Ramón Masats (Caldas de Montbui, 1931) nació en Cataluña, se instaló en Madrid, pero el sur de España siempre fue una de sus grandes debilidades. Buena prueba de ello es el volumen La Andalucía de Ramón Masats, publicado por la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, en el que se recogen numerosas instantáneas realizadas en sus frecuentes bajo la línea de Despeñaperros, muchas de ellas inéditas.
Juan María Rodríguez, director del Centro Andaluz de Fotografía, recuerda que la iniciativa surgió en octubre, cuando acogió la muestra de Masats Visits Spain producida por el Ministerio de Cultura bajo el cuidado de Chema Conesa. “Ahí se narraba la España milenaria, carpetovetónica, que había quedado atrasada por la fractura de la Guerra Civil y que, una vez acabada la autarquía, abrazaba la modernidad y el desarrollismo. Y eso Masats lo explicaba maravillosamente”, explica Rodríguez.
El director del CAF no duda en definirlo como “el mejor fotógrafo español del siglo XX: intuitivo, impulsivo, con una onda visual en su cabeza extraordinariamente rápida, que no obedece a ninguna escuela, porque Masats es un hombre hecho a sí mismo, y a la vez alguien muy culto pero que no ejerce como tal, no despliega su conocimiento ni contamina sus fotos de una retórica intelectual. Lo que él busca es la imagen pura”.
Conciencia de autor
Así, junto a Conesa, Rodríguez planteó la posibilidad de indagar en la querencia del maestro por los paisajes, las gentes y los temas andaluces, que le brindaban “uno de los temas que mueven su carrera: el desmontaje de los tópicos. Y Andalucía había sido una gran generadora de tópicos”, apunta Rodríguez. “Ese carácter hedonista que tan presente está en él, lo encontró en Andalucía, hasta el punto de autoproclamarse anarco-andalusí, con un punto berlanguiano”.
Contemplando su perspectiva sobre la Semana Santa, la Feria de Abril o los ruedos taurinos, Conesa llega a la conclusión de que “el tópico es para él la forma perfecta para hacer una crítica sobre la realidad de la vida. La forma de disentir de la postura oficial es esa ironía. Y prevalece esa sensación de decir más con los pocos elementos que usa”.
La sorpresa fue que, al bucear en el vasto archivo del catalán, aparecieron numerosos trabajos inéditos. “Eso se explica porque todo fotógrafo va dejando un archivo atrás, y Masats trabajaba por encargo, no tenía conciencia de autor. Pero, como sucede con este tipo de profesionales, mientras cumplen con sus encargos, iban haciendo su obra personal, aunque tuviera menos salida, o directamente no la tuviera”.
Una mirada irónica
Otro de los elementos que destacan de La Andalucía de Ramón Masats es el protagonismo del color, ausente en sus trabajos más conocidos y clásicos. Según Conesa, “Masats fue corresponsal de la Gaceta Ilustrada para todo el Sur de España, y viajó constantemente. En el año 65, Masats deja de hacer fotos y se dedica a la televisión. Cuando regresa a finales de los 70 y primeros 80, es el color lo que se impone. Lunwerg le encarga un montón de libros sobre España, y sus fotos cambian: la figura humana ya no tiene tanta importancia, el color le obliga a hacer composiciones diferentes. Se ve un Ramón más constructivo, que compone con el cromatismo como base. Sigue su carga del mensaje, pero con más ironía, dejando que el ojo componga el mensaje”.
“Para mí, todo el libro es un reconocimiento a la forma de mirar de Masats, a ese sentido de la vida irónico, socarrón, que utiliza la fotografía para que las imágenes hablen por él”, apunta Consea. “Ramón es alguien a quien no le gusta hablar, detesta los discursos, pero sus instantáneas sí lo hacen”.
Rodríguez también incide en el elemento irónico, “pero también es muy comprensivo, muy empático siempre. A veces estas imágenes contienen su parte de drama, no oculta lo truculento de la realidad, con esas fiestas de sacrificios animales, toros embolaos, la religiosidad popular… Pero lo mira todo con distancia empática, comprende pero al mismo tiempo se retira. No prejuzga, no es un fotógrafo opinativo, no hace un editorial. Algo fácil de entender en un contexto de censura franquista”.
Dejar hablar al color
“Masats deja hablar a los personajes, deja hablar al color”, agrega el director del CAF. “Cuando fotografía el triángulo del bikini de una turista, eso no es documentalismo, no es una foto formal. Eso le avecina a su gran colega del Sur, Carlos Pérez Siquier, otro gran disfrutón”. En cuanto a la carga de mensaje, subraya que “sin ser político o muy social –los fotógrafos del 50 no fueron luchadores contra el franquismo, no eran del PCE–, nos permite ver que las fotos hay que leerlas y hay que verlas: si ves a jornaleros y al lado al señorito a caballo, tienes un retrato de cómo era la vida de la Baja Andalucía en aquella época de un plumazo. Pero hay que saber leerlo, claro”.
En definitiva, La Andalucía de Ramón Masats tiene como objetivo “contribuir al redescubrimiento –ahora que se acaba de estrenar en tv un documental sobre él– de un fotógrafo que pone de acuerdo a todos los fotógrafos españoles, los clásicos y los modernos: todos están de acuerdo en que es un referente indiscutible. Por muchas discrepancias que haya sobre qué es la fotografía hoy, qué debe ser y hacia dónde debe ir, todo el mundo coincide en que Ramón Masats es alguien que construye imágenes donde tu ojo no ve. O dicho de una forma más sencilla, un fotógrafo como la copa de un pino”.