Las escobas voladoras del quidditch: de Harry Potter a deporte federado
La frontera entre la fantasía y la realidad es, a veces, un paso: la voluntad de hacerlo posible. Así ha sucedido con una parte del universo creado por la pluma de J. K. Rowling con Harry Potter como protagonista, que esta semana publica nueva entrega. Y el quidditch, ese deporte sobre escobas voladoras con complejas reglas que practican los aprendices de mago, es real y se practica en España.
Desde hace 11 años –con el primer partido jugado entre dos equipos en Middlebury, Estados Unidos–, seguidores de esta saga de fantasía se han convertido en jugadores de un deporte con una necesidad física y de preparación tan dura como cualquier otro. En España, recibimos esta modalidad deportiva de la mano de los Madrid Lynx, que se convirtieron en 2012 en el primer equipo de quidditch del país. Fueron los pioneros de los que a día de hoy son más de 20 equipos por toda la geografía nacional. En Andalucía, como muestra, un equipo de Granada, los jóvenes que conforman el equipo de los Thestrals Granada, que intentan convencer a los espacios deportivos de que este asunto va en serio.
A veces el traslado de fantasía a realidad tiene matices. En este caso, las escobas no vuelan, si no que son un palo que hay que mantener sujeto entre las piernas; y la snitch (en la saga, una bola que hay que cazar) no tiene alas. De hecho, la snitch es un jugador neutral que participa en los partidos y debe federarse. Pero los partidos son siete contra siete (como en los libros) y cada equipo presenta un guardián –evita los goles–, 2 golpeadores –repelen los balones de los cazadores–, 3 cazadores –que se encargan de introducir el balón de juego en una de las tres porterías rivales– y el buscador, encargado de perseguir al jugador que hace las veces de snitch, y cuya captura de la pelota atada al cuerpo de ese jugador neutral, marca la victoria y el final del partido. Y la ilusión y la competición es la misma que la de los jóvenes magos.
“Se creen que es una broma”
El entrenador del equipo nazarí, Paco Fernández, prepara físicamente y busca los errores del juego en equipo. “Llevar un equipo es fácil con ayuda. Tenemos aros, pelotas, equipaciones y todo lo necesario; todos ponemos nuestro granito de arena”, asegura Paco, “el problema es el espacio, se necesita un campo de fútbol 7 pero en Granada o no lo ceden o se creen que es una broma. Desde hace poco el Estadio de la Juventud nos abrió los brazos para jugar allí los partidos”.
“No es necesario ser fan de Harry Potter si te gusta el deporte”, nos dice el entrenador y capitán. “Es un juego para gente deportiva que quiere pasarlo bien”.
Un deporte mixto obligatoriamente
Desde una Federación Internacional y una Federación Española se establecen las normas de este deporte, entre ellas, la participación mixta en los partidos oficiales. La jugadora del equipo, Mª Ángeles Baena, asegura que “la igualdad se mira ante todo; ahora somos tres chicas y necesitamos a más para poder participar en competición”. La regulación marca que, excepto el cazador, los otros 6 jugadores no pueden tener más de 4 miembros del mismo sexo. “Eso incluye a las personas transgénero, que notifican con qué género se identifican para seguir la norma”. Su compañero Alejandro nos habla de que gracias a esta norma “se fomenta el deporte mixto”.
No obstante, el quidditch no es sólo un hobby. En los últimos años han surgido suficientes equipos en España para tener un torneo nacional –en el que los Thestrals no participaron por problemas de fechas–, una liga andaluza y torneos andaluces como la I Copa Ciudad de Jerez, donde quedaron terceros.
Los Thestrals, fundados hace dos años, presumen de “ser el segundo equipo de la comunidad”. Cuenta Alejandro Díaz, jugador, que su “primer partido fue con los Malaka Vikings, el primer conjunto andaluz”. “Conocí al equipo paseando por el parque donde entrenaban. Cuando me acerqué y vi que esto era un deporte real tuve que apuntarme. Parece un juego, pero es muy exigente”, comenta Alejandro. La exigencia de convertir una fantasía en realidad.