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No son sólo los huesos del abuelo
El pasado 13 de noviembre asistí a la concentración que se celebró en Sevilla en defensa de la Ley Andaluza de Memoria Histórica y Democrática y de recuerdo y homenaje a las víctimas del franquismo.
Soy directivo de una de las entidades convocantes de ésta, la Coordinadora Andaluza por la Memoria Histórica y Democrática y descendiente de asesinados en 1936 durante la represión franquista.
Fue una movilización multitudinaria, multigeneracional y con una mayoritaria participación de personas menores de 80 años.
Es bastante probable que muchas de ellas, como es mi caso, no tenía edad suficiente para haber sufrido directamente las atrocidades de la crueldad franquista ni siquiera de haber conocido a aquel abuelo del que siempre se hablaba a voz callada y aprovechando la intimidad del hogar familiar.
Sin embargo, estuvimos en la concentración con la absoluta convicción de que la mañana de ese sábado el destino nos había señalado allí nuestra presencia respondiendo a aquella convocatoria y engrosando una asistencia sin precedentes en la historia reciente de España en manifestaciones de similar naturaleza.
Cabe preguntarse por las motivaciones por las que los participantes secundamos aquella convocatoria y, especialmente, por las que impulsaron a aquellos de generaciones más jóvenes. ¿Fueron la añoranza y el recuerdo de aquel abuelo al que nunca conocimos? ¿Fue quizás el deseo de representarlo a él y a nuestras familias en ese acto? ¿O fue la exigencia al Gobierno Andaluz de que cumplan las leyes como corresponde en un Estado de Derecho? ¿O fue un poco de todo?...
Por otro lado, hace ya unos años que venimos oyendo por boca de representantes políticos e institucionales de la derecha de nuestro país peligrosos e indignantes pronunciamientos respecto a las víctimas del franquismo y de las políticas públicas reparadoras de su memoria. Improperios de naturaleza similar a los que ahora, secundando el modelo, reproducen los nuevos moradores de los parlamentos e instituciones españolas: la ultraderecha. Sumándose así a un desprecio obsesivo que desde hace años el principal partido de la derecha española (PP) exclusivamente venía manifestando hacia las víctimas del franquismo, sus familias y por las políticas reparadoras de la Memoria Histórica y Democrática.
Pudieran servir como claros ejemplos de esto el pronunciamiento de 2006 en sede parlamentaria del diputado por el PP en Cortes Martínez Pujalte cuando, dirigiéndose al entoncespPresidente del Gobierno Rodríguez Zapatero le espetó “¡Ya saca a pasear al abuelo!”, en clara alusión a la condición de éste de nieto de fusilado por el franquismo.
O el de aquellas palabras ante las cámaras de la cadena de los obispos (13TV) de Rafael Hernando, por aquel entonces portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, cuando dijo aquello de que “Algunos se han acordado de sus padres cuando ha habido subvenciones para encontrarlo”. El insulto que estas palabras supuso para las familias hizo que cinco años después tuviera que admitir su error.
O, más recientemente, cuando el mismo presidente del Partido Popular, Pablo Casado, afirmó que “los de izquierdas son unos carcas, todo el día con la fosa de no sé quién”.
Dejando en evidencia estas declaraciones un absoluto desinterés de la derecha española por las víctimas del franquismo y por sus familias. No es casual, por tanto, el desmantelamiento que el actual Gobierno Andaluz está llevando a cabo con las políticas públicas de memoria histórica y democrática dejando morir la Ley 2/17 con su falta de desarrollo, sus reiterados incumplimientos por el Ejecutivo Andaluz o a través de su inanición presupuestaria sostenida.
Con esto, la derecha española debe de una vez por todas dejar clara cuál es su posición respecto a un franquismo al que le siguen uniendo muchos vínculos ideológicos, familiares y económicos y su posición ante las víctimas de aquel régimen totalitario fascista.
No se puede entender que pretenda apropiarse de las banderas de la libertad y de la democracia mientras no se pronuncie de forma activa en favor de los principios inspiradores del derecho internacional de protección a los Derechos Humanos y por cuya defensa las víctimas del franquismo pagaron con su propia vida o con su libertad.
Por tanto, la reparación individual de éstas necesariamente nos debe conducir a la construcción de nuestra memoria colectiva que no sólo nos debe ayudarnos a conocer la verdad de lo que ocurrió durante la represión y la Dictadura franquista; ni tampoco solamente nos debe facilitar la interpretación de nuestro presente como país; sino que también debe reivindicarse como la mejor fórmula para la construcción de una sociedad del futuro sobre la base de unos principios democráticos sólidamente consolidados… y aquí también es necesaria la derecha.
Aquellos que asistimos a la concentración del sábado 13 de noviembre, también los de generaciones más jóvenes, no sólo estuvimos allí para reclamar los huesos de un abuelo al que muchos no conocimos para dignificar su memoria. Lejos de pasar página, exigimos sobre todo la protección de las generaciones futuras ante la irrupción amenazante de un fascismo emergente construyendo para ello entre toda la ciudadanía y sus instituciones una sociedad libre, democrática y en convivencia pacífica. No sólo eran los huesos del abuelo, en todo caso también su ejemplo.
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