La autora de estos versos, Ángeles Mora, ha recibido este 28 de Febrero el Premio Bandera de Andalucía 2016 y puesto así la guinda a un año en que su poemario Ficciones para una autobiografía (Bartleby Editores) fue reconocido con el Nacional de la Crítica en Poesía y el Nacional de Poesía de España.
De un lado, premios; de otro, un país poco lector. Por una parte, reconocimiento en la Andalucía “tierra de poetas”; por otra, el hecho de que, en poesía, como en el resto de profesiones y disciplinas, las firmas masculinas han brillado eclipsando a las femeninas. Paradojas. Como las del citado poemario Contradicciones, pájaros (Visor, 2001).
Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora -epíteto que se evita-, las poetas andaluzas -de las que hay recomendable guía escolar ( Así hablan las poetas andaluzas 1 y 2-) como sus colegas hombres, se citan con la musa trabajando. Sin rogar a dios alguno siguen con el verso dando para ofrecer al lector de cualquier género y origen la mirilla al mundo bajo la superficie. En un empeño que suele precisar de otros -docente, investigador, de traducción, editorial...- mejor pagados.
Ángeles Mora, nacida en Rute (Córdoba), en 1952 -aunque ha desarrollado su trayectoria en Granada- es, por edad, compañera generacional de la gaditana Ana Rosetti (San Fernando, 1950), autora, también, de decenas de poemarios y ganadora de premios como el Gules (1980) y Internacional Rey Juan Carlos I (1985). “Nunca te tengo tanto como cuando te busco/ sabiendo de antemano que no puedo encontrarte”, escribió Rosetti en Yesterday (1998). “La piel es vertedero de memoria/ lo mismo que el poema” dice la almeriense Aurora LuqueAurora Luque en Acuarela de Carpe marem (1996).
Luque, autora de una veintena de poemarios en estos treinta años, reconocida con premios como el Rey Juan Carlos (1992) o Generación del 27 (2008) deslumbró en 2015 por Personal & político (Fund. José Manuel Lara), poemario “de denuncia retrato” de los desafíos contemporáneos. Tanto Luque, como la jerezana Josefa Parra (1965) y Miriam Palma (Burgos, 1963, afincada hace tres décadas en Sevilla) son, por edad, diez años menores que las previas, eslabón con las nuevas generaciones.
“Como el urgente viento de Levante te adentras/ en mi alcoba, alocando mis folios y mis ansias,/trastocando los puntos cardinales, hurgando/en mis más escondidos secretos” escribe Parra en Levante (de Alcoba del agua, 2002) y “Se acerca un tiempo de huracanes rotos” o “Y aquí estamos ahora/sobre la escombrera de un presente (…)/entre los dedos/restos aún/de esperanza ajada”, reza Palma en Exilios. Hacia el azul. (Ed. en Huida, 2015).
La cadena de poetas andaluzas puede remontarse a una triada de creadoras que actúa como faro, por plenitud y lucidez, integrada por la sevillana Julia Uceda (1925), la malagueña María Victoria Atencia (1931) y la jerezana Pilar Pas Pasamar (1933). Uceda y Atencia, hijas predilectas de Andalucía en 2005 y Pasamar, autora del año andaluza en 2015, tienen carreras cuajada de títulos, reconocimientos y, lo esencial, versos que legar. Como los demoledores de Uceda sobre esa “ciudad donde la lluvia/ es una dama extraña” de “hermosa luz/ equívoca alegría, fresca sombra,/homenaje de los siglos, que la aturdían como un vino”; o aquellos en que la poeta se nombra La extraña para contar: “Me levanté sin que se dieran cuenta/y salí sin hacerme notar (...) Desde la calle/miré por la ventana:/nadie había/advertido mi ausencia./Caminé. Volví el rostro:/ninguno me seguía”.
Amante, ciudadana, profesional, hija, madre. Todas las perspectivas están en las poetas, continuadoras y creadoras de estirpe. Como dejan claro Atencia y Pasamar:
La más consolidada poeta andaluza entre las jóvenes es Elena Medel (Córdoba, 1985), XXVI Premio Loewe por su poemario Chatterton (Visor, 2014), el quinto después de aquella irrupción de Mi primer bikini, (2001), publicado cuando tenía 16 años. “Mentí durante diecisiete años. Mentí después/en todos mis poemas. He mentido durante los diez/ años siguientes. Acércate, soy/ como tú”. Arranca el poema que da nombre al libro. “Ahora sí que no miento./Ahora siíque no”. Acaba.
Nacidas en la década previa, en los 70, mencionamos a:
Rocío Hernández Triano (Sevilla, 1976), XXX Premio de Poesía Carmen Conde con Los seres quebradizos (Torremozas, 2013).
Sara Castelar (granadina nacida en Hannover, Alemania, 1975) IX Premio Pilar Paz Pasamar en 2009 e incluida en el bello álbum ilustrado colectivo Exploradoras (Libros de la Herida, 2015).
Carmen Camacho, (Alcaudete, Jaén, 1976), autora de libros como Campo de fuerza (2012) o Minimás (2008 y 2009, a punto de reeditarse), del que comparte en su web:
Lola Crespo (Sevilla, 1971), autora de poemarios como Menudencias significativas que expone su poética en versos como los siguientes:
María Ruiz Faro (Sevilla, 1973), autora de Vuelo con Raíces (2015) o La Noche Multiplicada (2003), (ambas en Pepeperez Ed.) al que pertenece:
También las exitosas novelistas Lara Moreno (Sevilla, 78, criada en Huelva) y Sara MesaSara Mesa (Madrid, 76, criada en Sevilla) empezaron como autoras de versos. Leer su lírica y prosa permite reconocer las cartografías de ambas.
Es la última estrofa de Sísifo (de Este jilguero agenda, 2007) de Mesa, arquitecta de una ciudad fantasma en la novela Un incendio invisible (Premio Málaga, 2011, recién reeditada) y de entornos desolados y desoladores en las restantes.
Es el poema que da nombre al poemario Después de la apnea, (Ediciones del 4 de Agosto, 2013) de Moreno, creadora para quien la maternidad es tema central.
Y mencionamos algunas de las poetas nacidas en los ochenta:
Adriana Schlittler Kausch (1982, Porto Alegre, Brasil, criada en Torremolinos).
Beatriz Ros (Málaga, 1984), artista visual, premio Poesía del IAJ por Amateur (2015).
María Ramos (Almería 1983, criada en Sevilla), autora de Siamesa (El Gaviero, 2015) que arranca: “Nunca anhelé la fertilidad y sin embargo fui madre antes de tiempo. Demasiado pronto, animal obsceno. Niña con una niña dentro. Presiono suavemente la piel de mi vientre, la piel de mi pecho. Cuánto ha sucedido aquí. Cuánto ha sido entregado. Crear una vida. Apagar una vida. Ambos son gestos de amor hacia el hijo, con la diferencia de que, en uno de ellos, la mujer se detiene y piensa en sí misma. No así. No ahora. Egoísta o temeraria. Estúpida. Estúpida. En cualquiera de los casos el sentimiento de culpa se elevará con sus ecos”...
Alejandra Vanessa (Córdoba, 1981), Andalucía Joven de Poesía 2004 por el poemario Colegio de monjas, autora también de Poto y Cabengo (Valparaíso Ediciones, 2015) y de las plaquettes Marilyn quiso ser Marisol (Los Banderines del Zaguán, 2009) y La fiesta de pijamas (Visions of Johanna, 2005) cuyo poema homónimo declara:
Nacidas, pues, para desterrar estereotipos. Para aportar, desde la creatividad, a la lucha colectiva que el 8 de marzo visibiliza contra la brecha salarial y el techo de cristal. Para empoderar la voz de la mitad de la población. Son todas las que están, pero no están todas las que son. Y esa, que es la cara oscura de toda selección, va indisolublemente unida a la faz brillante de que más poetas andaluzas y los poemarios, poemas y versos que andan creando van a salirnos al paso y emocionarnos.