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Entrevista - Servando Álvarez

“Los patios árabes fueron el precedente del microclima de la Expo”

Hasta 1992 pocas personas en Sevilla debían saber que era aquello del microclima. Servando Álvarez comprendió que el 'invento' había calado cuando una noche en la Expo una señora mayor le contestó a otra en el autobús de recogida que aquella noche hacía fresco, porque “se habían dejado el microclima encendido”.

Más allá de la anécdota, la Isla de la Cartuja se convirtió en un gigantesco laboratorio para el equipo de ingenieros de Servando Álvarez, Ramón Velázquez y José Guerra. El experimento salió bien y, como resultado, el medio millón de visitantes diarios de la Expo pudo disfrutar de aquel recinto universal como si fuera el patio de su casa.

Pero... ¿en qué consistía exactamente el célebre microclima de la Expo? Hay que imaginárselo precisamente como un patio enorme, pues, de hecho, fueron los árabes los primeros que, con sus jardines, trataron de aclimatar las condiciones para que fuera más agradable estar en el exterior de las viviendas.

“Nadie había tratado el espacio público hasta la Expo y el único precedente eran los árabes con sus famosos patios con fuentes. Las técnicas son las mismas: el patio está confinado, tiene un sistema de cobertura por árboles y hay agua. El agua tiene un efecto psicológico, pues crea sensación de bienestar”, explica el catedrático de ingeniería energética de la Universidad de Sevilla.

Bloquear el sol, enfriar la superficie, enfriar el aire y confinar el espacio. Esos son los cuatro pasos básicos para crear un microclima que genere bienestar.

Paso 1. Bloquear el sol.

“Si el sol te pega, ya puedes olvidarte de todo lo demás. Cuando el sol no te pegue, empiezas a buscar estrategias complementarias. Había zonas como el apeadero del AVE donde solo había protección solar, doble en este caso, que creaba un suelo frío, porque nunca recibía radiación. La sensación térmica era impresionante: la cobertura no se calentaba y el suelo estaba muy frío, que es lo que ocurre en los suelos de los bosques”.

Paso 2. Enfriar las superficies.

Paso 2. Enfriar las superficies.“Las superficies que están bien cubiertas del sol se enfrían solas. El otro complemento fueron las paredes de agua, un elemento que siempre está frío, ya que cuando se calienta, se evapora. El agua en movimiento, con determinados tamaños de gota, no se calienta. En la Avenida Uno de la Expo, había una pared de agua entera que medía casi 200 metros”.

Paso 3. Enfriar el aire.

Paso 3. Enfriar el aire.“El aire se enfriaba mediante el sistema de enfriamiento evaporativo, que funcionaba mediante gotas de pequeño tamaño. Pulverizabas microgotas, que se evaporaban antes de llegar a las personas. En el mes de abril antes de la Expo, pusimos el sistema completo y no se evaporó porque era primavera. Lo pusimos a tope, superó el 100% de humedad relativa y creamos una nube. ”¡Vinieron los bomberos, porque aquello, en vez de una nube, parecía un incendio!“

Paso 4. Confinar el espacio.

Paso 4. Confinar el espacio.“También se aplicaron técnicas de confinamiento, que consistían en estudiar cómo se mueve el aire en el recinto de la Expo. Teníamos un mapa de circulación del aire: sabías cuándo tenías que permitir que circulara el aire y cuándo tenías que impedir que entrara y bloquearlo con elementos de mobiliario urbano”.

Tecnología del bienestar

Las tecnologías que se pusieron al servicio de este microclima iban desde las famosas pérgolas vegetales a la no menos célebre esfera de la Expo, pasando por el sistema de enfriamiento evaporativo (que hoy en día se aplica de manera más barata en terrazas) o las torres frías.

Las torres frías se colocaron en la Avenida de Europa, que “está confinada y en cuyas entradas se pusieron los sistemas de enfriamiento evaporativo. Las torres estaban rodeadas de anillos en su interior y contaban con un sistema de micronización. Eso creaba una niebla completa, que se evaporaba poco a poco al caer”.

Sin embargo, la gran estrella de aquel sistema microclimático fue la Esfera de la Expo, situada en la amplia avenida por donde discurren, en forma de fuentes, los ríos Tigris y el Eufrates. “La esfera es la Tierra. Tiene los micronizadores situados en barlovento, que generaba una pluma tras de la esfera y caía poco a poco. Cuando había viento, creaba un efecto de estela muy bonito”. No por casualidad representaba el logotipo de la Expo y estaba situada en la Avenida de las Palmeras, a cuyos flancos se situaban pabellones internacionales, cuyos vestigios aún hoy se pueden observar, como en el caso del de Hungría, Canadá o la Once.

La idea en definitiva era que los visitantes de medio mundo vivieran la calle, “como el sevillano la vive. Eso estaba muy bien, pero en julio y agosto había que adecuar el espacio”. Toda ese conocimiento ha permanecido más o menos en hibernación hasta que el cambio climático ha comenzado a tomarse (más o menos) en serio por los gobernantes. ¿Cómo están aplicándose hoy en día estas tecnologías?

“En los países árabes hay un especial interés en tratar sus espacios públicos, y montan universidades donde se repiten técnicas de las que se utilizaron aquí. Hay una propuesta de crear un palenque en el que se inscriban las diferentes facultades”, explica el ingeniero.

Sin embargo, no hay que irse tan lejos: la alcaldesa de Madrid y el alcalde de Sevilla tratan de aplicarlo hoy en día en sus ciudades. “La primera que ha hecho algo a escala ha sido Manuela Carmena, pero de forma muy parcial. Si tratas una plaza, expuesta a lo que sea, tiene una garantía de éxito nula. Lo tienes que pensar muy bien. El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, pretende hacer intervenciones en zonas confinadas, como colegios y zonas deportivas. Ahí es mucho más fácil, al ser un recinto cerrado”.

De ese modo, el famoso microclima de la Expo ha terminado haciéndose su hueco no solo en las terrazas de los bares, sino que se visualiza ya como una herramienta de lucha urbana contra los efectos del cambio climático.