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El fraude en el aceite de oliva

En 2013 la Dieta Mediterránea fue admitida por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El aceite de oliva es uno de los pilares de dicha Dieta y su principal fuente de grasa monoinsaturada. En la actualidad existen 56 países productores de aceite de oliva en el mundo, con España a la cabeza gracias a sus 300 millones de olivos, que posibilitan una producción de casi el 50 % del aceite originado a nivel mundial. Más del 80 % del aceite de oliva español viene de Andalucía, en cuya capital, Sevilla, tiene su sede el Instituto de la Grasa del CSIC.

Dentro de dicha Institución, el Departamento de Caracterización y Calidad de Lípidos está dedicando una serie de líneas de investigación a la lucha contra el fraude que afecta al sector desde un punto de vista general, dado que hoy en día tanto el consumo como la producción de aceite de oliva han dejado de estar restringidos al área mediterránea, pasando a ser una cuestión global.

Europa es el mayor productor de aceite de oliva a nivel mundial y, junto a los otros 15 miembros del Consejo Oleícola Internacional (COI), genera el 98 % de la producción mundial. Por otro lado, empiezan a despuntar tanto la demanda como el consumo de esta grasa por parte de países ajenos al COI tales como Estados Unidos, Brasil, Japón o China. La competencia atroz, los mercados en expansión, la ausencia de bases de datos centralizadas y homogeneización en lo que se refiere a métodos de análisis, y la falta de coordinación entre estados han desembocado en una debilitación paulatina en la cadena productiva y de distribución del aceite de oliva que está siendo explotada con fines ilícitos.

¿Cómo asegurar la autenticidad y calidad del aceite de oliva a escala mundial?

De hecho, el Parlamento Europeo en una reunión plenaria dedicada a la crisis alimentaria llegó a sentenciar que el aceite de oliva ocupaba el primer puesto dentro de la clasificación de los diez alimentos con mayor riesgo de sufrir situaciones de fraude, con el consecuente impacto negativo tanto en los agentes del sector que se atienen a la legislación vigente como en la confianza de los consumidores. Ante tal escenario, la Comisión Europea convocó un concurso específico dentro del Programa Horizonte 2020 con el objetivo de buscar estrategias analíticas que asegurasen la autenticidad y calidad del aceite de oliva a escala mundial.

Si bien es cierto que el fraude no es una práctica generalizada sí que tiene un fuerte impacto en un mundo globalizado cuando se produce, teniendo en cuenta las implicaciones que esto tiene en todo el sector y no sólo en las empresas y/o personas que realizan estos fraudes. Esto preocupa mucho a la UE y con objeto de reducir el número de fraudes, su impacto en el sector y la protección e información al consumidor se ha financiado un proyecto dentro del programa H2020 para acometer esta tarea.

En este proyecto se pretenden solucionar los problemas actuales que presenta el sector, entre los que se encuentran la evaluación de las normativas actuales para buscar los puntos débiles e intentar buscar la manera de homogeneizar las legislaciones internacionales para que todo el sector sea evaluado según la misma normativa.

La detección de la adición de aceites desodorizados

Como primer objetivo que además coincide con otro de los problemas que existe en la actualidad es tratar de mejorar el método de análisis sensorial actual para que solvente las problemáticas actuales. Buscar métodos que puedan complementar al método sensorial y le ayude a dirimir en los casos de duda. La preparación de materiales de referencia permitirá mejorar el entrenamiento de los catadores y homogeneizar los resultados entre paneles de todos los rincones del mundo.

Otro de los objetivos del proyecto que también pretende solventar otro de los problemas que existe en la actualidad es desarrollar métodos que permitan la detección de la adición de aceites desodorizados suavemente a los aceites vírgenes extra, la adición de aceites vegetales a los aceites de oliva y solventar una laguna legal que existe en la legislación europea actual y es poder certificar el porcentaje de aceites de oliva en mezclas declaradas con aceites de semilla, ya que sólo se puede poner en la etiqueta la denominación aceite de oliva si este está por encima del 50%, cosa que actualmente no es posible.

Por último y no menos importante, sobre todo en ciertos mercados, es poder asegurar el origen de los aceites, esta posibilidad si bien ha sido estudiada en numerosas ocasiones y durante bastante tiempo no ha sido solventada a día de hoy.

Como hemos dicho anteriormente, aunque el fraude en el aceite de oliva no es una práctica generaliza sí existen problemas que no han sido solventados en la actualidad y que pueden ser usados por ciertos operadores para producir un perjuicio al sector y al consumidor.

En 2013 la Dieta Mediterránea fue admitida por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El aceite de oliva es uno de los pilares de dicha Dieta y su principal fuente de grasa monoinsaturada. En la actualidad existen 56 países productores de aceite de oliva en el mundo, con España a la cabeza gracias a sus 300 millones de olivos, que posibilitan una producción de casi el 50 % del aceite originado a nivel mundial. Más del 80 % del aceite de oliva español viene de Andalucía, en cuya capital, Sevilla, tiene su sede el Instituto de la Grasa del CSIC.

Dentro de dicha Institución, el Departamento de Caracterización y Calidad de Lípidos está dedicando una serie de líneas de investigación a la lucha contra el fraude que afecta al sector desde un punto de vista general, dado que hoy en día tanto el consumo como la producción de aceite de oliva han dejado de estar restringidos al área mediterránea, pasando a ser una cuestión global.