Rajoy se enroca con Zoido en el mismo perfil de Fernández Díaz para Interior

Elegido por Mariano Rajoy para encabezar el Ministerio del Interior, Juan Ignacio Zoido (Montellano, Sevilla, 1957) estaba desde hace días en las quinielas de los posibles ministros que saldrían de Andalucía. Diputado por la provincia de Sevilla, tras encabezar la candidatura en las dos últimas elecciones generales, contaba con el respaldo de María Dolores de Cospedal para ministro, un puesto con el que ya se había relacionado muy estrechamente cuando fue director general de Relaciones con la Administración de Justicia con Margarita Mariscal de Gante.

Este juez en excedencia recibe el cometido a sus 59 años y tras haber ocupado en la política casi todos los cargos posibles en lo orgánico y en lo institucional, ahora le toca lidiar con una de las carteras más polémicas con Jorge Fernández Díaz como predecesor. Comparte con él que es un veterano político, de profundas convicciones religiosas, marcado perfil conservador y vinculación personal con el presidente.

El Ministerio del Interior dejó con Jorge Fernández Díaz de ser un trampolín de popularidad para convertirse en una silla incómoda. Su último ocupante se va con el dudoso mérito de haber devuelto a los titulares el término “guerra sucia”, en este caso por dedicar la policía a combatir a la oposición democrática, la soberanista en Cataluña y la de Podemos a nivel estatal.

En los últimos días se había especulado con la posibilidad de que María Dolores de Cospedal fuera premiada con el poder que dan los servicios de Información, o como ministra del Interior o con mando sobre el Centro Nacional de Inteligencia en Defensa. No ha sido así, para disgusto de polémicos mandos policiales que, o han estado directamente a sus órdenes en Castilla la Mancha o se les relaciona en círculos policiales con Ignacio López del Hierro, el marido de la nueva ministra de Defensa. Resta saber si el ascendente de María Dolores Cospedal sobre Juan Ignacio Zoido alcanzará a condicionar las decisiones del nuevo ministro del Interior en los asuntos más delicados.

Pero su nombramiento es también un movimiento que puede escocer en el Gobierno del Andalucía y en el PSOE-A. No tanto porque haya sido nombrado ministro, que en Andalucía se esperaba, sino porque estará al frente del Ministerio del Interior un hombre marcado por su estrecha vinculación con la jueza Mercedes Alaya, que ha sido el azote de Susana Díaz y los suyos todos estos años. De hecho, fue quien con su llegada a la alcaldía de Sevilla impulsó la investigación en torno a Mercasevilla, que fue el embrión del caso ERE.

Hombre afable en el trato, amigo de la Sevilla del albero y el incienso, ha tenido que hacer frente en los últimos tiempos a la sombra de sospecha en torno a él por su habilidad para moverse en el mundillo de la judicatura y especialmente por esa amistad con la jueza, a la que muchos han atribuido su empeño -y el del PP- contra los cargos de la Junta de Andalucía en las investigaciones del caso ERE o el de la formación. Luego se ha sabido también que él no dudó en contratar sin publicidad para la misma Mercasevilla a los abogados del PP-A en el caso ERE, donde el partido está personado como acusación particular.

El que fuera alcalde de Sevilla entre 2011 y 2015 por una aplastante mayoría absoluta trabajada a pico y pala -literalmente porque en la campaña no dudó en ponerse a limpiar en uno de los poblados chabolistas de la ciudad sin importarle el ramalazo de populismo- saboreó una amarga victoria en las últimas elecciones municipales. La pérdida de votos para el único partido que había conseguido 20 de los 33 concejales del Ayuntamiento de Sevilla le impidió revalidarse en el cargo y Juan Espadas (PSOE) supo pactar para hacerse con la alcaldía.

Esto lo había abocado a compaginar el escaño en el Congreso de los Diputados con el liderazgo de la oposición en Sevilla, a la que lo llevó sobretodo la irrupción de nuevos partidos en el tablero que dejaron las grandes ciudades sin mayorías absolutas, pero también su imposibilidad de presentar como aval de su mandato el haber tenido un modelo de ciudad. De hecho, sus detractores siempre le reprocharon que se hubiera relajado poniendo maceteros con flores y caras farolas fernandinas en la transformación del casco urbano que heredó de Alfredo Sánchez Monteseirín.

Tarea nada grata la de la oposición para un hombre que había sido delegado del Gobierno en Castilla la Mancha (2000-2002) y en Andalucía (2002-2004), diputado en el Parlamento de Andalucía, presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), secretario general del PP-A (2004-2006) y luego presidente del mismo (2012-2014), un puesto este último en el que nunca se sintió cómodo y del que se desprendió con alivio.

Su nombramiento implica, por otro lado, que el presidente del PP-A, Juan Manuel Moreno, quien llegó al cargo a pesar de Juan Ignacio Zoido, que apostaba por José Luis Sanz para sucederle, se quita de encima un compañero de filas incómodo. Entre otras cosas, en la gestión del partido en Sevilla, una agrupación que a duras penas ha superado una crisis de poder en los últimos meses con Juan Ignacio Zoido como uno de los protagonistas de las tensiones entre los bandos que se disputaban el control de la organización.

Veterano en la política, salpicado también por el escándalo de los sobresueldos en el PP y alejado del omnipresente Javier Arenas, Juan Ignacio Zoido es de los que dicen que lo mejor ha sido convertirse en alcalde de su ciudad, y lo mantiene como marca en su perfil en Twitter. Lo mismo ahora, en el que se vislumbra como su retiro dorado, tampoco deja de ser @zoidoalcalde.