A sus 36 años, Manuel H. Martín se ha convertido en uno de los directores más jóvenes del panorama festivalero español. Su juventud se plasma no solo en el carnet de identidad, sino también en su visión del cine.
Con referentes como Scorsese, Eastwood, Iñarritu o Campanella, el nuevo director del Festival Iberoamericano de Huelva llega con la intención darle un soplo de aire fresco a la programación. “El reto es hacer un festival para todos los públicos y que los espectadores no especializados sientan que también hay películas para ellos”, señala el onubense.
“Antes que profesional, soy espectador, un enamorado del cine y no tengo limitaciones. Lo mismo me gusta Ratatouille que Amores Perros, una película de superhéroes, un documental comprometido o Vampiros en la Habana de Juan Padrón”, abunda.
Fundador de la Claqueta, productora sevillana que creó con Olmo Figueredo mientras aún estudiaba Comunicación Audiovisual en la Universidad de Sevilla, él y su socio se han ganado la fama en el mundillo del cine de gestores serios y creadores sólidos. Nominados en cuatro ocasiones a los Goya, Martín rozó el premio grande del cine nacional con su documental 30 Años de Oscuridad.
Aplicando técnicas de animación, el largometraje sobre los topos de la Guerra Civil –personas que vivieron escondidas en sus propias casas- trascendió las fronteras de nuestro país y se hizo un hueco en festivales internacionales como los de Ámsterdam, Lima, Brooklyn o San Sebastián.
“Nunca he tenido limitaciones con el cine y creo que hay obras interesantes en todos los géneros y todos los países. El documental y la animación tienen que tener protagonismo en este festival, porque ambos géneros están teniendo una gran calidad cinematográfica y encontrando su lugar en los grandes festivales”, desgrana el realizador onubense.
Aunque afronta su nuevo cargo con ilusión, palabra que repite casi como un mantra, son muchos los retos a los que se enfrenta. Los más acuciantes son el tiempo y el dinero: siete meses por delante y un presupuesto de apenas 360.000 euros.
“Cuando me quise dedicar al cine con 17 años, la madre de una amiga me dijo que era una locura y que era imposible, pero cuando haces cine, debes hacer posible lo imposible. Esa debe ser la actitud del festival: solventar el tema presupuestario con imaginación”, explica.
El cine iberoamericano como esencia
A pesar de ello, él ve “el vaso medio lleno. El Festival de Huelva está en un momento dulce. Es bueno reinventarse desde el respeto a los orígenes, el cine iberoamericano, que es la esencia. Debemos seguir respetando esa identidad”.
Aunque extrema la prudencia, entre líneas descarta que el festival vaya a seguir teniendo dos países invitados (uno americano y otro europeo) que impregnen la programación. Su anterior director, Pedro Castillo, anunció antes de renunciar a su cargo, que dichos países serían Italia y Cuba. El país transalpino queda descartado.
Como si de una línea argumental se tratara, la intención es que el país latinoamericano invitado se convierta en la columna vertebral del festival. “Queremos que el festival tenga una línea editorial. Todo, desde las exposiciones hasta las sesiones especiales, tiene que tener relación con el país al que se le dedique el festival”, incide H. Martín.
En su 42ª edición, el festival va a incrementar su carácter latino. Lo hace, sin embargo, con un nuevo competidor: el festival de Málaga, con un presupuesto multimillonario, que pasa de centrarse en el cine español al cine en español repentinamente, acaparando así también las películas facturadas al otro lado del Atlántico.
Aunque el director del certamen malagueño, Juan Antonio Vigar, ya ha manifestado que a ambas muestran les separan muchos meses (una se celebra en primavera y la otra en otoño) y que por tanto no compiten por el mismo pastel, la competencia se antoja feroz para un festival, el de Huelva, con un presupuesto diez veces menor.
A pesar de esta nueva adversidad y del divorcio fraguado en los últimos años entre el festival y el público de Huelva, el director de La Vida en Llamas saca pecho con las fortalezas que le ve a su nuevo proyecto y asegura que se encuentra con “un equipo ilusionado, instituciones que tienen plena confianza en el equipo, una prensa que quiere cuidar el festival y muchos espectadores potenciales en Huelva”.
Buen momento del cine latino
Cree que el buen momento del cine latinoamericano, con directores latinos inmersos en la maquinaria hollywoodiense y con algún que otro Óscar en sus vitrinas; la efervescencia cultural que se vive en la ciudad; y el buen momento del cine hecho en Andalucía, al que va a tratar con especial mimo en la sección Panorama Andaluz, van a ser cruciales para que el festival tenga éxito bajo su dirección.
El cineasta remarca que “hay una diversidad tremenda en el cine latinoamericano” y pone de ejemplo desde las películas de Campanella, “un cine que me toca la fibra sensible”, hasta los documentales de Patricio Guzmán, pasando por un thriller político “muy elegante” como Zanahoria, que se llevó el Colón de Oro hace dos años o el cine de Iñarritu, cuyos Amores Perros pasaron por el festival hace más de 15 años.
Manuel H. Martín pone un énfasis especial en que el festival se sitúe como punto de encuentro de la industria cinematográfica. “Me encantaría que Huelva se convirtiera en un referente. Tiene que ser un festival muy profesional, en el que se genere industria a largo plazo y se cree una relación más estrecha entre los dos lados del Océano”, concluye.
Martín, que dice caminar por la calle viendo planos cinematográficos o escuchando mentalmente a Enrio Morricone, se imagina ya Huelva como su particular Cinema Paradiso: un lugar en el que el cine salga a la calle y donde pueda rememorar aquellas tardes de su infancia y adolescencia entrando en la sala de cine como un ritual sagrado.