En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.
La derecha egoísta
En la sesión de control de esta semana en el Congreso de los Diputados, el Partido Popular colmó el vaso de la mezquindad en su afán de ser más radical que la extrema derecha. Pablo Casado y su grupo mordían con inquina la mano tendida del Gobierno para dar una respuesta conjunta a la crisis social y económica por el coronavirus. No tienen ningún interés en el acuerdo y sólo actúan en clave de desgaste al Ejecutivo. Y no sólo con sus palabras gruesas y cargadas de agresividad, sino con sus hechos corrosivos: con su intento de criminalizar al Gobierno, manoseando los fallecidos como arma arrojadiza; con su negativa a un Pacto de Reconstrucción para convertir la comisión en una investigación en toda regla; y con la estrategia coral de las comunidades autónomas que gobiernan de desmarque de cualquier medida que se toma, con la madrileña Díaz Ayuso como mascarón de proa de la política de tierra quemada. Dice el refrán que dos no pueden si uno no quiere, y es más que evidente que los populares están por obstaculizar y no arrimar el hombro.
Los dirigentes del PP repiten consignas como papagayos. Da igual la evolución de los datos en España y en otros países del mundo. Ellos, a lo suyo, erre que erre aferrados al viejo axioma del mal periodismo de que ‘no dejes que la realidad te cambie un buen titular’. No dejan de confundir a la opinión pública española con que nuestro país lidera los peores rankings sin ser verdad. No se trata de sacar pecho de una situación dramática y muy dolorosa, se persigue (nada más y nada menos) que rememos todo en la misma dirección.
Nadie estaba preparado en este planeta para enfrentar esta pandemia provocada por la COVID-19. Honestamente, no se puede entonar el mal de muchos, pero conviene no olvidar que sufrimos una epidemia global. Potencias mundiales como EEUU y Reino Unido, que se tomaron este virus a la ligera, se sitúan al frente de la estadística de fallecimientos y su incremento diario de contagios es muy superior al de España, y aunque remiten efectos del virus, a estos dos países con presidentes iconos del conservadurismo les queda un trecho duro por recorrer todavía. Bélgica presenta la mayor tasa de mortalidad del mundo. Por no citar a Trump y Bolsonaro y sus patéticas extravagancias. Gracias al esfuerzo colectivo, con durísimas medidas de confinamiento, aquí hemos doblegado la curva, antes que Italia y Francia. Todo esto, referido a nuestro entorno occidental, no lo quiere ver en el PP, que se comporta como derecha extrema y muy alejada del comportamiento de los partidos homólogos europeos.
Además de esta actitud desalmada y ruin, la derecha española es autárquica y ombliguista. Demuestra que atesora aún genes en su ADN de la época más oscura de nuestra historia. Su único objetivo es hacer creer a los españoles que la pandemia sólo produce estragos aquí por la gestión de un Gobierno socialcomunista. Una astracanada que difunden a través de redes y con la complicidad de altavoces mediáticos. El Gobierno ha reconocido errores, ha hecho autocrítica, su actuación responde a criterios técnicos-científicos, a un compromiso firme por la salud pública y por no dejar a nadie atrás, ha liderado una respuesta solidaria desde Europa, el presidente Pedro Sánchez ha estado dando la cara de forma permanente... A toro pasado, hay cosas que evidentemente se podrían haber hecho mejor. Pero hemos de recordar que atravesamos una pandemia sin precedentes, sin manual de instrucciones y que es ahora cuando la ciencia empieza a articular una teorización compartida sobre el fatídico bicho.
La derecha sólo piensa en destruir. Impone su egoísmo, su espurio interés electoral, al bien general. El tiempo les pasará factura. El ciudadano de a pie sólo exige trabajar juntos para superar esta crisis. Sin duda, el mejor homenaje que podemos rendir a las casi 25.000 víctimas mortales es que este país recupere cuando antes la actividad económica y que no tenga el impacto social de la recesión de 2008. Pongámonos a ellos sin excusas.
En la sesión de control de esta semana en el Congreso de los Diputados, el Partido Popular colmó el vaso de la mezquindad en su afán de ser más radical que la extrema derecha. Pablo Casado y su grupo mordían con inquina la mano tendida del Gobierno para dar una respuesta conjunta a la crisis social y económica por el coronavirus. No tienen ningún interés en el acuerdo y sólo actúan en clave de desgaste al Ejecutivo. Y no sólo con sus palabras gruesas y cargadas de agresividad, sino con sus hechos corrosivos: con su intento de criminalizar al Gobierno, manoseando los fallecidos como arma arrojadiza; con su negativa a un Pacto de Reconstrucción para convertir la comisión en una investigación en toda regla; y con la estrategia coral de las comunidades autónomas que gobiernan de desmarque de cualquier medida que se toma, con la madrileña Díaz Ayuso como mascarón de proa de la política de tierra quemada. Dice el refrán que dos no pueden si uno no quiere, y es más que evidente que los populares están por obstaculizar y no arrimar el hombro.
Los dirigentes del PP repiten consignas como papagayos. Da igual la evolución de los datos en España y en otros países del mundo. Ellos, a lo suyo, erre que erre aferrados al viejo axioma del mal periodismo de que ‘no dejes que la realidad te cambie un buen titular’. No dejan de confundir a la opinión pública española con que nuestro país lidera los peores rankings sin ser verdad. No se trata de sacar pecho de una situación dramática y muy dolorosa, se persigue (nada más y nada menos) que rememos todo en la misma dirección.