Un camposanto con, al menos, 1.437 ejecutados por el franquismo arrojadas a una fosa. Más un derechista tirado a la tierra. Y otras seis víctimas de la violencia izquierdista enterradas en nichos. Es la foto fija que aporta el informe 'Las fosas comunes del cementerio de La Soledad y la represión militar en Huelva (1936-1944)'.
Un estudio que deja además un total de 1.100 personas identificadas: 1.099 asesinados por los golpistas y una de la represión afines al golpe de Estado fascista de julio de 1936. El trabajo, elaborado por el historiador José María García Márquez y el investigador Miguel Ángel Harriero Capilla, arroja luz para una futura intervención arqueológica en estas fosas.
El informe ha sido presentado este lunes en el Salón de Plenos de la Diputación Provincial de Huelva. El acto ha contado con la presencia del presidente de la institución, Ignacio Caraballo; el delegado provincial en Huelva de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, José Manuel Correa; y el alcalde de la capital onubense, Gabriel Cruz.
En la presentación, además de los autores, han participado el presidente de la Asociación de Memoria Histórica de la Provincia de Huelva (AMHPH), Fernando Pineda, y el historiador Francisco Espinosa Maestre.
Las cifras de la “matanza” fascista
La violencia franquista se desató desde la ocupación por los golpistas de la ciudad de Huelva el 29 de julio de 1936. A partir de ahí, en la provincia onubense hay 10.199 víctimas de la represión rebelde arrojadas a 126 fosas comunes, según la cifra estimada que aporta el Mapa de Fosas de la Junta de Andalucía.
Estos números sitúan a la provincia como una de las más afectadas por la violencia golpista de toda España. Andalucía, de hecho, fue la zona más castigada por el franquismo. La región cuenta al menos 45.566 asesinados en 708 fosas. Son las cifras de la “matanza fundacional del franquismo”, describen historiadores como García Márquez o Espinosa Maestre.
En Huelva, más de 60 municipios sufrieron el terror franquista. El rastro aparece en casos como la fosa de Modestita en Zalamea la Real. O la del anarquista que Franco mató por leer a Nietzsche en Huelva o una de las mayores de la guerra civil en zona rural, en Nerva. Y en Camas (Sevilla), con los mineros que iban a cambiar el curso de la historia.
Los datos de las víctimas
El trabajo de García Márquez y Harriero identifica a un total de 1.099 víctimas del franquismo. También hay uno de la violencia izquierdista. Con un objetivo: “determinar, de la manera más rigurosa y aproximada posible, el número e identidad de las víctimas ocasionadas en la ciudad de Huelva por la represión de los militares sublevados tras la ocupación de la ciudad”.
En cuanto a las edades, la mayor parte de los ejecutados tenía entre 21 y 50 años. Aunque también hay dos víctimas menores de 13 años y otras 47 con más de 60. Y ejecutados de otros países. Como cuatro personas de Portugal y una de Alemania, Estonia y Polonia. Ahí están identificados en 'Las fosas comunes del cementerio de La Soledad y la represión militar en Huelva (1936-1944)'.
Todos los nombres aparecen en el informe en un listado anexo. También de otras provincias españolas, caso de 23 asesinados 23 de Badajoz y 17 de Sevilla. O tres de Vizcaya y dos de Almería, Cádiz, Guipúzcoa o Málaga, además de una de Burgos, Cáceres, Ciudad Real, Huesca, León, oviedo, Pontevedra, Tenerife y Toledo.
Del total de identificados, 499 aparecen como 'asesinados por bando de guerra'. Otros 267 fueron ‘ejecutados por sentencias de consejos de guerra’, 249 ‘muertos en prisión’ y hay 50 ‘desaparecidos’. A estos números hay que sumar, entre otros, 15 muertos ‘al salir de prisión’, 12 en la ocupación de la ciudad, 3 ‘por la fuerza pública’ y un ‘suicidio’.
Los “desconocidos” de las fosas
Las víctimas no eran anotadas en el libro de registro del cementerio de La Soledad de Huelva “para ocultar la represión contra población civil”, indican los autores del informe. Los golpistas seguían un sistema similar al usado en el cementerio de San Fernando en Sevilla.
De las 1.437 ejecutados por el franquismo, solo en 1936 quedan enterradas y registradas 843 como “desconocidos”. Las “brutales actuaciones” explotaron en una masacre “a partir de agosto”, dicen José María García Márquez y Miguel Ángel Harriero.
El estudio tiene como marco temporal desde el 29 de julio de 1936 al 31 de diciembre de 1944. En un primer tramo del terror franquista, hasta febrero del 37, hay 907 ejecuciones. Desde esa fecha, las cifras de la barbarie fascista en tierra onubense quedan completadas con otros 530 asesinatos.
La matanza franquista estaba dirigida bajo mando del militar golpista Gonzalo Queipo de Llano. Como muestra, los historiadores reseñan algunos bandos de guerra. “Queda totalmente prohibido todo intento de huelga; los inductores serán pasados por las armas sin previo aviso”, decía uno.
“Será pasado por las armas todo aquel que en el plazo de DOCE horas no entregue las armas, municiones o explosivos que tenga en su poder”, amenazaban los golpistas. Y más: cualquier resistencia al golpe de Estado fascista “será castigada en el acto con fusilamiento sin formación de causa”.
‘Lo mismo hicieron unos que otros’: falso
Por esto, “escuchar aún decir que 'lo mismo hicieron unos que otros' es, aparte de falso, atentar contra el más mínimo rigor histórico”, señala José María García Márquez. “Sobre todo en una ciudad y una provincia, Huelva, donde la represión franquista alcanzó una de sus más altas cotas”, continúa.
El cementerio de La Soledad, como paradigma, reseña 1.437 ejecutados por el franquismo. La represión izquierdista, de otro lado, “acabó con la vida de 6 personas en la ciudad de Huelva” que fueron registradas “con sus respectivos nombres (y debidamente inscrita en el Registro Civil) y, todos, enterrados en nichos”. Con una excepción, un derechista “del que se nos escapa el motivo por el que fuera llevado a la fosa común”.
Y, en el horizonte, la idea de realizar una intervención arqueológica en las fosas comunes de La Soledad. “Más de 100 familiares de víctimas de la represión franquista” contactaron con la asociación “para entregarnos los escasos datos que tenían de sus antepasados y pedirnos ayuda para completar sus historias, conocer su final o recuperar sus cadáveres”, apunta Fernando Pineda.
Ahí fueron naciendo las solicitudes. Todo, en busca de “respuestas”. Por eso ahora están “orgullosos por la repercusión que tendrá para avanzar en nuestros objetivos de verdad, justicia y reparación” y para “mantener las esperanzas de los familiares de las víctimas”, dice el presidente de la AMHPH.