A pesar de las restricciones horarias y las reducciones de aforo, los devotos del cine europeo no han querido perderse un año más su cita con el Festival de Sevilla. Desde la inauguración el pasado viernes, los festivaleros han seguido cumpliendo con la cita y adaptándose a la “nueva normalidad” condicionada por la pandemia de la Covid-19.
Sonia, sevillana de 42 años, habla con entusiasmo de las últimas películas que la han atrapado –la islandesa Echo, de Rúnar Rúnarsson, y Exile, del kosovar Visar Morina– mientras cuenta que “por razones de trabajo solía acudir a las últimas sesiones, pero los nuevos horarios me han obligado a planificar mejor”, explica. “Lo que más echo de menos es el ambiente: ver estas películas es siempre estupendo, pero me faltan los coloquios, la cerveza de después de la proyección, encontrarte con los asiduos del Festival, porque nos conocemos todos…”.
La alternativa que está ofreciendo el Seff y otros festivales, ver algunos títulos a través de plataformas como Filmin, no le apetece tanto a esta espectadora. “No tiene nada que ver con la experiencia de las salas. Soy consumidora en casa, pero sobre todo de series o de películas que ya he visto antes en el cine. Este tipo de producciones europeas, además, necesita una concentración especial, y la sala a oscuras ayuda mucho”.
“Sin embargo, he seguido desde casa algunas ruedas de prensa a través de la web del festival, precisamente porque echo de menos la parte de encuentro del público con la gente del cine”, dice, y agrega con una sonrisa: “Me temo que con esos horarios de cuatro de la tarde sí que nos vamos a hacer europeos a la fuerza”.
Juanma, de 30 años, se considera ante todo “espectador”, y como tal también añora los viejos ritos del Seff. “El primer día, lo reconozco, me sentí bastante triste, acostumbrados como estábamos a ver las colas, las actividades paralelas, los conciertos… Todo era muy raro”.
No obstante, este sevillano cree que de todo este gran desbarajuste provocado por el virus pueden sacarse algunas conclusiones positivas: “Creo que queda demostrado que no era necesario eso de ir corriendo de una película a otra, ni aguardar tantas colas. Esta situación ha demostrado que se podía organizar mejor el acceso, y en un futuro deberíamos seguir teniéndolo en cuenta aunque no haya pandemia”, concluye.
Sobre la opción de Filmin, como buen amante del cine defiende que “un ordenador o una tele no pueden sustituir nunca un visionado en sala”, pero ya puestos a echar mano de ese recurso, cree que “tenían que haber ampliado un poco la oferta en plataforma, porque son muchos los títulos interesantes que no es fácil ver en el circuito comercial”.
A su lado, Maribel, espectadora veterana pero tan ávida como la que más, no lleva nada bien la nueva situación. Muestra una foto que hizo del patio de butacas y se encoge de hombros: “Está siendo un festival sombrío por lo solitario. Aquí estaba yo ayer, en la única butaca sin precintar de toda esta fila”.
Con 37 años, Sole confiesa que llegó tarde a la pasión por el cine europeo, hace unos diez años, pero se define como “fiel al Seff, aunque este año por trabajo y estudios no estoy yendo todo lo que quisiera”, comenta. Celebra la organización “exquisita” para permitir el acceso del público a sala, y como sus colegas anteriores, “defiendo ver el cine en los cines, porque no tengo en casa una tecnología muy puntera para disfrutar de ella como es debido. Pero de todos modos, tanto mis amigos más desocupados como yo intentamos adaptarnos a todo”.
A estas alturas, tal vez alguien se pregunte cómo están viviendo el Seff 2020 unos espectadores tan célebres como el matrimonio octogenario de Tomares, María José y Manuel, conocidos por ver cada festival una media de cuatro títulos diarios, dos películas por la mañana y otras dos por la tarde, hasta sumar una veintena y a veces más.
Pues bien, este año la pareja cinéfila por excelencia no ha podido cumplir con su adorada costumbre de acudir al Festival de Cine Europeo de Sevilla desde primera hora de la mañana. “Con lo que nos gusta ir en el metro, llegar a las ocho a los cines para la primera sesión, luego desayunar, ver algo más y almorzar en Casa Paco… Algunos días estamos deprimidos pensando en lo felices que éramos haciendo todo eso”, explica María José, no obstante tan vitalista al teléfono como siempre.
“Somos muy mayores, mi marido ha cumplido ya 90 años, de modo que tenemos que cuidarnos y conformarnos con Filmin”, prosigue. “Yo quería ver la de Billy El Niño (Billy), pero es de pago… Ahora estamos viendo unos cortitos, uno muy interesante del Líbano, y hay también películas de otras ediciones que han sido premiadas: Border, Anna’s war, ¡y Homo sapiens, un documental de foto fija muy bueno!”, exclama.
La idea de preservar la salud hasta que las salas de cine puedan reabrir les alienta, y el cine en casa les consuela. “Hasta ahora nos estamos salvando… Y bueno, también estamos dándonos un lote de películas en la tele… ¡en plan loco!”, apostilla María José, y disculpa el corte de la comunicación porque, después de haber pasado la tarde viendo cortometrajes, llega la hora de ver un largo junto a Manuel.