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Kiko Veneno se echa “un cantecito” en el Festival de Sevilla al ritmo de 'Un día Lobo López'

Sara Rojas

9 de noviembre de 2022 20:54 h

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Cuando Kiko Veneno recibió la propuesta de La Maleta para hacer una película sobre su obra, el artista solo pidió que no fuera un documental “de esos pesados en los que está la gente todo el rato hablando”. Quería “acción” y, sobre todo, “mucha música”. 

Petición que el director Alejandro G. Salgado y su equipo han logrado plasmar con su sello particular en Un día Lobo López, producción musical recientemente estrenada en el Festival de Sevilla (SEFF), donde compite con otros títulos por el premio de Las Nuevas Olas/No Ficción.

Desde el arranque, queda patente que la música es la protagonista indiscutible de este documental que orbita en torno al proceso de creación de Échate un cantecito, obra cumbre de Kiko Veneno que celebra este año su 30 aniversario. Y para adentrarse en el método creativo de esta leyenda viva de la música en España, los creadores se desprenden de los esquemas clásicos del audiovisual y apuestan, en su lugar, por arriesgar con fórmulas narrativas como la pantalla partida.

Objetivo: “salir de Alcatraz”

Así, con recursos chispeantes y atractivos para los sentidos, Un día Lobo López construye un retrato coral (y colorido) de las personas y lugares que forman parte del trabajo que encumbró al autor con temas inolvidables como En un Mercedes blanco o Joselito.

Banda sonora de varias generaciones, el tercer disco de estudio de Kiko Veneno fue para el artista español “el golpe” de su vida. Antes de que viera la luz, el cantante, guitarrista y compositor, que ya había triunfado con el disco Veneno en los años 70, se encontraba trabajando para la Diputación de Sevilla y atravesaba en esos momentos un desierto “de tropiezos artísticos y frustraciones personales”.

Aun así, “seguía haciendo música para no olvidarme de que era músico”, confiesa en el documental. Llegado un momento, se planteó lanzar un último intento para “salir de Alcatraz”, como explica el propio Kiko en el Festival de Sevilla. “Tenía que ser un golpe muy bueno para no regresar a la prisión que era no dedicarme a la música”, cuenta el protagonista de la nueva película documental, que se centra precisamente en el periodo durante el cual se creó el álbum, entre 1989 y 1992, “cuando estaba desamparado”.

Hablar de música haciendo música

De modo que además de adentrarse en la gestación y producción del álbum, se recrean las circunstancias vitales del autor de Volando voy a través de diferentes voces y acordes musicales. Instrumento en mano, compañeros de gremio como Raimundo Amador, Lolo Ortega o Andrés Herrera “Pájaro” rememoran aquellos años y aderezan sus testimonios con los ritmos de temas legendarios que ellos mismos interpretaron.

Además de estos sones, el relato está salpicado de anécdotas y humor, del que ahora, a sus 70 años, Kiko hace apología. “Ahora valoro mucho el humor como vehículo de expresión, he comprendido que si a tu trabajo le añades algo de humor eso no descalifica la seriedad de tu poesía”, ha dicho en Sevilla, la ciudad en la que vive desde los nueve años y donde dice que “ha nacido y crecido” su música.

Asimismo, en el documental rodado entre la capital andaluza y Londres (donde se grabó su disco definitivo), aparecen piezas clave de aquel hito en el que se convertiría Échate un cantecito. Es el caso de Santiago Auserón, conocido como Juan Perro, antiguo miembro de Radio Futura y figura relevante del panorama musical, con quien contactó el artista para que le echara una mano en su propósito de ganarse la vida haciendo música. Durante años, mantuvieron contacto por carta y de esta forma fueron perfilando el material que conformaría el álbum, producido tiempo después por el británico Joe Dworniak, que también participa en Un día Lobo López.

Testimonio de una época

Respecto al planteamiento formal escogido para trasladar al público la pulsión que late en la obra, destaca por encima de todo, la pantalla partida. Un formato que el cineasta ya exploró en un documental anterior, hace diez años, y que recupera ahora por las posibilidades que ofrece y las emociones que genera hacer convivir diferentes músicos, tiempos y espacios en un mismo marco. Así, en cada una de las ventanas se alternan imágenes del presente con archivo de la época, recopilado en un minucioso trabajo de investigación previo al rodaje.

En resumen, esta nueva propuesta audiovisual rebosante de música y de “generosidad”, de acuerdo con Salgado, regala una visión cercana de la obra de Kiko Veneno, compartiendo con el público las historias detrás de canciones como Lobo López, que escribió “del tirón” fruto de la sensación de bienestar que le produjo el Torecan, un fármaco que le recetó su doctora para paliar los vértigos que sufría el cantante.

Todo ello en un contexto de gran relevancia artística e histórica para la ciudad, que experimentó en esos años una profunda transformación con motivo de la Exposición Universal del 92. Una mejora que no alcanzó a las zonas alejadas de aquel escaparate internacional, donde Kiko se inspiró para componer su música que es poesía sobre la vida, los amigos, las “injusticias” que veía y los Superhéroes de barrio.

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