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Las aspiraciones de aquel 28F siguen vigentes en Andalucía

27 de febrero de 2024 20:38 h

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El referéndum del 28 de febrero de 1980 para el acceso a la Autonomía de Andalucía se produjo bajo unas durísimas condiciones, pero arrojó un aplastante apoyo popular mayoritario. Votaron a favor 2.2481.792 personas frente a 152.778 que votaron en contra. Se planteó con una pregunta retorcida y se exigía la mayoría absoluta, no ya de los votos emitidos, sino del censo electoral pero no fue suficiente para frustrar el resultado. Aquel 28F institucionalizó el éxito de las movilizaciones del 4D de 1977 en las que fue asesinado el joven sindicalista de las Comisiones Obreras, Manuel José García Caparrós. Al referéndum se llegó tras un intenso proceso de acumulación de fuerzas protagonizado por los sindicatos de clase, el movimiento campesino, el movimiento vecinal, el mundo de la cultura y los partidos de izquierdas y andalucistas, muy especialmente el Partido Comunista. En este contexto de toma de conciencia y movilización popular se rompió el guion de la transición que dejaba fuera a Andalucía del marco competencial del resto de nacionalidades históricas.

Hoy, que está en boga hablar de soberanía, corresponde advertir que aquel proceso de conquista del autogobierno andaluz fue un ejercicio de soberanía popular. De facto fueron las capas populares andaluzas las que decidieron e impusieron por la vía democrática, en las calles y en las urnas, en papel de Andalucía en la construcción del modelo territorial del país. Se hizo trizas con el encorsetamiento a su rol de subalternidad política y de pueblo pasivo como pretendía la derecha. 

Aquel ejercicio de soberanía popular fue más allá del reconocimiento competencial en tanto expresó la existencia de una realidad nacional andaluza. La derecha no quería el autogobierno ni quería al pueblo organizado y con conciencia de sus intereses propios, y perdió por partida doble. La derecha suponía a un pueblo consentidor del subdesarrollo económico y social y se encontró con evidencia de que el pueblo andaluz se reclamaba como nacionalidad histórica. 

El modelo productivo asigna un rol de periferia a Andalucía y esta padece un capitalismo extractivista en el que los fondos de inversión tienen cada vez más peso en los sectores económicos

Por eso el 28F sigue escociendo a la derecha y esta necesita reescribir la historia. Se envuelven en la bandera, romantizan la conquista del autogobierno, esconden su nefasto papel histórico y relegan al pueblo andaluz al papel de comparsa en aquel proceso. No es casualidad que Moreno Bonilla confronte cada vez que puede con Cataluña, solo desde esa polarización artificial se hace el hueco para hablar en nombre de Andalucía. Pero ya lo advirtieron los andalucistas congregados en la Asamblea de Córdoba de 1919 (entre ellos Blas Infante): “Cuando os inviten a luchar entre regiones hermanas, luchad por la libertad de Andalucía”.

En aquella asamblea de Córdoba de 1 d enero de 1919, en el contexto de las luchas campesinas de nuestro trienio bolchevique, se dijeron dos cosas de plena actualidad.

En primer lugar, que el centralismo era un lastre para el progreso social y económico de Andalucía. El modelo productivo asigna un rol de periferia a Andalucía y esta padece un capitalismo extractivista en el que los fondos de inversión tienen cada vez más peso en los sectores económicos (ya se han hecho con el sector inmobiliario y ahora van a por el sector agrícola). Un capitalismo extractivista que lo primero que exprime es el bienestar y la calidad de vida de la gente: seguimos encabezando las tasas de precariedad de toda la UE, un tercio de los niños andaluces están en riesgo de exclusión social y 10 de los 15 municipios más pobres de España son andaluces. 

En segundo lugar, también en aquella asamblea de Córdoba, hace 104 años, dijeron “aún las regiones que más aman la solidaridad, como sucede a Andalucía, van dándose cuenta de que los verdaderos separatistas son ellos: los que esparcen recelos”. Así es, la derecha extrema y la ultraderecha quieren enfrentar a los pueblos de nuestro país, son quienes de verdad azuzan la división para romper la convivencia. Los verdaderos separatistas son ellos. Es la derecha del Partido Popular la que hoy rompe España y más desigualdad genera cuando promueve el dumping fiscal entre comunidades autónomas, cuando otorga privilegios fiscales a las grandes fortunas mientras cierra plantas de hospital.

El 28F sigue escociendo al Partido Popular porque las aspiraciones de aquel referéndum dejan en evidencia las políticas antisociales de la derecha

Hoy Andalucía necesita acometer grandes transformaciones para resolver sus problemas estructurales, unas transformaciones que necesitan políticas valientes y menos propaganda como a la que nos tiene acostumbrado el gobierno andaluz de Moreno Bonilla. En el 28F se ganó el autogobierno porque debía servir para desplegar un estado del bienestar con sanidad y educación públicas de calidad, justo las que está desmantelando el gobierno andaluz para que unos pocos puedan hacer negocio. El 28F sigue escociendo al Partido Popular porque las aspiraciones de aquel referéndum dejan en evidencia las políticas antisociales de la derecha.  

Mujeres y hombres del campo votaron sí a la Autonomía. Recordemos que más del 45% de la población andaluza de 1980 vivía en pueblos de menos de 20.000 habitantes, es decir, el mundo rural fue protagonista en la consecución de la Autonomía. Si hoy reivindicamos el 28F ha de ser también para hablar del futuro de la agricultura social y familiar que necesita protección frente al funesto impacto de la entrada de los fondos de inversión y del dominio de la agroindustria, y para hablar de una política hídrica valiente que gestione el agua en función de la oferta (el agua de la que realmente disponemos) y no de la demanda de un modelo de desarrollo insostenible.

El país afronta un debate en torno a su modelo productivo, a la transición energética, al estado del bienestar y al modelo territorial en el que tiene que estar Andalucía. Somos una nacionalidad histórica, como consagra nuestro Estatuto de Autonomía, y debemos jugar un papel en ese debate como se hizo en aquellos 4D y 28F.

El referéndum del 28 de febrero de 1980 para el acceso a la Autonomía de Andalucía se produjo bajo unas durísimas condiciones, pero arrojó un aplastante apoyo popular mayoritario. Votaron a favor 2.2481.792 personas frente a 152.778 que votaron en contra. Se planteó con una pregunta retorcida y se exigía la mayoría absoluta, no ya de los votos emitidos, sino del censo electoral pero no fue suficiente para frustrar el resultado. Aquel 28F institucionalizó el éxito de las movilizaciones del 4D de 1977 en las que fue asesinado el joven sindicalista de las Comisiones Obreras, Manuel José García Caparrós. Al referéndum se llegó tras un intenso proceso de acumulación de fuerzas protagonizado por los sindicatos de clase, el movimiento campesino, el movimiento vecinal, el mundo de la cultura y los partidos de izquierdas y andalucistas, muy especialmente el Partido Comunista. En este contexto de toma de conciencia y movilización popular se rompió el guion de la transición que dejaba fuera a Andalucía del marco competencial del resto de nacionalidades históricas.

Hoy, que está en boga hablar de soberanía, corresponde advertir que aquel proceso de conquista del autogobierno andaluz fue un ejercicio de soberanía popular. De facto fueron las capas populares andaluzas las que decidieron e impusieron por la vía democrática, en las calles y en las urnas, en papel de Andalucía en la construcción del modelo territorial del país. Se hizo trizas con el encorsetamiento a su rol de subalternidad política y de pueblo pasivo como pretendía la derecha.