Cuando Heinz Edelmann se imaginó la mascota de la Expo 92, dibujó un ave antropomorfa. Con matices, claro. Aquel ser tenía patas de elefante, una cresta arcoiris de indudable inspiración punky (eran finales de los ochenta), un pico multicolor y una inmensa sonrisa. Fue uno de los grandes aciertos de la exposición universal, una mascota popular, a la que el equipo dramático que, literalmente, se metió en su piel y terminó aportándole su personalidad. “Es como un niño: espontáneo, divertido y entrañable. Hacía las mismas tonterías delante de un niño que de un rey”, explica Pilar Pinazo, una de las almas de Curro durante la Expo.
A lo largo de estos 25 años, la popularidad de Curro ha traspasado las fronteras del abundante merchandising vendido durante la Expo y se ha convertido en un icono, de tintes nostálgicos, que muchos artistas han querido homenajear o subvertir con fines políticos, sociales, humorísticos o meramente estéticos. Es así, como han surgido Curros de todo tipo: monstruosos, nazis, tiernos, heridos, reales o macarras.
El diseñador sevillano Fernando Infante cree que la esencia gamberra, irónica de Curro siempre estuvo ahí. “Lo fundamental es que Curro, como mascota, siempre ha mantenido el mismo espíritu divertido y relajado y que la ciudad siempre lo ha interpretado así. El único cambio ha sido que se ha ampliado ese tono simpático que ya tenía Curro, convirtiéndolo en algo aún más divertido. En los últimos años, se ha transformado en un icono de la modernidad con el que se ha jugado de manera irónica. En cualquier caso, eso estaba ahí desde el principio”. Infante, como hace la propia Pilar Pinazo, recuerda que el comportamiento de Curro con los jefes de Estado extranjeros “exageraba ya ese punto de simpatía y de guasa”.
“Aunque jugara con elementos como el arcoiris o su sonrisa, su actitud siempre fue desafiante y su pico era muy inquietante. Curro es como las canciones pop de los años 60: aparentemente joviales e ingenuas, pero con un punto siniestro”, sentencia Infante.
Pedro Delgado: Curro herido
En ese lado oscuro es en el que han ahondado algunos artistas de la ciudad. Es el caso de Pedro Delgado, que dibujó un Curro de trazo naif, pero añadiéndole un punto gore al incluirle sangre mediante un collage digital. “Al investigar la historia de los movimientos sociales surgidos al calor de la la Expo, descubrí que un día antes de su inauguración, hubo una represión policial muy fuerte en la que llegó a haber heridos de bala. Yo lo desconocía y al descubrirlo, quise hacer una crítica al 25º aniversario: todo no había sido una celebración de la que estar orgulloso”.
La intención de Delgado era ofrecer “una visión de Curro como una víctima más del negocio político de la Expo, poniéndolo más como una víctima que como un cómplice, que el propio Curro se viera sorprendido por esa manera de aplacar el movimiento social. Es un imagen de Curro muy pulcra, muy similar al original, a la que le añado sangre mediante un collage digital, ofreciendo así un contraste entre lo ficticio y lo real”.
Ricardo Barquín Molero: Curro Godzilla
Ricardo Barquín Molero da un paso más allá y firma el cartel de “Nada que celebrar”, una plataforma ciudadana que celebró a finales de abril unas jornadas recordando que “el 19 de abril de 1992, una manifestación contra la celebración del Quinto Centenario fue reprimida por la Policía Nacional de Sevilla, con el balance de tres heridos y un gran número de detenidos. La represión se extendió por toda la ciudad hasta alcanzar la cifra de 84 detenidos y un gran número de denuncias por malos tratos en comisaría”.
Barquín ilustra las jornadas con un impactante collage digital con un Curro-Godzilla pisoteando Sevilla. “Me apetecía convertir al simpático personaje creado por Heinz Edelmann en algo violento y destructivo, más en estos días en los que la ciudad se vuelca en celebrar el aniversario de la Expo 92, que además de represión nos dejó infraestructuras abandonadas, corruptelas varias y unas pérdidas económicas de 210 millones de euros, por las que ningún político o empresario resultó condenado. Resulta curioso saber que los actores que estaban debajo del disfraz de Curro trabajaron 6 meses como autónomos y después no tuvieron paro, mientras que Jacinto Pellón, gestor de la Expo, cobró 18 millones de pesetas por finalización de contrato”, explica.
Para dar fuerza al mensaje, el contenido se alía con la técnica, de manera que su diseño es un “collage a la antigua, es decir, papel, tijera y pegamento, rematado digitalmente, para crear así ruido y contrastes. Se imprimieron algunos originales en risografía a dos tintas, para acentuar aún más el acabado sucio y callejero. Por cierto, vi algún cartel en la calle arrancado con saña, así que creo que di en el clavo”.
Pablo Vallejo: Curros
De la Sevilla inmutable habla también Pablo Vallejo. Para este diseñador, la Expo está llena de recuerdos y fue un paso a la madurez, al viajar solo por primera vez para ver algo tan “fascinante” como esa exposición universal plagada de vanguardia artística y tecnológica. Su ilustración Curros, expuesta hace años junto a obras de otros artistas, es un Curro al cuadrado: el torero Curro Romero con la cresta del Curro de la Expo. “He tratado de aunar la Sevilla moderna y abierta al mundo, que en un momento representó Curro, y esa otra Sevilla inmovilista, rancia y casposa. Son las dos Sevillas: por mucho que vayamos de modernos, seguimos lastrados por la Semana Santa, los toros y los señoritos”.
Para lograrlo, Vallejo recurre a “una línea clara, sin artificios. Quería trasladar el trazo que se empleó con Curro para llevarlo al otro Curro (Romero) y que no chirriara demasiado. Prescindí de todo artificio y ni siquiera quise incluirle las letras de la mascota de la Expo”.
África del Norte: Curro nazi
Si Delgado y Barquín miran al pasado y Vallejo lo hace el presente, uno de los colectivos artísticos más guerrillero de Sevilla, África del Norte, lo hace mirando al futuro. No en vano, son los más jóvenes del grupo retratado en este reportaje. Lo suyo es la Expo 2092 y se imaginan un Curro nazi. Sus pegatinas inundan las calles de Sevilla... y según cuentan, han llegado también a Tokio y la India. Mr. ADN (prefiere mantener su identidad en el anonimato) explica que en su ilustración, la cabeza de Curro ha sustituido a la del águila del escudo nazi. “Lo que queremos contar es que si siguen así las cosas, Curro será nazi, porque viviremos en un Estado ultraderechista”.
Su técnica se basa en la sobreidentificación, que, tirando de una ironía extrema, permiten ridiculizar el Estado desde su posicionamiento político punk. Es así como hay que entender el comunicado que acompaña a su ilustración: “Desde Africa Del Norte queremos hacer un homenaje al futuro IV Reich, en el que, en el 2092, la ciudad se engalanaría para mostrar al mundo las maravillas del régimen. Gracias a Cristo Rey, ese futuro está cada vez más cerca; cuando empezamos creíamos que la sociedad avanzaba hasta el soñado régimen autoritario capitalista a una velocidad pasmosa, ahora nos damos cuenta que nuestras expectativas han sido adelantadas por la realidad gracias a las políticas abrasivas para la ciudadanía que los gobiernos imperantes nos ofrecen”. Su otro modelo, un Curro que enciende el logotipo de la Expo como si fuera una bomba, se ha convertido en la carta de presentación de este colectivo antisistema.
Paola Villanueva: Curro hiperrealista
Por supuesto, no todo ha sido ironía a lo largo de estos 25 años. La artista Paola Villanueva ha tirado de hiperrealismo para homenajear un icono “muy relacionado con mi infancia y con la cultura sevillana, de la que formo parte”. La originalidad de la propuesta de Villanueva radica en imaginar cómo sería Curro si existiera de verdad. “Vi como Edelmann la había pensado como un híbrido entre varios animales (un ave y un elefante) y quise traducirlo al estilo realista, imaginando cómo sería Curro si fuera real, aprovechando que yo en mi práctica artística siempre tiro de hiperrealismo y eso me lleva al surrealismo”.
Paola lo describe como un “homenaje positivo y cariñoso de lo que pudo significar Curro. Mi intención no es subvertirlo como un elemento negativo, sino todo lo contrario, homenajear ese icono de nuestra infancia desde el hiperrealismo”.
Para bien o para mal, Curro ha seguido muy vivo en el imaginario colectivo de la ciudad, convirtiéndose en un icono que quizás sobreviva hasta esa imaginaria Expo 2092, donde, quién sabe, se habrá convertido en un híbrido real fruto de la ingeniería genética, un Godzilla alimentado por un desastre nuclear... o la cara visible de un régimen autoritario.