“La campaña electoral la definimos con una sola frase: o enfermería o puerta grande”. El símil del mundo de los toros pertenece al hombre al que Juan Manuel Moreno encargó el diseño de la campaña de las elecciones andaluzas del 2 de diciembre: su amigo Elías Bendodo, presidente del PP de Málaga, hoy consejero de la Presidencia y portavoz de su Gobierno. Bendodo asumió “el marrón” con todas las encuestas pronosticando el descalabro del PP. Todas acertaron: perdieron siete escaños y 317.000 votos respecto a las elecciones de 2015 y 24 escaños respecto a 2012.
El partido que llevaba casi 40 años haciendo oposición al PSOE andaluz, que llegó a tener 50 diputados y a quedarse a cinco escaños de la mayoría absoluta, se desplomó hasta un suelo electoral sin precedentes: 26 diputados. Una carambola aritmética hizo que esa misma noche electoral el PP se levantara con las piernas rotas y se pusiera a bailar reggaeton. El objetivo de la campaña, dijeron entonces los populares andaluces, “no era ganar”, sino sumar con sus rivales en la derecha: Ciudadanos y Vox.
“No se trataba de ganar al PSOE, sino de sumar con el bloque de derechas. Notábamos en la calle un hartazgo del votante socialista y un rechazo específico contra Susana Díaz y apostamos por la desmovilización de la izquierda”, confesó Bendodo recientemente, durante la presentación del libro El cambio andaluz. Cómo perdió el poder el PSOE de Susana Díaz' (Editorial Almuzara), del periodista Juan Manuel Marqués Perales. En esa estrategia de desmovilización de la izquierda jugó un papel importante un fichaje de última hora, el consultor político Aleix Sanmartín (Hornachuelos, Córdoba, 1980), que venía de asesorar en su juventud al PSOE en el Ayuntamiento cordobés. Antes de fichar por los populares, Sanmartín había ofrecido sus servicios al equipo de Díaz, según fuentes próximas al consultor.
En la mesa de camilla de la campaña del PP en las andaluzas había pocas personas y “poco margen de maniobra” para derrotar al PSOE. Todo se articuló en torno a una premisa sencilla que se ha repetido en todas las elecciones que han terminado con el PP en la Moncloa: “Para que gobierne la derecha en España, o hay una crisis económica o la izquierda no va a votar”. Los populares vieron que el primer factor se cumplía. “Era evidente, la Junta de Andalucía no aguanta más recortes presupuestarios, le iban a saltar las costuras”. “Centrémonos en lo segundo”, explicó el director de campaña.
“Referéndum” a 40 años del PSOE andaluz
Durante las cuatro décadas que pasaron en la oposición, los populares andaluces acuñaron el concepto de “régimen” para referirse a los sucesivos gobiernos del PSOE. Un régimen evoca un sistema dictatorial, un mimetismo del partido en el poder con las instituciones que maneja. “Un régimen se acaba cuando médicos y maestros salen a las calles a protestar”, dice el portavoz de la Junta, recordando cómo el deterioro del sistema sanitario andaluz desató manifestaciones multitudinarias en el sector. Bendodo y Sanmartín vieron la oportunidad en “el gran error político de Susana Díaz”: adelantar las andaluzas para separarlas de las generales y no coincidir en cartel con Pedro Sánchez.
La rivalidad visceral entre los dos socialistas era un relato que ya estaba construido y que funcionaba. “Nosotros sólo lo explotamos y lo meneamos”, dicen en el PP andaluz. El equipo de campaña de Moreno interpeló desde el principio al votante socialista, usando piezas de comunicación muy duras en las que planteaban el 2D como “un referéndum sobre los 40 años del PSOE en la Junta” y, singularmente, sobre la continuidad de Díaz como presidenta andaluza. Un sondeo encargado por los populares antes de la campaña les chivó que el 68% de los andaluces quería un cambio de partido en la Junta. Pero el dato que orientó su campaña fue otro: el 28% de los votantes socialistas no quería a Susana Díaz. “El votante de centro-derecha va a votar pase lo que pase. El de izquierdas es más exigente”, advierte Bendodo.
Igual que ahora han reaparecido carteles, páginas web y perfiles en redes sociales llamando a la abstención a los simpatizantes de PSOE y Unidas Podemos, durante la campaña andaluza surgió de la nada otra falsa identidad en torno a una página en la red social Facebook llamada “Socialistas por el cambio”. El mensaje ahondaba en el rechazo a la figura de Díaz y venía disfrazado de “socialistas desencantados” y sanchistas cabreados. Ferraz se desvinculó de inmediato, de hecho, hubo conversaciones entre la dirección federal y la andaluza para aclarar que nada de aquello tenía que ver con el PSOE.
El problema es que el relato funcionó. “Tenía dosis de veracidad porque la pelea había existido y existía”, dice un dirigente andaluz. Muchos socialistas próximos a Díaz se creyeron que la campaña venía del sanchismo sevillano más crítico con la ex presidenta de la Junta. El PSOE andaluz presentó una denuncia ante la Policía Judicial contra el administrador único de la página de Facebook, alegando que se estaba haciendo “un uso no autorizado de la marca gráfica” del partido, y solicitaron a la Fiscalía como medida cautelar “el cierre del perfil Socialistas por el cambio”. Se alegó un delito contra la propiedad intelectual por la “usurpación” de la marca PSOE, pero el juzgado de instrucción 1 de Sevilla decretó el sobreseimiento provisional de las actuaciones. Los socialistas recurrieron, pero la causa fue finalmente archivada.
Tres fuentes distintas atribuyen esa campaña al entorno de Sanmartín y del PP andaluz. Aunque desde el partido lo niegan rotundamente, admiten que sí se sirvieron de un relato ajeno que ya estaba construido y que funcionaba perfectamente: la guerra entre susanistas y sanchistas que tanto hartazgo y desapego generaba en el votante socialista. “Nosotros sólo lo explotamos y lo meneamos”, diría Bendodo. En efecto, los populares andaluces ejercieron a ratos de sanchistas y airearon los esfuerzos ímprobos de Susana Díaz por tomar el control del partido. “Les hemos recordado a los socialistas que se quiso ir a Madrid, que dio un golpe de Estado en su partido, que perdió las primarias. Las cosas no ocurren por casualidad. Les hemos dado motivos, es un éxito nuestro”, decía Sanmartín poco después de abrirse las urnas andaluzas. Aquel trabajo dio a Sanmartín el reconocimiento del PP y le abrió las puertas para trabajar mano a mano con la dirección nacional en la campaña del 10N.
El PP andaluz defiende que la estrategia de Sanmartín -“usara el método que usara”- no fue decisiva para el cambio de Gobierno en Andalucía. “A los votantes los desanimaba la propia Susana Díaz cada vez que hablaba. De hecho, desanimó a medio millón de andaluces, que votaron al PSOE en las generales pero a ella no en las autonómicas”, dice el vicesecretario general de los populares andaluces, Toni Martín.
Puede que los populares empujaran a la desmovilización de la izquierda, pero en efecto la izquierda andaluza ya estaba bastante desmotivada en aquellos días. También la coalición Podemos-IU (Adelante Andalucía) perdió votos y escaños, incapaz de capitalizar el castigo de los electores a un PSOE que llevaba casi 40 años en el poder.
Los socialistas se hicieron daño a sí mismos aquel 2D. Fue Susana Díaz quien proyectó una campaña hipotensa, con un PSOE andaluz de brazos caídos, irreconocible los primeros siete días de mítines. Recibió críticas internas por “apostar a la abstención”, creyendo que una baja participación y el efecto de la Ley Electoral en las circunscripciones más pequeñas -donde el PSOE era la fuerza con más apoyos-, le haría ganar los restos de votos. Esperaban más escaños con menos participación. Cuando los sondeos de mitad de campaña les advirtieron de la subida imparable de Vox, ya era tarde.
Hubo dirigentes socialistas andaluces que acusaron directamente a compañeros del sector crítico con Díaz de desmovilizado a la gente de sus agrupaciones, y hubo reconocidos sanchistas sevillanos que explicaban a la prensa, casi a diario, por qué los militantes socialistas no estaban motivados y por qué no querían votar a Díaz. Una semana después de abrir las urnas, el secretario de Organización del PSOE andaluz, Juan Cornejo, aseguró que el número de votos nulos se había duplicado en los distritos socialistas más críticos con la ex presidenta, y sugirió que aquello era una reacción contestatarios de los sanchistas contra Susana Díaz.
El prostíbulo, la foto de la tortilla y la vaca
La otra parte de la campaña del PP andaluz fue un ramillete de anecdotarios que muchos siguieron con incredulidad, pero desde dentro se aceptó con satisfacción. “Lo importante es que la gente está hablando de nosotros, que no estamos muertos”, decía un asesor de Moreno en el ecuador de la campaña. Los populares arrancaron la precampaña a las puertas de un prostíbulo abandonado de Sevilla, para denunciar que por allí pasaron altos cargos del Gobierno socialista que usaron tarjetas de crédito de la Junta y más de 40.000 euros de fondos públicos en fiestas. El caso está siendo investigado en un juzgado de Sevilla y también en una comisión parlamentaria que ha citado a declarar a los ex presidentes Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz, y a la ex consejera y ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, tres días antes de las elecciones del 10 de noviembre.
Varias fuentes en el PP andaluz minimizan el papel real que tuvo Sanmartín en la campaña andaluza. “Fue un trabajo colectivo, y no es que la idea de segmentar los mensajes de Juanma a un público heterogéneo sea inventar la pólvora”, dice un miembro de la ejecutiva regional. De la factoría Sanmartín, asegura él, salieron algunas imágenes icónicas de aquella campaña que triunfaron en redes sociales, y otras “se improvisaron sobre la marcha”: el arranque de campaña fue un hackaton en Málaga (un foro con jóvenes informáticos y expertos en redes que fue visto por casi un millón de personas en Youtube); la visita de Moreno al pinar donde el PSOE andaluz se hizo la famosa foto de la tortilla; la comida del candidato con el líder nacional del PP, Pablo Casado, y sus respectivas familias en una hamburguesería; Moreno con un micrófono en mano y la camisa remangada cantando 'Cuando brille el sol' en un bar, junto a las Nuevas Generaciones del PP; se hicieron 1,2 millones de llamadas de los candidatos provinciales a sus electores...
Luego, en el camino, surgieron otras ideas que se colaron en los telediarios y programas de humor: la conversación de Moreno con una vaca, a la que le pidió el voto; o el vídeo que se hizo apelando a la Fuerza de los Jedi, en Star Wars. “Se logró visibilizar a un candidato cuya campaña, de haber sido ortodoxa como la de Susana Díaz, habría pasado desapercibida”, explican desde el PP andaluz.
El 2 de diciembre, el PSOE ganó las elecciones y perdió el Gobierno andaluz. Fueron los primeros comicios del nuevo ciclo político en el que, sin saberlo, los partidos de derechas e izquierdas competían en bloques. Ganó el bloque conservador, la suma PP, Ciudadanos y Vox. Formaron un Gobierno de coalición los dos primeros, sustentados por el partido de extrema derecha. Moreno Bonilla fue investido presidente de la Junta con el peor resultado de la historia del PP andaluz. La campaña de los populares logró el Napolitan Victory Awards a la Campaña Electoral del Año, el premio de comunicación política más importante en habla hispana del mundo, otorgado por The Washington Academy. Bendodo y Sanmartín acudieron en abril a la gala a recoger el galardón.