Luis Salvador sigue siendo alcalde de Granada. El regidor de Ciudadanos no ha dejado de serlo a pesar de que todo sigue estando en su contra. Con un solo concejal en su equipo de Gobierno, además de él mismo, continúa al frente del Ayuntamiento intentando que el tiempo pase y que algún giro de los acontecimientos le permita seguir siendo el primer edil los dos años que quedan de mandato. Aunque el PSOE le ha dado un ultimátum para que se vaya o de lo contrario le hará una moción de censura, Salvador no se ha marchado y los socialistas no tienen apenas margen para llevar a cabo una moción. Pase lo que pase, la salida de la crisis augura acuerdos que en el consistorio se tachan como “anómalos”.
Una cosa sí ha cambiado desde que el pasado 8 de junio Luis Salvador se quedó con un solo concejal en su Gobierno: ahora admite estar estudiando “otras fórmulas” en las que puede verse de alcalde o no. Opciones que pasan por pactos a derecha o a izquierda que dejarán retratados a los que los lleven a cabo. Por aritmética municipal, se vaya por su cuenta o no, cambiar al alcalde de Granada va a obligar a que haya acuerdos entre quienes parecen polos opuestos o están, en principio, en posiciones distantes.
Haciendo números, hay que partir del dato de que el Ayuntamiento tiene 27 concejales en total y por tanto la mayoría absoluta está en 14 ediles. A día de hoy, el Gobierno de Luis Salvador se sustenta solo por él y por José Antonio Huertas, también de Ciudadanos. El resto están en la oposición. Una oposición nutrida en la que están los 10 concejales del PSOE, los 6 del Partido Popular, los 3 de Vox, los 3 de Unidas Podemos e IU y los concejales no adscritos que son Sebastián Pérez, Lucía Garrido y Manuel Olivares. Con esa correlación de fuerzas, es evidente que Luis Salvador no puede gobernar más que a base de decretos, ya que la oposición tiene muy sencillo derribar cualquiera de las propuestas de su exiguo Gobierno municipal.
Asumiendo que su capacidad de gobierno es limitada, el futuro del Ayuntamiento de Granada pasa por un pacto que permita a Luis Salvador volver a tener un Gobierno municipal, otro que eleve a un alcalde del PP o que prospere la moción de censura que plantea el PSOE. En ese sentido, desde hace semanas se repite que el próximo regidor se llamará Paco. Un nombre que puede responder al del exalcalde Francisco Cuenca (PSOE) o al del exedil de Personal Francisco Fuentes (PP). Pero para que alguno de los dos se haga con el bastón de mando, hacen falta acuerdos que pueden sonar surrealistas.
Las opciones socialistas
Las opciones de Cuenca y los socialistas pasan por varios escenarios. El primero, el de la moción de censura, les obliga a convencer como mínimo a Podemos-IU y al exconcejal del PP Sebastián Pérez. Así lograrían las 14 firmas necesarias para recuperar la alcaldía. Sin embargo, en el seno de la coalición de izquierdas se ha dicho, por activa y por pasiva, que, salvo que los inscritos decidan lo contrario, no votarían nada junto con Sebastián Pérez. Por otra parte, el expopular tampoco querría acabar su carrera política municipal siendo el que diera el Gobierno al PSOE, después de haber sido presidente del PP de Granada durante década y media, aunque lo dejó caer en la rueda de prensa en la que dimitió. Por lo tanto, la moción de censura, con esa aritmética, no parece factible.
No obstante, en el PSOE admiten que la situación es tan “excepcional” y “anómala” que requerirá de acuerdos que lo sean. Aunque pueda parecer imposible, los socialistas no se cierran a negociar un acuerdo con el Partido Popular para llevar a cabo incluso un mandato de “concentración”. El PSOE es consciente de que cualquier otro acuerdo para una moción contra Luis Salvador es muy difícil y, apelando a la enemistad que tienen los populares con el alcalde, creen que podría ser una oportunidad para desalojarlo del Ayuntamiento. Al respecto, César Díaz, concejal del PP, ya ha dicho que no cuenten con ellos para esa empresa, pero no es una idea del todo descabellada. Fuentes del Partido Popular consultadas por eldiario.es Andalucía no descartan ese acuerdo porque dan por agotado el mandato y porque asumen que, si dejan gobernar al PSOE, podrían presionarles desde la Junta de Andalucía.
Quedaría una tercera opción para sacar adelante esa moción de censura, pero parece la más inviable. El PSOE debería convencer a uno de los concejales no adscritos que quedan (Lucía Garrido o Manuel Olivares) para sumar los 14 votos. Sin embargo, al haber pertenecido ambos al mismo grupo político que el alcalde, la normativa señala que necesitarían tener un voto más, es decir, 15. Lo que implicaría que tanto Garrido como Olivares deberían apoyar esa moción. Un escenario que se antoja imposible con Olivares y que con Garrido no es descartable, pero obligaría a cortejar a algún edil del PP que votara en una moción de censura de mínimos. Lo que sí se descarta completamente es que haya ningún acuerdo entre Vox y el PSOE.
Un pacto con el pasado
Sin que los números salgan para una moción de censura, solo queda que Luis Salvador se vaya. Que lo haga por voluntad propia o porque las presiones le hagan marcharse. Fuentes consistoriales admiten que Salvador no tiene destinos a los que irse, porque se ha labrado una mala imagen durante su carrera política. Por eso, salvo que alguien le encuentre acomodo bajo el paraguas del presidente de Ciudadanos en Andalucía, Juan Marín, o que la cúpula nacional de los naranjas le rescate para algo con un futuro incierto, las opciones del adiós de Salvador pasan también por pactos muy complicados.
Según se desliza en los pasillos del Ayuntamiento de Granada, una de las posibilidades para que el alcalde ceda su sitio pasa por que se repita precisamente el pacto de investidura de 2019 que dio pie al “2+2” que lo ha dinamitado todo. Es decir, que Luis Salvador ceda su asiento asumiendo que el PP no iba de farol y que gobernar en minoría es difícil, quedándose así de vicealcalde como lo habría sido Sebastián Pérez, el hombre que puso todo patas arriba hace casi un mes. En ese caso, el alcalde sería alguien del Partido Popular y ahí emergería la figura de Francisco Fuentes, el único candidato al que votaría Pérez, tal y como él mismo reconoció, y la única figura de consenso que podría permitir que esta salida fuese posible. Pero el acuerdo implicaría también que todos los que han formado parte del equipo de Gobierno, incluidos los ediles no adscritos y Vox, votasen juntos para este cambio de alcalde.
Sin embargo, eso solo podría ocurrir tras una dimisión pactada con Luis Salvador en la que cediera su puesto de regidor pero siguiese en el Consistorio, provocando cierta inestabilidad cada vez que no hubiese entendimientos porque Salvador y Huertas irían con cierta libertad con respecto al resto de concejales. De todos modos, si al final ocurriera, habría que ir a un pleno de investidura en el que la suma también podría deparar una sorpresa final. Si Fuentes, o cualquier otro candidato del PP, no logra las 14 firmas de los concejales del PP, Vox, Ciudadanos y los tres no adscritos, el PSOE se haría con la alcaldía. Los socialistas ganaron las elecciones de 2019 y son quienes más ediles tienen, por lo que Francisco Cuenca sería alcalde.
Finalmente, en el terreno de lo más improbable, existen dos opciones más que hay que destacar. Una que se considera un rumor en los pasillos del Ayuntamiento pero que cada día tiene más peso y otra que parece inviable porque requiere de la participación del Gobierno de Pedro Sánchez. La primera habla de un posible pacto entre PSOE, Podemos-IU y Luis Salvador para hacer alcalde a Cuenca con un acuerdo en el que entrase Ciudadanos despechado por el desplante del PP. Suena surrealista y probablemente lo sea, pero en el Consistorio se escucha. La otra opción es la que propone Vox de pedir al Consejo de Ministros que promueva unas elecciones municipales excepcionales, como ya ocurriera en los 90 en Marbella, para que se eligiese un Gobierno para los dos años que restan de mandato. Algo que suena a fábula y que no tiene mucho recorrido más allá del titular mediático. Por lo tanto, a día de hoy, Granada sigue ingobernable, pero con el reloj corriendo y haciendo insostenible la situación.