Hace mucho tiempo que el subgénero de las películas y documentales sobre música dejó de ser marginal para convertirse casi en una fiebre. En España se celebra incluso un festival, el In-Edit, que con sus extensiones en distintos países presume de brindar la mayor cita del mundo especializada en esta materia, si bien la edición de este año se ha reducido al ámbito virtual. En todo caso, no hay festival o muestra que se precie que no reserve en su programación espacio para varios títulos musicales, y el Festival de Cine Europeo de Sevilla (Seff) no está siendo una excepción.
Sonidos de ayer y hoy, e incluso del futuro, atraen la atención de los directores del viejo continente, ya sea con ánimo más o menos biográfico, ya con la intención de captar la fuerza simbólica de los ídolos musicales. Entre las cintas que se presentan en el certamen hispalense, destacan dos que tienen como curioso eje la localidad gaditana de El Puerto de Santa María, y en concreto a la escena indie.
A friendly fire no es una obra singular por estar dedicada a una banda como Maddening Flames, que tuvo su predicamento en la primera mitad de los años 90, sino por ser resultado de la paciente labor de una sola persona: José María Millán, Borry, componente del grupo y absoluto debutante en el campo audiovisual.
El incipiente alzheimer de su madre fue la chispa que encendió el proyecto, cuando las guitarras de los Maddening Flames llevaban ya más de dos décadas mudas. “Me hizo plantearme cosas sobre los recuerdos, sobre la memoria. Me di cuenta de que había muchas experiencias con el grupo de las que no me acordaba. Yo siempre he guardado todo, así que empecé a digitalizar recortes de periódico, cintas de casete, los pocos conciertos que grabamos en VHS… Todo por miedo a que se perdiera”, recuerda.
El siguiente paso fue hacer una película con todo aquel material: sin mayor pericia en el montaje, echando mano de tutoriales de Youtube. “No soy cineasta, sino inspector aeronáutico de calidad, pero me picó el gusanillo y empecé a hacer todo de espaldas al grupo, cuyos componentes no nos habíamos vuelto a juntar desde el último concierto en la madrileña sala Sol, en 1996. No porque hubiera mal rollo, sino porque a pesar de ser todos de El Puerto, la vida nos fue llevando por nuestros respectivos caminos”.
En todo caso, el puzle de Millán había ido trazando un guion y dibujando una panorámica de lo que fueron Maddening Flames que valía la pena compartir. “Nunca llenamos estadios, nunca estuvimos en los primeros puestos de las listas de éxitos. Pero un amigo me convenció de que a veces tiene más valor contar la historia de quienes lo intentaron y no llegaron, que la de los grandes”, afirma.
La sorpresa es que el documental ha dado pie a una impensable reunión del grupo. “¡Estamos incluso componiendo temas nuevos!”, sonríe Millán. “Siempre dije que segundas partes no son buenas, pero si he motivado la reunión, ¿cómo puñetas voy a decir que no?”.
Sin salir de El Puerto, el director gaditano Daniel Cervantes se ocupa de la figura del acreditado productor Paco Loco en su debut en el largometraje, Viva el noise. “Fue mi coguionista, Mikel Gil, quien me propuso la idea de hacer algo con Paco Loco. Empecé a indagar y descubrí que es un nombre que siempre ha estado presente en la escena underground, aunque también ha trabajado para artistas famosos como Mikel Erentxun, Bunbury o Nacho Vegas”, explica.
“Lo cierto es que, salvo el libro que publicó no hace mucho, no había demasiada información sobre él, por lo que nos dimos cuenta de que podía salir una peliculita bastante interesante. Así, empezamos a plantear un recorrido amplio, desde sus inicios asturianos con Los Locos a su traslado a El Puerto y todo lo que ha venido haciendo aquí”, prosigue Cervantes. “No siendo Paco un músico comercial, habría sido absurdo pretender hacer un documental comercial. Más bien hemos trasladado su filosofía a lo que hemos hecho, ese modo suyo de usar recursos muy variopintos para su trabajo, analógicos y digitales, tomas con el móvil, con el i-pad… Pues nosotros igual, echamos de mano vídeos en Super 8 como de cosas de Facebook”.
Pero para Cervantes lo que mejor define a Paco Loco es “el hecho de que, como músico, se manifiesta como una bestia en el escenario, y sin embargo en su estudio es super profesional, alguien muy centrado y muy atento a los detalles. Eso nos animó a plasmar su filosofía, que es universal y se basa en la libertad creativa, sin preocuparte el éxito. A ello le añadimos que siempre está de guasa, lo que nos ha permitido una cinta con mucho ritmo y mucha comedia”, apostilla.
Completan la nómina de títulos musicales del Seff 2020 la película Nueve sevillas, de Gonzalo García Pelayo y Pedro G. Romero. Rodada en tres meses, según afirman sus responsables, su propósito fue “hacer una película que no guste en Sevilla”. Un retrato de personajes como la bailaora chilena Javiera de la Fuente, el poeta David Pielfort, la abogada gitana y feminista Pastora Filigrana, el palmero y bailaor Bobote, el cantante y bailarín húngaro Rudolph, la bailaora africana Yinka Esi, la torera Vanesa Montoya, la actriz Rocío Montero y el propio García Pelayo.
También cuenta con actuaciones de Israel Galván, Alfredo Lago, Inés Bacán, Rocío Márquez, Raúl Cantizano, Leonor Leal, Tomás de Perrate, Niño de Elche, Rocío Molina y Silvia Pérez Cruz y Rosalía. “Yo pensaba qué haría Gonzalo en un Vivir en Sevilla hoy”, afirma Romero en referencia al célebre filme de García Pelayo de 1978. “Todo surgió según lo que iban pidiendo las imágenes que teníamos. Lo que más me gusta es lo que surgió fuera de cualquier previsión”.
También sonará alto y claro estos días el documental de Kikol Grau Madrid y las cuatro esquinas, una historia del punk español hecha con retales encontrados en YouTube y otros materiales dispersos, en lo que termina siendo un descarnado retrato de época y una invitación a reflexionar sobre las rebeldías que la Transición barrió bajo la alfombra.