El cambio climático está ya aquí y sus consecuencias se aprecian en multitud de aspectos. El más evidente es el que nos está provocando veranos cada vez más largos y temperaturas extremas con olas de calor incluso en los meses de invierno. Esta realidad, a la que tratan de ponerle freno los países de todo el mundo en cumbres como la COP 27 que estos días se celebra en Egipto, está provocando que las lagunas de Sierra Nevada estén en peligro de desaparecer. Un estudio de la Universidad de Granada así lo afirma.
A través de un proyecto de voluntarios que datan y recogen muestras de estos sedimentos acuíferos de la montaña granadina iniciado en 2018, los resultados están evidenciando un retroceso en la capacidad de captación de agua de los citados humedales. Las 74 lagunas en total que hay en las cumbres más altas de la península Ibérica -a partir de los 2.600 metros de altitud- corren peligro después de varios años de sequía prolongada. Un peligro que puede acabar con especies acuáticas singulares, tanto de flora y fauna, que solo se encuentran en ellas.
Las 48 que se sitúan en la vertiente mediterránea y las 26 de la atlántica presentan rasgos similares por culpa del calentamiento global. Las escasas precipitaciones y el aumento de la temperatura están dibujando un panorama de cara al futuro que, pese a ser difícil de pronosticar, sí adelanta que las lagunas desaparecerán, como ya ocurrió geológicamente en el pasado. La diferencia es que en esta ocasión este proceso se está acelerando por la acción del hombre.
El origen prehistórico y glaciar de estas lagunas constituye una fuente casi inagotable de conocimiento para los científicos. Formadas hace 10.000 años durante la última gran glaciación, conocida como Würm, son las descendientes de otras que se originaron previamente durante todas las etapas de desarrollo por las que ha pasado Sierra Nevada, a la par que la propia Tierra. Para descubrir sus peculiaridades y aprender de los vestigios del pasado el proyecto 74 Oasis Glaciares de Alta Montaña está recogiendo información sobre los humedales y sus conclusiones son que están en peligro de desaparecer.
Un futuro “difícil” de pronosticar
Manuel Villar Argaiz, catedrático de Ecología, profesor en la Universidad de Granada e investigador en este trabajo científico, no se atreve a pronosticar si llegará a producirse el final como tal de las lagunas y si los hombres actuales llegarán a verlo. “Este tipo de conclusiones son muy arriesgadas, sobre todo porque los ciclos hidrológicos no son matemáticos”. Sin embargo, sí hay evidencias de que el proceso de desaparición se está acelerando.
“Las sequías cada vez son más recurrentes y más extremas. Eso especialmente se refleja en todos los sistemas acuáticos y sobre todo en los que están en lo alto de Sierra Nevada. La cuenca de captación de las lagunas son tan pequeñas que son excepcionales sensores del cambio climático porque se aprecian más rápidamente los cambios”. El investigador afirma que, pese a formar un paisaje idílico y respetado por el hombre, “muchas de las lagunas están sufriendo cambios importantes en su superficie”.
Desde hace una década, la desaparición estacional del agua de estos humedales se está adelantando un par de meses porque las temperaturas altas se prolongan mucho más tiempo
Desde hace una década, la desaparición estacional del agua de estos humedales se está adelantando un par de meses porque las temperaturas altas se prolongan mucho más tiempo. En lugar de desaparecer estacionalmente a finales de septiembre u octubre, lo hacen en agosto, en pleno verano. Esto hace que quede poco espacio temporal para que las lluvias puedan restituir la evaporación que se produce con el calor. “De las 74 lagunas, el 60% de ellas están en un nivel crítico de aguas. Es un problema grave”, afirma Manuel Villar.
Las consecuencias de la sequía son múltiples, a juicio de los investigadores. Todo el entorno se ve modificado, incluyendo la flora y la fauna que se configura alrededor de las lagunas. Además, “con la pérdida de volumen de agua, la calidad del agua también disminuye porque al tener menor cantidad los flujos contaminantes aumentan”. De hecho, como el estrés hidrológico es tan patente, los investigadores están descubriendo microplásticos en las lagunas fruto de la presencia humana en la zona. Un simple senderista puede dejar esos residuos incluso de forma inconsciente por sentarse a comer cerca.
“Las lagunas de Sierra Nevada quizá son el paisaje que mejor identifica la montaña y los visitantes acaban en ellos. Los entornos generalmente están provistos de vegetación. En la medida en que cada vez hay menos agua, esos borreguiles se están perdiendo a mucha mayor velocidad. Esos canchales verdes se están degradando. Sin agua no se puede mantener su estado ecológico”. Villar explica que “ahora mismo las lagunas están con sus borreguiles angostos, algo que pasa desde hace tiempo”. Este año el deshielo ocurrió muy rápido y el verano se ha alargado siete meses.
Un asunto “cada vez más crítico”
“Tenemos que empezar a convivir con un ciclo hidrológico cada vez más estresado. Cada vez el agua va a ser un asunto más crítico. Hay que conservarlo de la forma más racional posible”, asegura el investigador de la Universidad de Granada. “La huella hídrica que tenemos en España -la cantidad que se consume por persona y día- es de 6.700 litros y supone una presión extra para los ecosistemas. Existen grandes agresiones desde el punto de vista humano. Todo esto hace que se agudice ese estrés que provocamos en los ecosistemas”.
Con preocupación, Manuel Villar recuerda que los cambios de los ecosistemas pueden producirse “de forma drástica”. Por ello, hay que aprender a gestionar el actual ciclo hidrológico. “Pensábamos que el cambio climático no nos iba a afectar, pero esa concepción ha cambiado totalmente y nadie piensa eso ahora. En el futuro veremos que nuestro clima se estará rarificando porque se están extremando los eventos medioambientales. Estas olas de calor tan habituales, que no ocurrirían, están siendo exponenciales y se está acelerando todo. Aunque hay políticas de cambio global, son muy lentas, por lo que está en la mano de todos nosotros cuidar de los ecosistemas lo máximo posible”. Y las lagunas de Sierra Nevada son un buen ejemplo de lo que vendrá si no se pone remedio.