El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
De un bar de Milán a una plataforma de hardware libre
Siempre pensé que cuando las Musas visitaban un bar era para asistir la esquiva creatividad de algún futuro autor de renombre, tipo Truman Capote o Scott Fitzgerald, e incluso alguno con estrella de futuro premio Nobel, como Ernest Hemingway. Literatura y alcohol parece que se llevan bien; con la ciencia resulta una relación más tormentosa. Y ahí tengo que reconocer que me sorprendió enormemente (también gratamente, porque tengo cierta inclinación por estos lugares) que una de las ideas tecnológicas que más me han impactado recientemente surgiera en uno de estos locales: el módulo Arduino. Esta pequeña maravilla se gestó en un bar de Milán llamado Il Bar di Re Arduino, que debe su nombre a un rey italiano del año 1000, y en donde Mássimo Banzi, por aquel entonces profesor del Instituto de diseño Interactivo IVREA en Italia, pasaba algún que otro rato. La plataforma de hardware libre Arduino (www.arduino.cc) nació basada en un microcontrolador Atmel de 8 bits, un microchip programable capaz de ejecutar las órdenes grabadas en su memoria, con entradas y salidas analógicas y digitales a las que se pueden conectar cualquier tipo de sensor o actuador. Todo el sistema se programa de forma extremadamente sencilla desde un ordenador usando el lenguaje Wiring. Técnicamente no cuenta con los componentes más potentes (aunque ya existen versiones mejoradas con microcontroladores de 32 bits), ni más rápidos ni más eficientes en cuanto a potencia que existen hoy día, pero la clave de su impacto reside más que nada en su facilidad de uso, que permite desarrollar aplicaciones sin conocimientos profundos de electrónica o programación. Un valor añadido es el concepto de hardware open-source, análogo al de open software (piénsese como ejemplo en el sistema operativo Linux), que permite a los usuarios acceder a los diseños completos de otros desarrolladores.
El despliegue de gadgets que existe en la red no tiene parangón. Se pueden encontrar aplicaciones que van desde lo más simple, como encender y apagar leds, hasta cosas que sea antojan realmente difíciles, como pilotos automáticos para drones, con esquemas completos y el software de programación correspondiente. Tanta es la versatilidad de la plataforma que pueden usarla desde estudiantes a profesionales; en el Instituto de Microelectrónica de Sevilla (IMSE-CNM-CSIC) , de hecho, la hemos usado como apoyo para el test de componentes electrónicos para uso en espacio.
En definitiva, este pequeño prodigio, que ya cuenta con nueve años de edad, aúna dos cosas que suponemos indispensables en un proyecto con futuro: grandes dosis de innovación y muy bajo coste (se puede adquirir un módulo por menos de 25 €). Ya hay algunos profesores de bachillerato que lo usan para incentivar la creatividad de sus estudiantes y espero que su uso sea generalizado en poco tiempo por el bien de su maltraída educación.
Siempre pensé que cuando las Musas visitaban un bar era para asistir la esquiva creatividad de algún futuro autor de renombre, tipo Truman Capote o Scott Fitzgerald, e incluso alguno con estrella de futuro premio Nobel, como Ernest Hemingway. Literatura y alcohol parece que se llevan bien; con la ciencia resulta una relación más tormentosa. Y ahí tengo que reconocer que me sorprendió enormemente (también gratamente, porque tengo cierta inclinación por estos lugares) que una de las ideas tecnológicas que más me han impactado recientemente surgiera en uno de estos locales: el módulo Arduino. Esta pequeña maravilla se gestó en un bar de Milán llamado Il Bar di Re Arduino, que debe su nombre a un rey italiano del año 1000, y en donde Mássimo Banzi, por aquel entonces profesor del Instituto de diseño Interactivo IVREA en Italia, pasaba algún que otro rato. La plataforma de hardware libre Arduino (www.arduino.cc) nació basada en un microcontrolador Atmel de 8 bits, un microchip programable capaz de ejecutar las órdenes grabadas en su memoria, con entradas y salidas analógicas y digitales a las que se pueden conectar cualquier tipo de sensor o actuador. Todo el sistema se programa de forma extremadamente sencilla desde un ordenador usando el lenguaje Wiring. Técnicamente no cuenta con los componentes más potentes (aunque ya existen versiones mejoradas con microcontroladores de 32 bits), ni más rápidos ni más eficientes en cuanto a potencia que existen hoy día, pero la clave de su impacto reside más que nada en su facilidad de uso, que permite desarrollar aplicaciones sin conocimientos profundos de electrónica o programación. Un valor añadido es el concepto de hardware open-source, análogo al de open software (piénsese como ejemplo en el sistema operativo Linux), que permite a los usuarios acceder a los diseños completos de otros desarrolladores.
El despliegue de gadgets que existe en la red no tiene parangón. Se pueden encontrar aplicaciones que van desde lo más simple, como encender y apagar leds, hasta cosas que sea antojan realmente difíciles, como pilotos automáticos para drones, con esquemas completos y el software de programación correspondiente. Tanta es la versatilidad de la plataforma que pueden usarla desde estudiantes a profesionales; en el Instituto de Microelectrónica de Sevilla (IMSE-CNM-CSIC) , de hecho, la hemos usado como apoyo para el test de componentes electrónicos para uso en espacio.