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El gobierno 'imposible' de Granada: tres alcaldes en cinco años y la inestabilidad como norma

Álvaro López

5 de junio de 2021 21:07 h

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El sillón de alcalde de Granada quema. En apenas un lustro, la ciudad de la Alhambra ha tenido tres regidores distintos y va camino del cuarto si el actual, Luis Salvador (Ciudadanos), no consigue salvar su puesto contra todo pronóstico. Sebastián Pérez, cabeza de lista del Partido Popular en las últimas elecciones municipales, ha puesto en marcha una opa hostil para derrocarle y, de momento, tiene el viento a su favor. Los concejales de Salvador no le quieren (aseguran que se ha ido ganando su desconfianza a pulso); el PP, con el que gobierna en bipartito, presiona para que dimita; y el PSOE apura sus opciones para retomar el bastón de mando a través de una posible moción de censura. Un puzle que representa la inestabilidad en la que está el Ayuntamiento de Granada desde hace tiempo.

En los mentideros políticos de la ciudad se habla de los últimos movimientos como si de una telenovela se tratase. “Mejor reírse que llorar”, dicen quienes conocen bien el Consistorio desde dentro. Lo que ocurre ahora no es más que la consecuencia de años de inestabilidad política marcada por varios factores y un origen: los comicios locales del año 2015. Para establecer una comparativa, Granada ha tenido tres alcaldes en los últimos cinco años, pero hasta 2015, había tenido solo uno en 12 años.

Aquel edil era José Torres Hurtado (PP), el último barón de los populares granadinos que puede contar por victorias sus participaciones en elecciones municipales. Torres Hurtado gobernó ininterrumpidamente la ciudad desde 2003 hasta 2016 y lo hizo con un margen de actuación que solo se le complicó en el último año. En aquellas fechas, entre 2015 y 2016, tuvieron lugar una serie de acontecimientos que establecieron la hoja de ruta que se ha seguido en el último lustro. El actual alcalde, Luis Salvador; el líder del PSOE, Francisco Cuenca; y el díscolo popular, Sebastián Pérez, tuvieron su correspondiente papel ya entonces.

La llave de Luis Salvador

Las elecciones de 2015 fueron las últimas a las que se presentó un Torres Hurtado desgastado de cara a los ciudadanos por la presunta corrupción que empezaba a dibujarse sobre su mandato y por el desgaste nacional del Partido Popular de los papeles de Bárcenas, los trajes de Camps o los recortes sociales de Mariano Rajoy. Antes de los comicios, los populares intentaron que Torres Hurtado no repitiera de cabeza de lista por cuarta vez consecutiva para evitar perder la mayoría absoluta, pero no lo lograron y aquello desembocó en unos resultados que obligaron al PP a pactar con Ciudadanos para retener el bastón de mando. En aquella negociación, apareció por primera vez con peso en el Ayuntamiento la figura de Luis Salvador.

El de Ciudadanos jugó al despiste con los medios y negoció al mismo tiempo con el PSOE y con el PP, sin aclarar a quién de los dos le daría su apoyo para gobernar. Finalmente, los naranjas se decantaron por los populares con la condición de que Torres Hurtado dejase la alcaldía en noviembre de 2015, justo tras las elecciones generales convocadas para esa fecha. Aquello finalmente no sucedió, pero puso encima de la mesa, por primera vez en décadas, la debilidad del Gobierno municipal de Granada. Luis Salvador y Ciudadanos tenían la llave para que en la ciudad de la Alhambra mandasen quienes ellos quisieran.

La primera evidencia de que Granada no iba a tener estabilidad emergió cuando el Ayuntamiento fue incapaz de aprobar un presupuesto municipal que tuvo que ser prorrogado desde 2014 hasta 2020. La segunda y la madre de todo lo que vendría después tendría lugar el 13 de abril de 2016. Aquel día, la Unidad de Delincuencia Económica y Financiera de la Policía Nacional (UDEF) detuvo a José Torres Hurtado, a su concejala de Urbanismo, Isabel Nieto, y a buena parte de la cúpula de esa área. Se iniciaba así la Operación Nazarí, que aún sigue en fase de instrucción.

Esta causa judicial investiga cómo se gestionó el área de Urbanismo durante los 13 años de mandato de Torres Hurtado. Hasta la fecha, la fase de instrucción ha desvelado que la UDEF considera al exalcalde el “cabecilla” de esta trama criminal. De hecho, entre las pruebas recogidas figuran presiones y amenazas a empresarios y funcionarios del Ayuntamiento de Granada. Además, según el sumario de la instrucción, Sebastián Pérez tenía conocimiento de lo que estaba pasando y fuentes municipales asumen que fue él quien maniobró para que hubiese una investigación contra Torres Hurtado, al que quería derrocar. Tras las pesquisas, el exregidor acabó detenido. Una detención que dinamitó al gobierno municipal y provocó, semanas más tarde, el primer cambio de alcalde del último lustro.

Socialistas en minoría

Francisco Cuenca (PSOE), que había sido candidato socialista a la alcaldía de Granada desde 2011, se hacía con el bastón de regidor a través de un acuerdo de investidura con Ciudadanos que sentó las bases de lo que ocurre ahora. El PSOE, que solo había logrado ocho concejales en las elecciones de 2015, tuvo que negociar con Cs para que los naranjas le diesen el apoyo de sus cuatro ediles. Una jugada en la que se reencontraron dos viejos enemigos: Luis Salvador y los socialistas. Cuando Salvador aún pertenecía al PSOE, en el que llegó a ser senador entre 2004 y 2011, aspiró a ser secretario provincial de Granada, pero vio cortadas sus aspiraciones en unas primarias en las que ganó Teresa Jiménez.

Paradójicamente, Luis Salvador y el PSOE tuvieron que volver a entenderse en ese momento para que el PP saliese del Gobierno municipal. No obstante, ese adiós de los populares ya había vivido su propio cisma interno en el que aparece el otro personaje que hoy ocupa las portadas: Sebastián Pérez. El político popular, que ansiaba ser alcalde de Granada desde hacía años, había maniobrado con la dirección de su partido para que, en el pacto de investidura firmado con Ciudadanos en 2015, Torres Hurtado tuviese que marcharse y le dejaran a él como regidor. Una operación que no le salió bien, ya que el alcalde aguantó en su puesto hasta que fue detenido, pero que se le empeoró cuando Torres Hurtado pidió su cabeza si él tenía que dimitir por la causa Nazarí. Algo que acabaría ocurriendo.

Con Pérez fuera de juego y rearmándose a nivel orgánico –era presidente del PP de Granada– para eliminar a todo aliado de Torres Hurtado del partido, Francisco Cuenca tuvo que gobernar Granada sin apenas margen de maniobra. El apoyo de Luis Salvador y los suyos acabó siendo testimonial y los socialistas, al tener solo ocho concejales de 27, fueron incapaces, entre otras cosas, de sacar un presupuesto municipal adelante en los tres años que ocuparon el mandato. Y un año después de decidir la moción de censura a favor del PSOE, Salvador hacía las maletas y se iba al Congreso de los Diputados tras lograr su escaño con Cs en las generales de 2017. Mientras tanto, los plenos se convirtieron en una sucesión de desencuentros con Vamos Granada, la formación que se había presentado como la marca de Podemos y que acabó distanciándose de los morados hasta el punto de que cada uno de sus tres ediles decidió hacer la guerra por su cuenta.

La fragmentación de la izquierda y el pacto del WhatsApp

Sin acuerdos y con un ayuntamiento muy fragmentado, las elecciones municipales de 2019 se tomaron como una oportunidad para que Granada recuperase la gobernabilidad. A la cita concurrieron como líderes de sus partidos Francisco Cuenca por el PSOE, Luis Salvador por Ciudadanos y Sebastián Pérez por el PP, todos viejos conocidos. Salvador regresó a la ciudad de la Alhambra tras quedarse sin escaño en el Congreso por el desplome de Cs y Pérez forzó su presencia en las listas aprovechando su condición de presidente del Partido Popular granadino, aunque para entonces ya había una parte importante de los militantes que lo rechazaban por sus estrategias para prosperar dentro de la formación.

En esta ocasión, el PSOE logró su primera victoria en Granada en 30 años, pero la fragmentación de los partidos a su izquierda les hizo perder el concejal que les faltaba para gobernar. Vamos Granada y Podemos se presentaron con dos marcas distintas y PP, Ciudadanos y Vox, que se estrenaba en el Consistorio, se aprovecharon de la circunstancia arrebatando la mayoría absoluta a la izquierda.

Pese a que había opciones de que Cuenca pudiera gobernar gracias al apoyo de Ciudadanos, las tensiones entre socialistas y naranjas a nivel nacional y la enemistad entre el propio Cuenca y Luis Salvador hicieron imposible cualquier pacto. Sin embargo, como había ocurrido en 2015, Cs volvió a jugar al despiste sin aclarar a quién apoyaría para gobernar Granada. Lo que nadie imaginaba es que esta vez no tendrían la llave, sino el bastón de mando con solo cuatro concejales.

Un pacto entre Madrid y Sevilla firmado por WhatsApp entre las direcciones nacionales y regionales de Partido Popular y Ciudadanos le dieron la alcaldía de Granada a los naranjas de Luis Salvador, gracias también a los tres votos de Vox. El político que había perdido su sitio en el Congreso y había empeorado sus resultados en las elecciones municipales, pese a retener cuatro concejales, se convertía en el alcalde con el que nadie contaba en las quinielas. Para ello, el PP obligó a su cabeza de lista, Sebastián Pérez, a renunciar a sus posibilidades de gobernar para darle su apoyo a Salvador e integrar un gobierno conjunto. Un acuerdo que no gustó al popular, por lo que trató de sellar un pacto de alternancia conocido como “2+2” y que consistía en que a los dos años, en 2021, Pérez fuese el alcalde por el Partido Popular.

Futuro incierto

Dicha alternancia es el motivo de la disputa que se cierne ahora sobre el Ayuntamiento de Granada y que pone en franca desventaja a Luis Salvador. Sebastián Pérez, que ya dimitió de todos sus cargos en el bipartito el pasado otoño, ha abandonado el Partido Popular y en su condición de verso suelto presiona para que Salvador, del que dice que le traicionó, deje de ser alcalde. “O el PP encuentra los 14 votos o los encontraré yo”, dice Sebastián Pérez. Un guante que han recogido sus excompañeros, que piden a Luis Salvador que se marche.

Un lustro después, la pelota de la gobernabilidad de Granada está en el tejado de Pérez, un hombre que tuvo que dimitir porque el alcalde al que quería derrocar le obligó. Ahora, él puede presionar tanto como desee, pues ya no tiene nada que perder. Sin cargos orgánicos y solo con su acta de concejal, el exmilitante del PP amenaza con apoyar una moción de censura a favor del PSOE si las traiciones de los últimos años no acaban como él quiere.

Para evitarlo, según fuentes populares, el PP está estudiando todos los escenarios para forzar la dimisión de Luis Salvador. Un plan en el que ya no quiere interponerse la dirección andaluza del partido, que da por amortizada la crisis granadina. De hecho, desde el PP se desliza que el presidente provincial ya ha pedido permiso a sus superiores regionales y nacionales para que sus concejales en el Ayuntamiento de Granada dimitan y obliguen a que Salvador tenga que irse de un gobierno inexistente. Lo que es seguro es que, ante un desenlace cada vez más inminente, los próximos pasos pueden cambiarlo todo, pero dejarán clara una circunstancia: suceda lo que suceda, la inestabilidad va a seguir en la ciudad de la Alhambra hasta que no haya una mayoría clara.

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