Fue una aventura inolvidable. Había robots, mascotas, coches del futuro y hasta un camello solar. En el Pabellón de la Energía había todo lo necesario para que, en apenas media hora, el visitante se pudiera hacer una idea somera del universo y el poder de los electrones.
A Manuel Martín, que por aquella época comenzó a trabajar en la compañía eléctrica Sevillana (hoy Endesa), le tocó dirigir aquella 'orquesta' que llegó a tener cerca de 40 empleados a su cargo. En la llamada Plaza del Futuro, junto a los pabellones de la Telecomunicación, el Medio Ambiente y el Universo, los arquitectos Martorell, Bhoigas y Mackay diseñaron el Pabellón de la Energía.
Cerca de dos millones de personas (1.800.000 para ser exactos) lo visitaron, convirtiéndose así en el segundo pabellón mas visitado de la Expo, después de el de la Navegación. Pero antes de aquellos cientos y cientos de miles de personas pisaran el pabellón temático, hubo que cumplir con plazos y presupuestos. Manuel Martín lo compara con el servicio militar, algo que se recuerda con decenas de anécdotas y cuyos recuerdos menos amables se olvidan con facilidad. “Fue una aventura interesante, pero llena de tensiones, porque había que cumplir con las condiciones económicas y los plazos”, explica.
Martín recuerda que hubo muchas visitas de directivos de las empresas de la energía que patrocinaron el pabellón, así como de dirigentes de los países que tenían representación en la Exposición Universal de Sevilla.
“Lo más importante fue la gente de a pie, porque les interesaba el tema de nuestro pabellón, cuáles iban a ser las energías alternativas y todas las cosas experimentales que mostrábamos allí: desde un coche eléctrico que funcionaba con energía fotovoltaica, hasta el camello solar, pasando por la bicicleta de Miguel Indurain, con el que explicábamos cómo funcionaba la energía mecánica muscular. Los pabellones nacionales exhibían lo mejor de cada país, pero nosotros queríamos hacer pedagogía”, desgrana este ingeniero naval, licenciado en Económicas y que, ya jubilado, está a punto de graduarse en Sociología.
Como a Martín, al pabellón no le faltaba la curiosidad. El camello solar era uno de los inventos que más llamaba la atención de los visitantes del Pabellón de la Energía. El camello era un ejemplo de tecnología aplicada, ya que con placas solares sobre sus jorobas, el mamífero era capaz de generar energía para refrigerar vacunas y medicamentos durante su transporte en un lugar, el desierto, en el que si algo no falta es la materia prima de las placas: los rayos solares.
“La energía fotovoltaica se utiliza hoy en día en miles de cosas y lo del camello solar no era más que eso: emplear esa energía, en vez de para iluminar, como ocurre con farolas o calculadoras, usarla para refrigerar y llevar medicamentos. La energía solar se puede emplear para conseguir frío, algo que entonces era una cosa muy particular. En el pabellón no teníamos un camello de verdad, sino uno que parecía disecado”, explica el profesor jubilado de la Universidad de Sevilla.
Para llamar la atención de los más pequeños, un robot recibía a los visitantes. Se llamaba Sico y era una apuesta por la innovación, que medía dos metros y pesaba casi 200 kilos. “Tratábamos de familiarizar a la gente con los robots. Hablaba y contestaba, era un truco para acercar a la gente a la sociedad del futuro”. Sico salió el 13 de agosto del recinto de la Expo para visitar a los niños del Hospital Virgen del Rocío. Ya se había encargado de saludar a a la familia real durante su visita al pabellón. La novedad era que, por primera vez, un androide era capaz de tener conversaciones inteligentes y hasta bromear con personas de carne y hueso.
Sico no estaba solo en su tarea divulgadora y tenía a los Energos de su lado, las simpáticas mascotas del pabellón, que llegaron a tener su propio cómic: 'El rescate de los Helios. Una aventura de los Energos', en el que se relataba l secuestro de Helios, “sabio cuya desaparición provoca el caos en la maquinaria que mueve el mundo y favorece el progreso de la Humanidad. Varios Energos viajan a la Exposición Universal de Sevilla para rescatarlo ya que es el único que conoce todos los secretos de la energía”.
En cualquier caso, más allá de las innovaciones tecnológicas, lo importante era concienciar a los visitantes sobre un tema de rabiosa actualidad: el agotamiento de los combustibles fósiles y la necesidad de apostar por las energías renovables. Martín cree que en estos 25 años “ha habido una concienciación muy importante. La gente sabe que si los combustibles fósiles no se han agotado, lo harán en el futuro y que las energías renovables no sólo son renovables, sino que son limpias. Se ha avanzado muchísimo y en España hay días en los que el 80% de la energía que se produce es eólica”. A Martín le tocó, eso sí, jugar con malabares, ya que los patrocinadores de su pabellón procedían también del mundo del petróleo y el gas.
“La experiencia fue satisfactoria, tuvimos un pequeño superávit y la afluencia fue muy importante. Cumplimos tanto con los patrocinadores, como con los visitantes”, concluye.