble. No hay sitio donde no den la brasa. Nos vemos en Twitter, en Bluesky y en los bares. Y en elDiario.es, claro.

Después de este breve espacio publicitario, me despido hasta la próxima semana. 

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