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Félix Grande: “Sueñan con devolvernos al siglo XIX, pero no lo van a conseguir”

El poeta, ensayista, novelista, flamencólogo y soldado civil Félix Grande, Premio Nacional de las Letras Españolas 2004, no se rinde, no está cansado. Y no se calla. Tras más de medio siglo de escritura (Galaxia Gutemberg publicó recientemente su Biografía poética corregida y aumentada), en que la emoción y la opulencia verbales han estado siempre al servicio de la concordia, de la fraternidad social, este manchego nacido en Mérida en plena Guerra Civil (1937), pastor de cabras en su infancia y alto discípulo de Luis Rosales, de Julio Cortázar, de Juan Carlos Onetti, anda tan escandalizado con la coyuntura actual como un chaval de veinte años.

Consagrado ya como una de las grandes voces del siglo XX en nuestro idioma y Miembro de la Real Academia Hispano Americana de Cádiz, ultima ahora un heterodoxo volumen crítico, “con muy mala leche”, del que sólo podemos adelantar que saldrá en otoño, y que entremezclará con socarrona furia a personajes tan disímiles como Van Gogh y Dolores Cospedal. Aseguraba, en su paso por Granada, que nos encontramos ante “un golpe de Estado planetario”, y sigue creyendo en la democracia como “la posibilidad de poner semáforos al horror”.

¿Cómo ve España hoy en día, a los españoles? ¿En qué cree que han cambiado las cosas desde su infancia en Tomelloso, desde La balada del abuelo Palancas, hasta hoy? La balada del abuelo Palancas

Don Antonio Machado decía que no suele haber un cambio rápido de sentimentalidad. No creo que haya habido cambios de mentalidad en tan pocos años. Creo que la gente, incluida la aguja en el pajar que es uno mismo, sigue teniendo las mismas emociones radicales: el miedo, el deseo, la codicia. Un poco menos desarrolladas, la abnegación y la piedad. Y tal vez hagan falta unos miles de años para que crezcan estas últimas y disminuyan aquéllas, no lo sé. Quizá las emociones se muevan en situaciones en que la Historia sacude a las comunidades… Pero es que la Historia parece ir muy despacito. Los acontecimientos son vertiginosos, pero la Historia es muy lenta. Y, entre una cosa y otra, ahora vivimos el doble de tiempo y algunos privilegios del Estado del bienestar ya nos son imprescindibles. Quizá fracaso tras fracaso consigamos la victoria. Digo esto porque mi diagnóstico es que no creo que existan las soluciones rápidas. La Historia es densa, pero también es imparable. Cuando la derecha dice que las revoluciones fracasaron, no es cierto: cuando se le cortó la cabeza al rey en Francia, y a unos cuantos principales más, ya se supo que nunca habría una monarquía autoritaria ni de determinación divina en Francia. Lo que pasa es que ese ensueño de hacemos la revolución el viernes y el lunes tenemos el hombre nuevo, no puedo creérmelo; ni necesito creérmelo. Mientras en el genoma de unos cuantos millones de seres humanos exista la palabra No

El viñetista El Roto declaró recientemente en eldiaro.es que “cuando las palabras están enfermas, todo su mundo enferma”. ¿Qué le sugiere que precisamente los enemigos de ciertos conceptos se hayan arrogado dichos conceptos, hasta pervertirlos? El Roto declaró recientemente en eldiaro.es

Yo creo que sí: pervierten la realidad verbal, nada menos que la forma de comunicación de esta especie. Goebbels se las arregló para prostituir muchas palabras e inventar una forma nueva de compra-venta de emociones. Pero Goebbels ha habido muchos ¿Qué coño hacen mis vecinos, y yo mismo, hablando de la prima de riesgo? Pero esto a qué viene. ¿Qué hace la gente diciendo “es que el IBEX 35…”? ¿Qué hacemos hablando en la calle, en el bar, de estas cosas? Esa ocupación gramatical ya la han logrado (y están consiguiendo meter a la gente el sentimiento de culpa de haber hecho… ¿qué?). Vamos a ver si volvemos a decir, como Antonio Machado, “lo que pasa en la calle”, porque lo que estamos diciendo ahora es “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” que es Bruselas; y los eventos se llaman grandes maniobras financieras que de la noche a la mañana hunden o arrodillan a un país. Puede llegar un momento en que las cosas ya no se llamen solución final sino genocidio.

¿Y qué cree usted que busca, esta gente de las maniobras?maniobras

Yo no sé qué le pasará a esa gente. ¿De verdad creen que si tienen unos ingresos 100 veces mayores que sus esclavos, van a vivir 100 veces más…? Y si eso creen, ¿tan grande es su angustia a la muerte como para creerse su propia patraña? Son enfermos patológicos y peligrosísimos, y todo cuerpo se defiende contra sus virus. Y resulta que esto la Historia no lo tolera. Desde que la gente empezó a hace miles de años a decir que No, sabemos que no vamos a volver, que no se puede volver al siglo XIX, cuando los caciques, el clero y los altos mandos militares se repartían el 98% de la tierra de España. Pareciera que los que mandan ahora sueñan con volver ahí, a cuando los capataces iban a las plazas de los pueblos y les miraban las encías a los trabajadores antes de subirlos al camión. Pues no, ahí no se puede volver. La Historia no ha retrocedido jamás. La Historia da un paso atrás para dar luego dos adelante.

Estamos en manos de enfermos, por tanto…

Por eso es tan necesaria la democracia: para hacer leyes que les recuerden a los enfermos que ellas son más fuertes que sus pulsiones. Esas leyes que la democracia se da a sí misma son semáforos: una democracia es una ordenación de la comunidad con los semáforos en su sitio, y en rojo. La democracia no es un estado civil en el que las emociones destructivas tengan su asiento y desarrollo; al contrario: es la posibilidad de poner semáforos al horror, a las pulsiones temibles. No es una situación a la que ya hemos llegado; no es un camino de 100 metros lisos, que es lo que suele ser una revolución; no, en eso ya no se puede creer. Te cito a [el activista social, brigadista estadounidense en nuestra Guerra Civil] Abe Osheroff: “Creo en la libertad del hombre, y cualquier sistema que ataque o ponga en peligro esa libertad es enemigo mío”. Y más: “La libertad no es un lugar ni un estado del ser: es un camino. Se está andando en él o se está fuera de él”. La democracia es una pulsión defensiva, fraternal, que dura toda la vida. Hay que saber que la toma del palacio de invierno es accidental; la democracia es algo más duradero, más firme, más fraternal, a la postre. Lo que tenemos que hacer es medir nuestro coraje y ver cuánto estamos dispuestos a hacer por ella, por la democracia. Que está ahí, desnuda, en la puta calle, y le tiran piedras constantemente los poderosos y los asalariados de los poderosos.

El Nobel Octavio Paz, al que usted mismo trató, advirtió varias veces (una de ellas aquí mismo, en TVE, en plena Transición) que “la democracia es el arte de convivir, y no de cambiar al hombre”. También que el pueblo español no debía caer en la “ingenuidad de pensar que la política debe remediarlo todo”…

Esa estafa moral consistente en que por poner una papeleta en una urna cada cuatro años, queda obligado el Gobierno que salga a abolir toda la angustia de la Tierra, y si no, voto a otro… Pero, mira: no tenemos prisa. Cuando no se está todavía allí, nada de prisa. Y tenía razón Octavio Paz, claro: la urna no ha venido a solucionar todos los problemas, y mucho menos a sacralizar un programa político. Porque la deificación de un líder puede conducir a una catástrofe. Ahora, te recuerdo que los paleoantropólogos ya saben, científicamente, que una de las pulsiones del primate que conservamos intactas es la necesidad de un líder; alguien a quien preguntarle: “¿papá, y ahora qué?”. Y es por eso por lo que llega al poder absoluto gente absolutamente enferma: esa gente mesiánica, dispuesta a matar delante de su auditorio, puede producir un terror que tenga también fuerza de gravedad. Yo no sé si la mayor parte de la gente que con toda la categoría de adulto ponemos una papeleta en la urna estamos pidiendo que se escuchen nuestras reivindicaciones humanas o que papá haga lo que nosotros no podemos/no queremos hacer. Ahora, esto que acabo de decir no anula la necesidad de la democracia, que no nació ayer precisamente.

Hace poco, Javier Cercas entonaba un mea culpa generacional, diciendo que la gente de su quinta (la de los hijos de los que hicisteis la Transición) se acabó desentendiendo irresponsablemente de la vida política, dando por hecho que la democracia ya estaba hecha…mea culpa

Sea como sea, repito: la Historia no retrocede. Puede retroceder tras una catástrofe, pero se recupera, es impensable que vuelva Torquemada. Ya sé que hay gente que lo pide, pero no puede volver. Y en cuanto al desapego de la gente, bueno; parecía obligatorio que con la democracia –porque antes había muy poca gente haciendo política, no te creas: se jugaban la vida, o una paliza en la DGS– la gente se relajara. Pero don Antonio [Machado] también escribió algo durante la Guerra Civil que todos deberíamos tener escrito sobre la pared ante la que trabajamos, o en alguna pared privilegiada de nuestra conciencia. Dijo: “Haced política o alguien la hará contra vosotros”. Esa sencillez con la que escribía este jodío sabio. Bien: pues esa frase se está levantando ahora, como un dolmen. Sí, hay que hacer política. O alguien la hará contra nosotros.