Almudena Grandes: “Lo del 1-O fue terrible para todos menos para los culpables: Rajoy y Puigdemont”
Un día después de la jornada del 1 de octubre en Cataluña, era inevitable que, en una entrevista a Almudena Grandes, no salieran preguntas sobre el asunto. Porque Grandes, que ahora presenta Los pacientes del doctor García, nunca ha evitado dar su opinión sobre la realidad política del país. Tampoco hoy. “Lo de ayer fue terrible para todo el mundo menos para los culpables: Rajoy y Puigdemont salieron ganando”. Ahora, reflexiona, “el único fin definitivo sería un cambio de gobierno por un gobierno valiente que convocase un referéndum legal”. De todos modos, argumenta, como esto “no es una revolución si no un movimiento de arriba a abajo, desde el centro mismo del poder, va a ser más fácil que lleguemos a ver a Rajoy y a Puigdemont dándose la mano, a que se restaure la paz entre los vecinos. Ese es el drama”.
Critica lo sucedido, lo que denomina “el folclore barato” de las banderas españolas en los balcones, “porque no hay quien lo entienda” y lo atribuye a la reacción de los bajos instintos (“el problema es que desde el poder, desde el gobierno y la generalitat, se han estimulado los bajos instintos de la gente”). Y ante una realidad en blanco y negro “ultimamente lo veo todo negro”, se lamenta. “Si leyeramos más quizás estaríamos por lo menos en una escala de grises”.
Critica la gestión de la izquierda (“últimamente la izquierda no gestiona nada bien”) a la que acusa de cobarde y con complejos. De hecho, se muestra muy preocupada por esa parte de la población catalana que no es independentista y que no vota a Rajoy porque se encuentra “sin amparo ninguno”, “a la intemperie más absoluta”. “La izquierda está acomplejada. Podemos parecía que había superado ese complejo, pero de vez en cuando está tan acomplejado como el PSOE”. Aún así, cree que se debe a la “cultura que tenemos”, en la que “la derecha piensa que este país es su propiedad privada porque lo han heredado de sus abuelos que ganaron la guerra. Y la izquierda es una realquilada con derecho a cocina. Y lo peor es que la izquierda les da la razón”.
Entonces recuerda a Largo Caballero o a Negrín (que aparece en su novela): “Si se levantarán de la tumba se caerían redondos”. Porque esos nombres son algunos de los conocidos y desconocidos que compusieron, a juicio de Grandes, “la generación más admirable que ha producido este país”, los republicanos. “Los resistentes” que mantuvieron la esperanza contra viento y marea: “eran incombustibles, y mantenían la esperanza porque estaban convencidos de que su causa era justa”. Pero, a pesar de ello, la historia de los resistentes no fue una historia de éxitos.
Finales felices
“De todas las historias de la Historia/sin duda la más triste es la de España/porque termina mal”. Con esta cita de Gil de Biedma comienza Almudena Grandes su cuarta entrega de los Episodios de una guerra interminable. Porque, como ella misma explica, sabía que si entraba en este territorio, no había lugar para finales felices: “Cuando empecé esta serie, descubrí que los finales felices iban a ser un problema. Y seis novelas sin final feliz son complicadas de gestionar. Así que opté por los finales felices personales. Mis protagonistas iban a sobrevivir al dictador, iban a prosperar y a dejar huella”. Así se expresa la escritora madrileña en Sevilla un día antes de enfrentarse a sus lectores en la Biblioteca Infanta Elena para presentar “Los pacientes del Doctor García”.
En esta ocasión, la novela narra una ofensiva diplomática de los republicanos españoles en busca del respaldo aliado tras la segunda guerra mundial, y al mismo tiempo, describe la red de respaldo y apoyo dirigida por Clara Stauffer desde España para proteger a criminales de guerra nazis. “Encontré a Clara Stauffer en un libro de Javier Juárez, ”La guarida del lobo“ (2006). Lo compré en aquella época en la que yo leía indiscriminadamente cualquier cosa que tuviera que ver con el franquismo, la dictadura, la guerra, la república. Y era un libro sobre nazis y franquismo. Allí me encontré con Clara, una mujer muy famosa, que aparece mucho entre los investigadores que han estudiado este tema. Pero lo que primero me enganchó fue su dirección, el número 14 de la calle Galileo, y yo no puedo calcular la cantidad de veces que habré pasado por delante de su casa”.
A un lado Clara Stauffer. Al otro, la burguesía republicana. “Es verdad que esta novela se puede leer como una reivindicación de la burguesía republicana y estoy contenta de que sea así. Porque creo que es una clase social fundamental. La república no habría existido sin ella. En este caso, la historia forzaba que su protagonista fuera un diplomático, alguien de la burguesía. Ahora mismo hay una corrección imperante por la que los republicanos solo pueden ser víctimas o verdugos pero siempre gentes oscuras, analfabetas, miserables, que no saben lo que hacen y son manipulados y engañados por malvados que se aprovechan de su ingenuidad. Es una lectura muy injusta, teniendo en cuenta que incluso cualquier obrero de los años treinta tenían más conciencia política que un licenciado de ADE con dos másters en la actualidad. Me parece que extirpar a la burguesía republicana del relato no es inocente, se trata de transmitir esa idea que sostuvo la visión de la cruzada franquista de que la república era una algarabía de ineptos y tenía que llegar alguien a poner orden”.
“Este es el último paso de la lucha directa. -explica- Había hablado ya de la lucha armada, había contado en las Tres bodas de Manolita la resistencia política y cómo se arman los partidos desde la cárcel, y ahora he tratado de explorar la iniciativa diplomática. Y ningún episodio es tan obvio como la red Stauffer para contar que los aliados preferían a Franco antes que a ellos, porque trata de sus enemigos directos”.
La no gestión de la memoria
Si algo quiere hacer Grandes con esta y el resto de novelas de la serie es dar las gracias. No sólo a la burguesía republicana si no a todos los que “resistieron”. “Las instituciones españolas tienen una deuda enorme con los resistentes antifranquistas. Nadie les ha dado nunca las gracias por hacer lo que hicieron pero con estas novelas yo sí”.
Así, Almudena Grandes vuelve a hablar de la memoria y de la gestión (o ausencia de ella) en España. “En este país no es que no se haya gestionado bien el tema de la memoria, es que no se ha gestionado en absoluto”. Algo que entronca con los problemas que vive la democracia española hoy. “España es un país anormal desde el punto de vista de su relación con la memoria. Es el único país de Europa aparte de Turquía que tiene un genocidio que esconder, que no tiene una política oficial de la memoria. Es el único país de Europa que deja un estado totalitario y no empieza su andadura con una declaración solemne de condena de la dictadura anterior. El único país del mundo donde ha habido una guerra entre fascistas y demócratas y todavía no se sabe quiénes eran los buenos”. Se tomaron decisiones, explica, que entonces se vieron como un “milagro” pero que ahora se comprende que fueron “saltos mortales sin red que están en los cimientos del edificio que se desmorona”.
Aún así, asegura que hay políticos que dicen que la leen (“de algunos me lo creo y de otros no tanto”) pero cree que los intelectuales han perdido su influencia a pesar de “seguir disfrutando de un prestigio decimonónico”. No obstante, “con esos políticos de Madrid que dicen que son mis lectores estoy por que se ponga una calle al doctor Bethune. Tendría que tener un hospital, pero me conformo con una calle”. Porque Bethune fue un médico canadiense que llegó a la guerra civil española y probó en el ejército republicano por primera vez las transfusiones de sangre refrigeradas haciendo “milagros” en pleno campo de batalla. Quizás por eso sigue escribiendo Almudena Grandes, porque, como sus personajes, siempre tiene un resquicio de esperanza por que se produzca el reconocimiento, el agradecimiento y el valor de los que pelearon porque “hoy vivamos como vivimos, con libertades y derechos”.