A mediados de posguerra, Rafael Alberti se preguntaban qué cantaban los poetas andaluces de ahora, reprochándoles su falta de compromiso. El grupo Aguaviva recogió esa pregunta y la echó a rodar de nuevo, dándole respuesta en 1975 con el disco “Qué cantan los poetas andaluces de ahora”. En plena cuarentena y coincidiendo con el Día Mundial de la Poesía, que se celebra el 21 de marzo junto al de los titiriteros y la primavera, vuelve a sonar de nuevo ese interrogante: ¿qué cantan los poetas andaluces encerrados en casa para combatir el coronavirus? Ocho de ellos, al menos, intentan responder a esa cuestión, desde postulados tan razonables como críticos.
José Infante (Málaga, 1946) era uno de los autores que aparecían en el disco de Aguaviva: “De aquello, recuerdo sobre todo que se presentó en una discoteca de Madrid, el día que estaba Franco agonizando. Se presentó con mucha premura”.
En aquel disco, aparecían textos de José Heredia Maya, Angel Rodríguez Diaz, Antonio López Luna, Rafael Ballesteros, Fernando Merlo, Francisco Gálvez, Juan de Loxa y el propio José Infante, incorporando sus propias voces a la grabación: “Yo ayudé a José Antonio Muñoz, de Aguaviva, a seleccionar los poetas jóvenes para el disco. El trabajó mucho tiempo en RNE pero ya falleció. Yo le ayudé y por eso hay muchos poetas de mi edad y malagueños en aquel disco. Los Aguaviva conocían a Alberti, habían estado en Italia con él y le anunciaron que iban a hacer la grabación. Tuvo una gran acogida a pesar de que coincidió con la agonía del franquismo y el principio de la transición, que al contrario de lo que ahora se piensa fue muy dura y tortuosa en los primeros años. Yo acompañé al grupo en muchas actuaciones y aquel disco fue muy bien acogido”.
José Infante: “La poesía es salvadora”
Durante la cuarentena, José Infante revisa poemas nuevos pero que ya tenía escritos: “Son poemas sobre ciudades y, en estos días de retiro obligatorio, los he desempolvado. Algunos fueron escritos hace años pero los estoy enjaretando para un libro nuevo”.
“Yo creo que este encierro forzado va a llevar a plantearnos muchas cosas que seguro que se van a reflejar en lo que escribamos de ahora en adelante. Este suceso, que no tiene parangón y no podíamos sospechar, va a producir un cambio social que va a ser bueno porque el mundo había llegado a una deshumanización y a unas cotas capitalistas insoportables. Vaticino un cambio en la economía, un cambio de paradigma en la cultura, un cambio revolucionario absolutamente”.
Contra la ansiedad que propicia el aislamiento, José Infante echa manos de su propia medicina: “Recordemos que la poesía es salvadora, que la literatura es salvadora, que tenemos que encontrarnos con nosotros mismos en este encierro y nada como la literatura y la música para encontrarnos a nosotros mismos. Es una de las enseñanzas buenas que va a tener este tiempo”.
Isabel Pérez Montalbán: “Un doble coronavirus, el de la enfermedad y el del capitalismo”
También en Málaga, reside Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964), quien está liada con las pruebas de “Vikingas”, el libro con el que obtuvo el último premio Ciudad de Melilla: “Durante el encierro, esta primera semana, he terminado de corregirlas. El libro se titula ”Vikinga“, por el barrio de los vikingos de Córdoba, que es donde yo nací, un barrio muy marginal”.
“Además, estoy en el teletrabajo, pero me estoy dedicando a cosas que normalmente no hago como cocinar; más de la cuenta. Te podría decir algo glorioso, pero no estoy haciendo nada glorioso”.
Eso sí, sigue publicando sus artículos habituales en el blog del Hamán de Málaga: “Sigo recomendando lo de siempre, que nos cuidemos. Y es que, encerrados en casa podemos hacer cosas interesantes, como vida interior, disfrutar de la belleza, cuidarnos. Esto es, las mismas pautas de cuando está abierto, de cuidado, fuera estrés, podemos tener una vida interior más allá del encierro, ese tipo de cosas son las que voy contando”.
El compromiso político de Isabel Pérez Montalbán constituye una de las marcas de su casa y no ha variado un ápice durante la primera semana de cuarentena: “La crisis iba a venir de todas formas, ahora además ya tienen justificación para echar gente y para todo. La justificación se la ha prestado el coronavirus al capitalismo y va a ser una crisis doble, la que iba a venir de todas maneras y la que va a venir a partir de ahora”.
“Me temo que va a haber mucha gente que se va a quedar en paro, gente con pobreza y si el gobierno no toma medidas estrictísimas sobre intervención de lo privado, no va a tener dinero suficiente para hacer frente a esta crisis. Los bancos dirán que han perdido y nos pondremos a rescatarlos, pero lo cierto es que, aunque limitados ahora, siguen haciendo sus negocios. Cómo vamos a prestarle ayuda a esa gente que va a dejar de pagar la hipoteca, el préstamo, es lo que tendríamos que ir planteándonos. Tenemos un doble coronavirus, el de la enfermedad, que se puede extender y que podemos pararlo, pero tenemos un virus grandísimo en España, que es la monarquía. El dinero que han dejado en los paraísos fiscales Juan Carlos de Borbón y muchos otros evasores es el que haría falta. La monarquía es un robo a mano armada”.
Pérez Montalbán se lo veía venir: “Si el rey se ha dedicado durante cuarenta años a robar, todos los empresarios y financieros se han dedicado a lo mismo. ¿Por qué no se toman medidas con los paraísos fiscales, con tanto dinero español fuera de España? El Estado tiene que intervenir parte de lo privado: la educación y la sanidad no se pueden dejar jamás en manos privadas porque no se pueden hacer negocio con la salud y la educación”. Sentencia. Y vuelve a la cocina.
Luis García Montero: “Somos ciudadanos, no soldados”
En Madrid, junto a su esposa Almudena Grandes, Luis García Montero (Granada, 1958) sigue dirigiendo el Instituto Cervantes gracias al teletrabajo, pero en los días de encierro se dedica fundamentalmente a leer: “Estos días, estoy leyendo porque mi costumbre es leer. La verdad es que tengo poco optimismo en el supuesto de que estas medidas contra las pandemias van a servir para que la gente lea más. Para fomentar la lectura, hay que aprovechar la educación en época de tranquilidad, porque pensar que gente que no lee ni tiene libros en casa vaya a leer ahora y de repente, no me lo creo”.
Eso sí, en estos días, escribe un ensayo sobre Benito Pérez Galdós para una exposición titulada “Galdós y los poetas”, con la que el Instituto Cervantes va a rendir homenaje al autor de “Los episodios nacionales”, en el centenario de su fallecimiento: “Queremos contemplar a Galdós desde la perspectiva de los poetas, para ver cómo Galdós fue leído por poetas como Luis Cernuda, Rafael Alberti, Blas de otero, o Federico García Lorca”.
A García Montero, le inquieta lo que ocurre afuera y adentro del confinamiento español: “En una situación de este tipo lo que hay que hacer es confiar en las autoridades, pero desde una confianza democrática. A mí no me gusta que me pongan a China como modelo de gestión de la crisis porque China no es una democracia. Ni me gusta que nos traten como si estuviéramos en guerra. Somos ciudadanos, no somos soldados. Por lo tanto, no me gusta que nos traten como a soldados. Respeto el trabajo que está haciendo el ejército y la policía pero no me gusta un estado policial ni un estado militarizado”, afirma el autor de “El jardín extranjero”.
“Esta crisis no debe servirnos para legitimar estados totalitarios sino para afianzar la confianza que nos merecen los espacios públicos, la sanidad pública, en democracia. No creo que debamos entrar en una guerra entre derechos y seguridad, sino asumir el convencimiento de que sólo una sociedad con derechos es segura. Ese lenguaje bélico que se va instalando en los discursos, me resulta muy preocupante”.
También cree que la literatura y la música pueden servir de bálsamo durante los días de encierro: “Recomiendo cualquier poema y cualquier canción que no sean los de estos días, que son versos y canciones malísimas las que viajan por las redes, obras que parecen hechas para estar en la red y decir aquí estoy. Lo que hay que leer es a Federico, a Rosalía, a Ángel González, a Pablo García Baena, o escuchar las grandes canciones que nos han gustado toda la vida. A los compañeros, les diría que no es tiempo de grabarse vídeos sino de escribir poemas o canciones de calidad que podamos disfrutar en los próximos discos”.
Ana Rossetti: “Todo el mundo por las redes, leyéndose poemas”
Ana Rossetti (San Fernando, 1950) también es consciente de que por las redes palpitan poemas y textos, como nunca. Pero, desde su casa madrileña, ella prefiere a su vez volver al pasado: “Ahora, estoy leyendo sobre Feliciana Enrique de Guzmán, la primera dramaturga española del siglo XVII y de Sevilla. De ella habla Lope en El Laurel de Apolo. El CAT hizo una reposición de un entremés ”Las gracias mohosas“, que yo le digo mojosas. Un entremés muy divertido, una obra muy grotesca, muy fantasiosa y muy transgresora también”.
“Feliciana incluye poemas dentro de su obra, porque además ella parte de una estructura clásica y lo que es interesante es una mujer que está hablando de sí misma y de su vida, sin ningún tipo de complejos. Sabe que lo que está haciendo es importante, pero no se presenta con humildad, como pidiendo disculpas, como hacían muchos hombres de su tiempo. Eso no está en ella, sino que va por derecho. Hay una querella en el Parnaso y Apolo le da el premio a ella, por la cara. En el fondo, lo que está contando es su vida con su segundo marido, Francisco de León Garabito. Los sonetos de amor son muy interesantes. Además, había sido un amor de juventud, lo que ocurre es que se casó al principio con otro y hasta que no se quedó viuda no se fue con este. Todas estas vicisitudes las cuenta en la Tragicomedia Los jardines y campos sabeos. Son muy bonitos los poemas, los sonetos de Clarisel, que era el nombre figurado del marido, y Maya, que era el suyo”.
Le apasiona su rebeldía: “Ella va en contra del arte de hacer comedias de Lope, porque está proponiendo otro tipo de cosas. Cada época tiene su estilo y ella apostaba por otras estructuras, otra manera de hacer versos”. Y como muestra, propone un madrigal: “Dio el Amor, sentado a las orillas/ de un arroyuelo puro, manso y lento;/ ”Silencio, florecillas,/ no retocéis con el lascivo viento;/ que duerme Galatea y si despierta/ tened por cosa cierta/ que no habéis de ser flores, en viendo sus colores/ ni yo de hoy más Amor/si ella me mira“. ¡Tan dulces flechas de sus ojos tira!
A su propio estilo, en sus tierras gaditanas, hoy se desarrollará la X Ruta Fernando Quiñones, que conmemora a su viejo amigo, el célebre autor de “La canción del pirata”, fallecido hace veinte años. Eso sí, esta vez, esta especie de “Bloomsday” quiñonesco será virtual, a través de tweeter, Facebook y youtube. Eso sí, la ruta que impulsa la escritora Blanca Flores y que cada año arrastra a cientos de personas por los escenarios naturales de la ciudad espera volver próximamente a los espacios abiertos.
Juan Cobos Wilkins: “El coronavirus demuestra el fracaso de las fronteras”
“Como el resto de los mortales que sabemos que somos mortales”. Así define su encierro Juan Cobos Wilkins (Rio Tinto, Huelva, 1957). El confinamiento le ha pillado en su casa onubense porque en estos días tenía que intervenir en el festival Perfopoesía, de Sevilla, que ha sido cancelado, aunque en la capital de Andalucía también se celebrará este sábado una ruta virtual en memoria de Gustavo Adolfo Bécquer, cuando se cumplen 150 años de su muerte.
“Aquí es más fácil todo, en Madrid hubiera sido mucho más problemático. La contaminación del virus es mucho más baja aquí que en Madrid, que es alarmante. Al menos, es más baja por ahora. Y lo afronto con la desazón que tenemos todos”.
Le parece un presagio el título de sus dos últimos libros, “El mundo se derrumba y tú escribes poemas” –el título y la portada circulan a porfía por las redes--, o “Matar poetas”: “Quiero pensar que si escribo otro libro, el título sea absolutamente esperanzador y con horizonte. Si ahí hay la capacidad de la raíz profunda de poeta y profeta, si somos oráculo, tengo la obligación de vaticinar esperanza”.
El día en que se promulgó el decreto de alarma, le llegó una reedición de su primera novela, El corazón de la tierra, veinte años después de su primera edición: “Vi que había una generación entera que no la conocía, porque estaba ya prácticamente agotada a pesar de esas reediciones, que le podían interesar. Esa novela la sigue pidiendo la gente. Además de la novela, incluye un prólogo y un epílogo; un prólogo en el que yo contaba cómo se gestó ese libro desde que de niño mi abuelo me sentó en sus rodillas y cómo se esforzó para que yo pudiera entender aquella historia de dignidad, de reivindicación de derechos sociales, aquella masacre silenciada por la historia. Desde que de niño que me contó eso ya estaba predipuesta la escritura de la propia novela. Luego, vendría la película, las ediciones, o la sorpresa para un poeta que yo soy, un libro con 500 lectores; y pasé a tener un millón de lectores. Contaba eso en el prólogo y en el epílogo proponía una entrevista con la protagonista de la novela, con la voluntad interpretativa que supone entrevistar, desde esta época, a alguien que vivió en el año de los tiros, en 1888 y que además es un personaje inventado. Y ella, a su vez, me entrevista a mí, como autor, recriminándome por qué la condené a la soledad porque interesaba en el argumento que así fuera. Se trata de cuestionar ese punto de los escritores, que contamos una historia sin tener en cuenta lo que le estamos haciendo a nuestros protagonistas. Así que ahora ando esperando a que nos permita el bicho sacar adelante esta reedición. Me llegó antes de que los carteros dejaran de llamar a la puerta”.
A Cobos Wilkins se le antoja que todo esto supone una metáfora de “la prepotencia y la soberbia del ser humano en el planeta”.
“El ser humano se cree el rey supuesto del planeta tierra y devasta a personas, a ecosistemas, sin pensarlo, y de pronto no una bomba atómica, no un misil, sino sencillamente un virus, nos coloca en el lugar en el que estamos. Esto viene a demostrar lo que somos en el planeta y en el cosmos, me parece una lección verdaderamente a tener en cuenta. Nos creemos los reyes y que todo está a nuestra disposición, que podamos usar y abusar de o que nos parezca y algo microscópico nos pone en nuestro lugar”.
A su juicio, sobre todo se trata de un fracaso de las fronteras: “Atrincherarse en fronteras, en decir, este es mi país, este mi territorio, mi lugar, fíjate lo que le importa una frontera a un virus y a la devastación. Cómo se siente uno en un país de los que llamamos desarrollados y como estarán en países que no tienen el 50 por ciento de lo que nosotros tenemos, aunque tampoco estemos en las mejores circunstancias. Lo que tendría que salir de aquí es el ser humano rehecho, reencarnado, con respeto y solidaridad. Es posible que, al principio, en los primeros momentos, se produzca eso como se producen ahora aplausos a las ocho de la tarde. Desconfío de la fragilidad de la memoria humana. Cuando hacemos amigos en un viaje o en un congreso, a la cuarta semana nos hemos olvidado de ellos. La fragilidad por desgracia nos llevará otra vez a esto. Me conmueve más esa otra solidaridad, la de quienes se ofrecen a ayudar a quienes no pueden salir, a comprar o a gestiones básicas. Esa cadena me importa mucho. Lo que demuestra esto es la fragilidad de la memoria y el fracaso de las fronteras” .