Jorge Molina (Cumbres Mayores, Huelva, 1964) sabe que el humor es uno de los géneros literarios más difíciles. “Parece que uno tiene menos posibilidades; de hecho no existen premios de literatura humorística. Se suele decir de un libro que está ‘no exento de humor’, pero son pocos los que se atreven de verdad a lanzarse. Yo lo hago, trato de crear situaciones risibles en cada página”.
En efecto, después de haber escrito cuatro novelas, Molina no pudo evitar la tentación de probar suerte con una obra de guasa pura y pura. El resultado es Tulio Terry, la historia de un señorito andaluz con cierta habilidad para meterse en líos, que acaba de ver la luz en la editorial Serie Gong.
Como suele ocurrir en estos casos, lo primero que tomó forma en la imaginación de Molina fue el protagonista, heredero de una familia de la alta burguesía agraria, que da nombre a la obra. “El sarcasmo y la ironía son tonos que me salen con cierta facilidad, y la verdad es que esta vez quería reírme, divertirme escribiendo”, recuerda. “Para ello, me propuse explorar algunos ámbitos que he conocido como periodista, como un gabinete de partido, un Parlamento que bien podría ser el andaluz o una romería, a fin de generar diversiones y confusiones en el lector”.
Prestigio recuperado
La primera situación extravagante a la que Tulio Terry se ve sometido es integrar el gabinete de la presidenta del Parlamento, militante de un partido de extrema izquierda que ha alcanzado el poder: el trotskista LOL (Liga Obrera Libertaria). “A menudo el humor surge del contraste, y me pareció buena idea empezar así, como si una marquesa asesinara al mayordomo”, recuerda Molina.
La pugna del LOL con la ultraderechista ADN (Agrupación Dignidad Nacional) por una ley para facilitar el cambio de sexo, la LITSYT (Ley de Igualdad de Todos los Sexos y Tendencias), se cruza con los intereses meramente económicos de la familia Terry de Donlebun-Foster, que desea cambiar la legislación para introducir caza mayor en la finca familiar y mantener sus influencias e ingresos sin necesidad de trabajar. De hecho, uno de los lemas de los Terry es “en la libre competencia está el diablo”.
“Por motivos profesionales y por vivir en Sevilla, he comprobado que este tipo de señoritos y terratenientes, apellidos y rentas, abundan. Es un perfil que sigue vivo, y lo que les queda. Incluso están recuperando cierto prestigio, poder e influencia después de un tiempo en que parecían servir solo de cachondeo”, asevera el autor. “Sobreviven porque tienen más posibilidades de hacerlo, y son muchos más de los que creemos, porque hay no poca gente que aspira a ser rentista o a codearse con esa élite. Hay quien matricula a sus hijos en colegios exclusivos para que se junten con aquellos que les pueden ayudar el día de mañana. Esta atracción explica el éxito de novelas o series de televisión que hablan de ellos, como The white lotus. Los poderosos nos parecen, por lo general, más atractivos que los que no llegan a fin de mes”.
La apoteosis final llegará en el marco de una romería consagrada a Nuestra señora del Divino Seno. “Todos los andaluces tenemos una romería de referencia, El Rocío, que genera liturgias muy características y da lugar, si tienes ganas de ser un poco gamberro, a muchas curiosidades. Yo no he querido ser muy malote, pero me pareció un buen telón de fondo para un desenlace muy disparatado”.
Menosprecio y autocensura
“A veces tenemos miedo de ofender y no nos atrevemos a meternos en determinados temas. Cuando yo empezaba en el periodismo, se hacían crónicas relajadas y hasta irreverentes de las fiestas religiosas, cosa que hoy no es posible. La autocensura funciona, en este sentido, a la perfección”, prosigue Molina.
Este es uno de los escollos que, en su opinión, un autor humorístico debe sortear. Y muy especialmente con temas relacionados con Andalucía. “Hay cierto pudor en satirizar, e incluso ridiculizar, algunos ámbitos característicos de lo andaluz, quizá porque no se quiere dar pie a que continúe ese menosprecio por nuestras cosas que abunda fuera. Un escritor como Julio Muñoz, Rancio, se ha atrevido, pero se le nota el cariño y la pertenencia a una cultura. Sin embargo, es difícil lanzarse a ir más allá, como hacían Vaya semanita en Euskadi o Polonia en Cataluña. Eso en nuestra televisión autonómica sería impensable”.
En cuanto a la sátira de la izquierda, Molina asegura que “no hay periodista que no tenga experiencia en cualquiera de estos asuntos y que no sea capaz de hacer sangre con ello, aunque como digo, por pudor o por preservar cierto estatus, no ocurre a menudo. La realidad está llena de momentos cómicos, desde los tuits de un presidente a reflexiones de opinadores profesionales, de esas que nos han llevado a una banalización brutal del debate público”.
¿Habrá segunda parte de estas aventuras? El escritor tiene sus dudas: “En alguna parte he dicho que si la novela va estupendamente y me hace ganar mucho dinero, me retiro. Y si no es así, me retiro también”, afirma. “De momento no hay segunda parte, estoy a la espera de saber si gustará, si hará reír. ¿Dónde podría ambientar una secuela? Por el momento no se me ocurre nada. Bueno, sí: en el mundo del fútbol, que me parece super cómico”.