Después de haber entrado como diputado en Parlamento de Andalucía con 30 años, haber sido durante tres senador y llevar los siete últimos como secretario general del Partido Comunista de Andalucía (PCA), José Manuel Mariscal cederá el testigo en el congreso que tendrá lugar entre el 30 de junio y el 2 de julio. Comunista irrenunciable y siempre implicado en la lucha de calle, reflexiona en esta entrevista sobre el futuro de esta organización con más de 4.000 militantes y sobre cómo deberían tejerse las alianzas en la izquierda de cara a futuros procesos electorales.
Siete años como secretario general, ¿con qué sensaciones se va?
Tremendamente satisfecho. Se han producido cambios muy relevantes en España: las movilizaciones del 21 de marzo en Madrid, la abdicación de Juan Carlos I empezando esa operación renove del régimen del 78, echaron a IU del Gobierno de Andalucía, irrumpió Podemos en las elecciones europeas y se rompió el bipartidismo... Han sido momentos difíciles, pero creo que hemos conseguido convertir nuestros órganos en espacio de debate y confrontación de ideas. He buscado siempre la unidad y que el PCA fuese uno en IU.
Presentan el congreso como “una revolución organizativa” para abandonar el partido electoral organizado por territorios y crear “un bloque rupturista y autonomista hacia el partido conflicto”. ¿Eso qué significa?
Se trata de recuperar la organización del partido en el terreno sectorial y enfocar el grueso de nuestra actividad a organizar a los camaradas que están situados en los espacios de conflicto, que además queremos unir. Es otra de las claves del congreso. Tenemos la sensación de que las luchas en Andalucía empiezan a cohesionarse. Un trabajador joven precario de la hostelería siente que su situación tiene los mismos culpables que las personas que están en la estiba, las camareras de hotel o el empleado público de la enseñanza.
¿Hay entonces una fragmentación que perjudica a las reivindicaciones?
Hay una clase trabajadora muy dividida, fruto de los ataques de la legislación laboral de estos años, lo que dificulta mucho la organización de los conflictos. Se unen a esto los cambios en la legislación para dificultar el activismo en la calle. Para la ruptura democrática tenemos que conseguir identificar un enemigo y objetivo común cada uno con su bandera, como en la última movilización del 28F.
¿Por qué habla de ruptura democrática?
El régimen del 78 es como un gran monumento que además es muy usado por las élites políticas y mediáticas como transición modélica. Ese monumento tenía que ser restaurado para que los privilegios continúen en manos de los que los heredaron entonces. Es cierto que fruto del pacto entre distintas corrientes se consiguieron derechos como el de empleo, la vivienda o la negociación colectiva. Pero se constató su incumplimiento y por eso declaramos nuestra ruptura con ese acuerdo del que sólo se cumplía una parte. Con el 135 se restauraron los pilares, y ahora toca la fachada, y en esa operación ayuda C's. La crisis de la socialdemocracia es fruto de eso. La contradicción fundamental ahora está entre la restauración o la ruptura con ese régimen. Nos situamos en el bloque de la ruptura.
¿Cuál debe ser el papel de Andalucía en esa ruptura democrática?
No va a haber ruptura democrática en España, si Andalucía no se implica en ese proceso. Andalucía tiene que poner sobre la mesa de nuevo el espíritu autonomista y de alianza de clases entre profesionales, pymes, tejido productivo, estudiantes, trabajadores... que dio lugar a ese 28F. Pero las costuras del 78 se están rompiendo por Cataluña y Euskadi... Para que la gente se implique hace falta un compromiso diario de nuestros activistas. Porque como decía el Manifiesto Comunista, llega un momento en que la gente ya no tiene nada que perder. Cuando se están agudizando reformas como la laboral, la de educación... no deberíamos distraernos con el tema de la corrupción demasiado sin pensar que forma parte también del sistema y es orgánica a ese régimen del 78.
¿Qué papel le queda a su partido y otros cuando en Andalucía el PSOE ha sabido capitalizar esos sentimientos en confrontación con el PP?
El PSOE en Andalucía ha jugado un papel que nutrirá tesis de politólogos e historiadores: la ocupación por parte de un partido de todos los resortes de poder para usarlo a su conveniencia en alianza clara con determinados sectores económicos, que en este caso no son las grandes multinacionales, pero sí entramados mediáticos y políticos que conforman un régimen con el que intentamos romper.
¿Y no temen que la alternativa sea la derecha, si no lo gestionan bien?
Es el riesgo: la alternativa al régimen de la hegemonía del PSOE en Andalucía no puede pasar por la derecha del PP. La oportunidad está en las fuerzas que ocupamos el bloque rupturista y en los movimientos sociales que se han desconectado de los mecanismos clientelares de la Junta de Andalucía (por ejemplo, el feminista). En la confluencia para la construcción de una Andalucía con un protagonismo claro en la ruptura democrática y en la apuesta por una propuesta federal y de soberanía de España...
¿Cree que para la configuración de la unidad popular que buscan pesan demasiado los recelos para proteger las propias siglas?
En 1984, con Convocatoria por Andalucía, se propició que miles de personas, sin pedirle filiación política, colaboraran en mesas de debate para un programa electoral combinado con la movilización social. Por eso hemos defendido la incorporación de figuras como Alberto Garzón o Antonio Maíllo, porque hace falta voluntad de superar IU.
¿Qué le pasa a IU?
La IU que tenemos ha derivado en un partido frente a nuestra apuesta de que fuera un movimiento político y social. Donde la pertenencia a IU fuera más laxa. Queremos ir a eso, sin la exigencia de afiliación a un partido. IU es un espacio fundamental de referencia para mucha gente y que debe alcanzar acuerdos con otras fuerzas, no sólo políticas, sino también sociales, como en las convergencias de Ahora Madrid. Usando estas experiencias quedemos avanzar en la construcción de un espacio que nos permita a los comunistas estar con voz propia.
Entonces, ¿se trata de volver a ese espíritu de Convocatoria por Andalucía?
Totalmente. Y creo que este congreso debe servir para dar un impulso de certezas en esa dirección y planificar los pasos para buscar oportunidades en las citas electorales de 2019. Queremos presentar una alternativa que provoque un avance sustancial del bloque rupturista en este país. La II República la trajeron a este país unas elecciones municipales, el 12 de abril. Y el 14 de abril se proclamó la II República. Creo que tenemos una cita con la historia en 2019, pero hay que empezar a prepararlo ya. La confluencia se tiene que hacer desde abajo y no con pactos cupulares.
¿Cree que la gente tiene voluntad de organizarse con lo que ello exige?
Hace falta un espacio amable en el que tengamos también en cuenta la dificultad que significa el activismo y la militancia. Una persona que se levanta a las seis para ir al campo a trabajar hasta que cae el sol, que está en una asociación, y que además tiene que ir luego a una reunión en la agrupación... El feminismo nos lo enseña y debe formar parte de la revolución organizativa: saber muy bien cuál es el tiempo con el que contamos en nuestra humilde estructura.
Sí, pero ¿cómo se ilusiona para evitar que cunda el desánimo?
La memoria y el miedo son dos vasos comunicantes. Cuanto más memoria, menos miedo. Somos defensores de tener esa memoria. No hace mucho tiempo que José Luis Rodríguez Zapatero se subió a tribuna del Congreso de los Diputados para decir que Angela Merckel lo amenazaba y se arrodilló ante ella y meses después se cambió el artículo 135 de la Constitución Española.
¿Entonces no cree que se haya caído en cierta resignación?
En los últimos años se ha organizado mucha gente para defender sus intereses, pese a estar en una orfandad. Por ejemplo, las camareras de hotel, las huelgas de teleoperadores, la valentía de los compañeros del 061 o del 112... No es precisamente la resignación lo que cunde en las clases populares. De esos islotes de resistencia debemos hacer un archipiélago al que hay que ponerle nombre y darle fuerza para que se transforme en poder.
Sin embargo, acceder a los gobiernos no tiene por qué significar tener el poder. Se ha visto en casos como Grecia…
El poder sólo se puede conquistar si hay un bloque de movilización y lucha que respalde a esos gobiernos en la ruptura con políticas que impone la UE. Nuestra lucha como comunistas está donde siempre y con capacidad de poder renovarse en su visión y no sólo en sus estructuras.
¿Y por qué se ha perdido el fuelle del 15M? No hay más que ver la escasa movilización con el reciente aniversario...
Hemos sido víctimas de un ilusionismo electoral que, a mi entender, ha llevado a una rebaja del nivel de movilización y del conflicto pensando que a través de las redes sociales o la televisión y con el voto en una urna era suficiente para cambiar las cosas. Por tanto, hay que fortalecer la movilización. Por eso nos quieren echar de las calles, con la Ley Mordaza por ejemplo que condena a tuiteros y titiriteros. En el aniversario del 15M, pese a su éxito, no se vio el grado de movilización que refleje, por ejemplo, lo mucho que nos quejamos en las tabernas por la corrupción.
Ya que habla de corrupción, ¿cree que la población se ha acostumbrado a ello?
Hay que seguir apostando para dejar en evidencia que estamos siendo gobernados por el partido más corrupto en Europa desde la Democracia Cristiana en Italia. Por los informes de la Policía Nacional y la Guardia Civil, es crimen organizado. No me cabe ninguna duda de que si Bildu tuviese los expedientes de corrupción y organización criminal que ahora mismo tiene el PP, ya estaría ilegalizada.
¿Qué piensa de las críticas dentro de IU a Antonio Maíllo por las relaciones con Podemos? Incluso dentro del grupo en el Congreso de los Diputados las ha recibido Alberto Garzón por lo mismo...
También cosechamos críticas en el PCA cuando decidimos no presentarnos a elecciones y que la hoz y el martillo no aparecieran en las papeletas. ¡Imagínese lo que tuvo que ser eso! Pero se ha asumido con normalidad en el tiempo. De los 30.000 afiliados de IU, sólo 8.000 son del PC, y lo hacen tan tranquilamente. Las críticas deben articularse en torno a los mecanismos orgánicos que existen para ello.
¿Se ha tragado Podemos a IU?
Respeto los temores a que pueda desaparecer una cosa tan importante para este país como es IU. O a los que critican que no supimos ocupar el espacio de Podemos. Pero creo que IU sí ha cumplido una función clave sin la que no estaríamos donde estamos. ¡Es que hemos estado muchísimo tiempo solos! Contra la especulación urbanística, contra un modelo de desarrollo de Andalucía que llevaba a la precariedad y la pobreza... Creemos que IU tiene que convertirse en un movimiento político y social y no tanto en un partido. Desde luego, a los comunistas esto de militar en dos partidos nos tiene un poco locos. Y ahora metemos a Unidos Podemos que es donde está IU. Hay que generar nuevos espacios que superen a IU, a Podemos... pero sin dar saltos en el vacío.
¿Y cómo se confluye sin perder la propia identidad?
Para mí lo único irrenunciable en estos momentos es el PC, a partir de ahí, ¿por qué? Porque representa una corriente ideológica, una tradición y un proyecto político que persiguiéndolo nos va a provocar que nos encontremos en el camino con muchos otros que sin compartir el comunismo sí comparten que hay que nacionalizar la banca, por ejemplo, o los sectores estratégicos como las eléctricas... Para lo demás hay que ser laicos. Hay un objetivo que es mayor que la mera supervivencia de los aparatos burocráticos y es hacer la revolución.
¿Ha pecado Podemos de ilusión?
Nosotros también. La ilusión de que efectivamente esa movilización de todos estos años se podía plasmar en un resultado en las urnas que nos convirtiera en una fuerza que superase a los socialistas y fuera alternativa de gobierno al PP. Pero es una movilización que ha roto el espinazo del bipartidismo en este país. Eso sí, debemos ser conscientes de nuestra fuerza y de la enorme plataforma de representación institucional que tenemos.
Tras la polémica con el comisionado de la Memoria Democrática, qué se ha saldado con la renuncia de Diego Valderas, ¿era el final que esperaban?
Yo confiaba en que el reflexionase, así que mejor todo.
¿Qué cree que le ha pasado al PSOE?
El PSOE está siendo víctima de un espejismo. No se puede tener un discurso estructurado en torno a la defensa de los derechos de los trabajadores y practicar políticas que empeoran su vida. No se puede nadar y guardar la ropa cuando los conflictos se están agudizando. La crisis del PSOE es la incapacidad de afrontar que la política, la sociedad, la economía, el patriarcado... ya no funcionan como lo hacían hace 30 ó 40 años ni en nuestro país ni en Europa. No es cuestión del carisma de una persona la que va a sacar a estas siglas de su crisis, sino sus propias decisiones.
¿Les beneficia o perjudica la crisis de la socialdemocracia?
El espacio de oportunidad no es sólo ése, si hablamos de lo meramente demoscópico. Si no hubiese millares de obreros que votan al PP, Mariano Rajoy no sería presidente. Eso es lo que a mí me preocupa. Y por supuesto el PSOE hasta ahora ha tenido un apoyo importante de la clase trabajadora... Claro que la cuestión de la revolución organizativa es también entender que nosotros no podemos jugar en el mismo terreno de juego. Me gustaría tener 10 minutos en todas las televisiones todos los días, y veríamos si no empiezan a cambiar las conciencias de mucha gente.
¿Con el marxismo?
Los que más marxismo están leyendo son los del IBEX 35. Nosotros creemos útil su enfoque para entender el funcionamiento del capitalismo hoy día. La clase trabajadora no es libre. Muy poco libre puede ser alguien que para vivir depende de someterse a una explotación durante 10 y 12 horas diarias para un salario de miseria. Defendemos la libertad para decidir, que significa autonomía y emancipación, no sólo de la clase trabajadora, sino también del conjunto de la especie humana y ese sueño es el comunismo. Queremos demostrar que sí hay alternativa. La rebeldía se está expresando en términos progresistas en España, porque para extrema derecha tenemos a Mariano Rajoy, que es más sutil. Se está usando a la extrema derecha para justificar que se desarrollen políticas que en realidad la están alimentando, con medidas de ajuste que no son otra cosa.
Ya hay compañeros que han dado un paso al frente para ocupar su vacante. Antonio Maíllo ha apostado por una candidatura de unidad. ¿Y usted?hay compañeros que han dado un paso al frente para ocupar su vacante.
En el congreso elegimos un comité central, no un secretario general, y este órgano es el que decide, entre sus miembros, la persona que lleva la responsabilidad de la secretaría general. La militancia tiene ahora la palabra para los documentos que se han aprobado. Estas tres personas me parecen pocas, pero son suficientes. No es fácil ser secretario general del PCA. Coincido con Antonio Maíllo en que nos vamos a dejar la piel para lograr que las diferencias que hay dentro del debate se encaucen democráticamente y que lo que decidan los militantes sea algo que provoque la unidad. En eso somos buenos: para ponernos detrás de quien finalmente decidamos.
¿Hay savia nueva en el PCA?
Soy el mayor del PCA. Esa renovación ha aflorado. Me siento muy orgulloso de haber propiciado esa renovación y de haber apostado por Alberto Garzón o por Antonio Maíllo... y otros muchos que son el esqueleto que van a sacar este partido para adelante. Todos tenemos bajones y si me preguntan cuál es el sentido de todo esto, siempre recurro a mis viejos del partido: seguir para adelante. Que haya gente joven retomando y cogiendo las riendas me da mucha tranquilidad.
¿Cuáles son sus planes más inmediatos?
Me voy porque defiendo la limitación de mandatos y que hace falta un liderazgo nuevo para retomar con energías suficientes los importantes retos que hay por delante. Mi plan inmediato es hacer un buen congreso. Luego, tengo ganas de tener la lengua suelta, porque estos años, como secretario general del PCA, mis posicionamientos públicos han sido construidos colectivamente. No he podido decir en las agrupaciones lo que personalmente pienso. Mi función ha sido decir lo que el partido piensa. Y, también, quiero darme un paseo de militancia por la base.