Heterodoxia flamenca de la manos de La Tremendita y La Shica: “El flamenco tiene mucho en común con el punk”
Rosario Guerrero se pasó más de media vida desfilando por los escenarios con una flor en el pelo y una falda de lunares o de volantes, hasta que un buen día decidió que había llegado la hora de la metamorfosis: se rapó las sienes, se perforó el labio con un piercing, se calzó la chaqueta de cuero y se colgó el bajo eléctrico que siempre tenía a mano. Renunció a todo, salvo al flamenco. La bisnieta de Enriqueta La Pescaera, sobrina nieta de La Gandinga de Triana e hija de José El Tremendo, de quien tomó el apodo artístico, volverá a hacer lo que sabe el próximo 5 de julio en el Rich Mix de la capital británica, dentro del programa del Flamenco Festival de Londres. El título del espectáculo, que compartirá con La Shica, es Mujeres al borde.
Trianera de 1984, La Tremendita rehúye todas las etiquetas con las que han querido definirla: flamenco punk, neojondo… “Me sobran. Si algo me caracteriza es que soy flamenca desde que nací, y flamenca moriré”, asevera. “Lo que pasa es que ahora lo hago desde otras texturas y sonoridades, y en la sociedad en que vivimos hoy”.
Multiinstrumentista “desde chiquitilla”, le pega al bajo, a la guitarra y a la percusión, lo que en cierto modo le ahorra tener que llevar una banda concurrida. En Londres su única compañía será un batería, un sonido que –a pesar de contar ya con cierta tradición en el ámbito de lo jondo– todavía encuentra oposición entre los aficionados más ortodoxos. A La Tremendita eso le trae sin cuidado: “Mi lenguaje natural”, insiste, “es el flamenco, y el repertorio que llevo está compuesto por romances, bulerías, farrucas… la tradición está ahí”.
Fuera prejuicios
Una tradición que ha mamado desde su primera conciencia, y cuya adaptación a esa nueva sensibilidad por la que la artista apuesta actualmente “conlleva una vida entera de trabajo, emocional sobre todo”, confiesa. “He crecido en el seno de una familia flamenca, mi infancia tuvo lugar entre peñas y festivales, hasta que una empieza a ser coherente con lo que es, a quitarse los prejuicios y los miedos y, en definitiva, a sentirse libre”.
Un camino, este que le ha llevado a Londres y a otros muchos escenarios de todo el mundo que, como cabe imaginar, no ha sido precisamente de rosas. “Es muy complicado, hay que romper muchas barreras y luchar por sentirse liberada. Creo que, en el fondo, mostrarse como una es de verdad es siempre difícil. Pero a la vez, es el único camino”, agrega.
Cuando se le pregunta si ser mujer supone un obstáculo añadido, asiente pero matiza: “Lo es, pero no solo en el flamenco, sino en toda la sociedad. Y en el flamenco estamos avanzando poco a poco, al mismo ritmo que el resto de la sociedad”, comenta. “Eso sí, las flamencas somos mujeres de carácter y con las ideas claras, aunque todavía nos queda tarea por hacer”.
La Tremendita, que cita entre sus referentes a Patti Smith, a la poeta Anne Sexton, a Pastora Pavón y a La Paquera, así como a su bisabuela, Enriqueta, “que sacó a diez hijos adelante y ponía a mi bisabuelo más derecho que una vela si hacía falta”, se siente en un momento “fuerte, en el que trabajo y descubro cosas que me ilusionan”, y no se arredra ante la gente que no entiende su apuesta: “Hay que ser tolerante con todo lo que te rodea. Habrá a quien le guste como hago mi arte y habrá a quien no, pero no ocupo mi tiempo en pensar en ellos, porque me parece bien. Mientras no prohibamos nada y nos dejen ser libres, perfecto”.
De hecho, en su propia casa tiene Rosario a sus mejores fans. “Mi familia me ha criado en libertad, de manera igualitaria. Los primeros que me han animado a tomar mi camino son mi padre y mi hermano, cantaores que conocen la tradición y que se lo pasan bomba con lo que hago. Entre otras cosas, porque saben que llevo toda mi vida estudiando”, apostilla.
“No me veo cantando por soleá”
También lleva desde la más temprana infancia Elsa Rovayo vinculada a lo jondo. Iba para bailaora, abandonó Ceuta, la ciudad donde nació en 1976, para abrirse paso en Madrid a golpe de tacón. Amplió sus conocimientos con ballet, clásico español, contemporáneo, folklore… “pero a los veintitantos tuve una lesión muy jodida en los pies y todo cambió”, recuerda.
A la vista de cómo han marchado las cosas para ella, se podría decir que el cambio fue para bien. “Empecé a jugar con amigos músicos, a cantiñear, a meter rap, ritmos, tiempos diferentes, pero no me lo planteé mucho. La vida te va llevando, te juntas con gente y ocurren cosas. No hubo nada premeditado”, dice la artista, que adoptó el remoquete de La Shica.
Su caso es ligeramente diferente del de La Tremendita. “Yo amo el flamenco, pero debo decir que no lo practico. No me parece que mi instrumento sirva para ello, no me veo cantando por soleá”, admite, aunque sabe que todo lo que hace llevará siempre impregnado el perfume de las melodías y los tiempos con los que creció.
“Es sólo música”
Tal vez por ello, La Shica también se muestra alérgica a las clasificaciones. “Me encanta el título que nos han puesto, Mujeres al borde. Creo que es lo que mejor nos define, ahí andamos, al borde de las cosas, de los estilos, acercándonos a las fronteras y pasando la piernecica por ellas. Al final es solo música, no pasa nada. Si no resulta, nadie sale herido, no mueren niños: es solo música”.
Con ese bagaje se dispone a plantarse ante el respetable londinense bajo promesa de que “va a disfrutar muchísimo, se van a emocionar, van a hacer un viaje por el flamenco de una manera diferente”, apunta, a la vez que advierte de que “el flamenco tiene emocionalmente mucho en común con el punk, no en su estructura ni en su armonía, sí en su espíritu”.
Después de una temporada en México y en Perú, “donde hice acopio de un montón de información y de descubrir a artistas maravillosos”, La Shica vive ahora afincada en Málaga, donde siente que “todavía me queda- todo por hacer. Desde hace años tengo ganas de hacer un solo completo, yo sola en escena. Me da pánico solo pensarlo, es algo complicado, porque salir bien arropada es algo que funciona seguro. Pero a la vez me apetece mucho, no sé si seré capaz”.
¿Y las críticas? “Me dan ternura. Creo que los críticos tienen una función fundamental, la de cuidar de las esencias, pero no me ofende que me digan que no soy flamenca. ¿Lo ven así? Fenomenal, no lo discuto. Un amigo me dice que todavía tengo algo de flamenca, ‘sigues pensando como bailaora’, asegura, pero en el fondo me la pela”, concluye.