En la recuperación de la memoria histórica es fundamental la recuperación de los hechos. Y detrás del rigor, están las investigadoras e invesitgadores andaluces a los que queremos dar el protagonismo que merecen en esta ventana repasando sus motivaciones y sus trabajos más destacados.
“El movimiento de los nietos ha roto el pacto de silencio sobre el franquismo”
Cuando Encarnación Barranquero terminó Historia, a mediados de los 80, la Universidad era un hervidero y estaba todo por hacer: en 40 años de franquismo, nada se había investigado de la Segunda República y mucho menos de la represión, como no lo hicieran hispanistas británicos o norteamericanos, de cuyas obras apenas llegaban restos clandestinos. “Estaba todo por investigar, había una gran efervescencia política, y los profesores generalmente estaban muy comprometidos”, comenta hoy Barranquero.
Esos profesores “captaban” a los mejores alumnos y les inculcaban el interés por la investigación. Entre ellos estaba Antonio Nadal, que había cubierto la etapa republicana de la Guerra Civil en Málaga, y ofreció a su alumna dirigir su tesis sobre el periodo franquista. Barranquero no tenía abuelos fusilados, ni familiares que hubiesen corrido huyendo de la muerte en dirección a Almería, pero tenía curiosidad por lo que oía hablar en voz baja. Acababa de presentar su tesina sobre Cayetano Bolívar, primer diputado del Partido Comunista (de 1933 a febrero de 1939). Aceptó el envite y hoy ya no puede calcular cuántas horas habrá dedicado a investigar la Historia.
La represión en las mujeres
Ella, profesora de la Universidad de Málaga, es una de las grandes especialistas de la Guerra Civil y la represión en la ciudad y, en particular, de la represión de las mujeres. Ahí están para demostrarlo algunas de sus obras: Mujer, cárcel, franquismo: la prisión provincial de Málaga 1937-1945 (1994), Así sobrevivimos al hambre: estrategias de supervivencia de las mujeres en la posguerra española (2003), Población y guerra civil en Málaga (2007), Cárceles de mujeres: la prisión femenina en la posguerra (2017) o, el último, Mujer, franquismo y represión: una deuda histórica (2018).
Dice que en aquella primera investigación para su tesis doctoral tuvo algo de suerte: les dieron libertad para acceder a la documentación de la prisión provincial de Málaga y pudo localizar a muchas personas que habían vivido la República y la Guerra Civil y hablar con ellas. Antonio Nadal había publicado en la revista Jábega la lista de los fusilados en Málaga, y eso había servido a muchos familiares para reclamar las primeras pensiones. De aquello, Barranquero recuerda también que no tenían las herramientas que existen hoy para fotografiar o digitalizar los documentos, así que del Registro Civil copió a mano los nombres de todos aquellos fusilados. “Me dolía la mano de copiar tantos nombres de fusilados y decía ”¿alguna vez sabré algo de cada uno de ellos?“”.
Épica y parentesco
Como no podía abarcar todas aquellas vidas, se especializó en la represión franquista sobre las mujeres. Mujeres represaliadas no tanto por el hecho de ser militantes, sino por ser esposas de, o familiares de. Aquello cambió sus esquemas. Habían previsto un trabajo más “épico” sobre mujeres proletarias y anarquistas en pie contra el fascismo, y no era eso. “Era el parentesco”. Las mujeres fueron represaliadas porque había redadas de pueblos enteros sospechosos de dar apoyo al maquis, o de familias al completo, y, como recuerda Barranquero, “a los familiares de los que habían perdido la guerra no se les dejaba tranquilos”.
Durante muchos años, esas historias estuvieron ocultas por la sombra del franquismo que todo lo tapaba. Igual pasó con La Desbandá, el bombardeo sistemático de la población civil en su huida por la carretera de Málaga a Almería. Aún hoy, de quienes sobreviven hay algunos que siguen prefiriendo el silencio, que es un obstáculo para la verdad, pero que Barranquero comprende: “Yo lo he entendido siempre, porque yo nunca he podido garantizar a nadie que no le va a pasar nada por contar en público lo que está contando”.
En la recuperación de la memoria, la profesora e investigadora echa de menos una implicación más decidida de las instituciones, a las que sólo sacó del letargo el “movimiento de los nietos” que no habían firmado el “pacto de silencio” de sus mayores. “Las instituciones no avalaron un gran proyecto de recuperación de la memoria. Me refiero a la Transición, pero también a lo que vino después, que no ha sido suficiente”, lamenta. Los esfuerzos realizados partir de 2007 han dependido del color político de los gobiernos autonómicos.
La investigación histórica y la lógica del mercado
Hoy, la profesora ve una pérdida de vocaciones. Las perspectivas para el investigador de la Historia no son las mejores. Las becas se recortan y pocos se pueden permitir investigar por puro gusto. La lógica del mercado se impone también en la Universidad, y ya sabemos que la investigación de la memoria no da pingües beneficios. Por eso, en las memorias que rellenan los profesores, las agencias de evaluación preguntan para qué sirve su facultad y si lanzan egresados al “tejido laboral”. “Yo tenía la esperanza de que trabajando mucho llegaría el día que entrara, pero ahora un alumno eso no lo tiene claro”, comenta la profesora.
Barranquero cree que el modelo les lleva a perder sentido y puede que algo tenga que ver la valoración que hace la sociedad de la tarea del investigador. El mérito social que se otorga a quien pregunta y descubre. Algo tendrá que ver, también, el interés que tengamos por conocer nuestro pasado.
Nuestra protagonista no sabe calcular las horas que ha dedicado a leer, revisar datos, buscar bibliografía y dejarse la vista bajo la luz de un flexo. “Tantas que la gente no se lo creería”, y muchas veces sin más medios que la ayuda de su marido o sus hijos. Dos páginas pueden ser cinco meses de trabajo. Luego llegará alguien y despachará ese trabajo con un “qué bien está esto”, como despachamos, a veces, el trabajo de un artesano.
Cuando Encarnación Barranquero terminó Historia, a mediados de los 80, la Universidad era un hervidero y estaba todo por hacer: en 40 años de franquismo, nada se había investigado de la Segunda República y mucho menos de la represión, como no lo hicieran hispanistas británicos o norteamericanos, de cuyas obras apenas llegaban restos clandestinos. “Estaba todo por investigar, había una gran efervescencia política, y los profesores generalmente estaban muy comprometidos”, comenta hoy Barranquero.
Esos profesores “captaban” a los mejores alumnos y les inculcaban el interés por la investigación. Entre ellos estaba Antonio Nadal, que había cubierto la etapa republicana de la Guerra Civil en Málaga, y ofreció a su alumna dirigir su tesis sobre el periodo franquista. Barranquero no tenía abuelos fusilados, ni familiares que hubiesen corrido huyendo de la muerte en dirección a Almería, pero tenía curiosidad por lo que oía hablar en voz baja. Acababa de presentar su tesina sobre Cayetano Bolívar, primer diputado del Partido Comunista (de 1933 a febrero de 1939). Aceptó el envite y hoy ya no puede calcular cuántas horas habrá dedicado a investigar la Historia.