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“Sigo con atención y participo de casi todo lo que dice Íñigo Errejón”

Emulando al número 1 de Podemos, Pablo Iglesias, lo que bien podría calificarse como una “caricia del destino” es entrar a formar parte del interés de un premio Cervantes, ensayista tan preclaro como poeta eximio y narrador luminoso, que a las puertas de sus 90 años, cree que el futuro no es ya más que un “callejón que se estrecha a cada paso”. Sin embargo, para José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926), Íñigo Errejón, portavoz parlamentario y número 2 de la formación morada, dice cosas “de las que participo muchísimo; y me hace estar conectado con la actualidad más inmediata”.

Dando pasos hacia adelante y atrás en el tiempo, con 'La Sevilla de Cervantes' (ensayo reeditado por la Fundación Lara con motivo del IV Centenario de la muerte del autor de El Quijote) como punto de partida y la situación política actual en la meta, charlamos con Caballero Bonald en la ciudad de la Giralda, apenas a unos metros de distancia de la antigua Cárcel Real, donde Miguel de Cervantes estuvo preso y donde se especula, extremo del que duda profundamente el jerezano, que pudo comenzar a pergeñar El Quijote, la obra cumbre de la literatura en español.

¿Entonces no escribió en Sevilla Cervantes las primeras páginas de El Quijote, mientras se encontraba cumpliendo condena en la Cárcel Real?

Yo no lo creo. Es difícil imaginar que en lo que el mismo Cervantes calificó como “la peor jaula del mundo”, con tanta incomodidad, pudiera encontrar reposo para escribir. Sevilla era entonces la gran Babilonia de Occidente, el lugar donde se cometían más excesos de toda Europa y su cárcel era, según todos los escritos, un antro horrible donde lo único que se podía hacer era trabajar por la propia supervivencia. En medio de esa inmundicia maloliente no creo que se pudiera gestar nada.

Celebramos el IV centenario de la muerte de Cervantes, un autor inmenso. Y sin embargo, la conversación nos conduce siempre a El Quijote. ¿Existe la grandeza literaria de Miguel de Cervantes aparte de esa novela?

Ciertamente, Cervantes es 'El Quijote' pero es mucho más. Su propia vida es una aventura inimaginable hoy en día, su azarosa existencia, apresado en Argel, recaudador de impuestos, su dificilísima vida amorosa, las guerras, las batallas, la cárcel... Todo en él es aventura: el genio encubierto de una aparente vulgaridad. Y en cuanto a sus escritos, hay que destacar La Galatea, porque todos los demás, incluido El Quijote, los escribió de viejo. La Galatea es admirable, incluida en un género pastoril muy característico, y con unos sonetos inolvidables. Hace un tiempo estuve preparando una edición especial de la poesía de Cervantes, releyendo toda su obra... Y descubrí unos sonetos ejemplares. Cervantes siempre se quejó de que no era poeta. Y yo no estoy de acuerdo. Además, nadie que no sea un gran poeta hubiera podido escribir El Quijote.

Ahora que habla de relecturas, en su discurso del Cervantes dijo que El Quijote no era para usted una lección, sino una conmoción. ¿Lo sigue experimentando así?

Cervantes me conmueve profundamente: esas huidas imprevistas, zozobras, cautiverios, y las zonas oscuras de su biografía... Tal y como cuenta las cosas, me hace participar con él de todo lo que escribe. Me conmueve su concepción de la libertad y todo lo que flota por encima de su prosa, que es poesía en su sentido más neto.

¿Es Cervantes la máxima expresión del antihéroe?

Absolutamente. Fue un perdedor, un hombre de mala ventura y un poeta por lo común desdeñado. Cervantes fue la antítesis de Lope de Vega, el gran triunfador que se paseaba por Sevilla y por la Corte como un héroe literario con el que nadie se podía comparar. De hecho, consideraba que Cervantes era un pobre hombre y calificaba de “tonto de remate” a todo aquel que quisiera leer El Quijote. Esa altivez de Lope me ha hecho verlo siempre como un personaje verdaderamente antipático.

Usted retrata en 'Sevilla en tiempos de Cervantes' una ciudad en el mejor momento de su historia, donde se forja el carácter y la identidad del sevillano...

(Interrumpe). Yo no creo que el sevillano actual se forjara entonces. Sobre todo porque la forja de un carácter no lleva implícito años, sino siglos... Más bien me parece un producto de la Revolución Industrial, de la Europa del XIX, de los años de la Exposición Iberoamericana del 29....

¿Y no de la Contrarreforma?

Quizás esté asociando usted ese poderío político en el escenario internacional, además del de la Iglesia, para hablar de la imagen que se tiene desde fuera del sevillano un poco insoportable que piensa que vive en el mejor rincón del mundo, que tiene la inmensa suerte de vivir en el paraíso y que, más allá, nada merece mucho la pena. Esa actitud sí me molesta un poco. En Sevilla no se pueden decir cosas como, por ejemplo, que a mí todo ese lío de las cofradías me trae sin cuidado y, si acaso, me incomoda. Esa mirada crítica aquí no se tolera muy bien...

¿Qué opina entonces de esa máxima machadiana que hablaba de “Sevilla sin sevillanos”?

(Risas) Puede ser, jajaja... Ay Machado.... Pero yo me llevo muy bien con Sevilla. Es una ciudad espléndida a pesar de todo.

Después de ganar el Premio Cervantes aún tuvo ocasión de escribir un poemario que vio la luz en 2015, Desaprendizajes, y me acaba de anunciar que tras el verano publicará unas semblanzas literarias... A sus casi 90 años y después de haber anunciado en varias ocasiones que dejaría de escribir, ¿cuál es el momento actual que vive?

Escribir, escribo todos los días, es la forma que he encontrado para mantener viva la cabeza. Lo primero que hago tras el desayuno es encender el ordenador. El nuevo libro lo llevo muy adelantado y trabajo con el impulso que me han dado los dos anteriores, de los que estoy muy satisfecho....

Piensa usted en el futuro entonces...

Pues sí, aunque el futuro es ya un callejón que se estrecha mucho y el pasado es cada vez más amplio.

Si dijo que 'Entreguerras' era casi un libro testamentario, el último... ¿Qué es entonces 'Desaprendizajes'?

Me ha parecido un libro muy necesario, del que estoy también muy satisfecho, porque evita la tentativa de olvidar lo que se ha hecho mal. 'Entreguerras' era un poema río, fluvial, donde cuento muchas cosas de mi vida... Y 'desaprendizajes' es un libro de nombre áspero, casi un insulto, pero desaprender es una operación muy saludable, de revisión, un añadido necesario al testamento que fue 'Entreguerras'.

Dice usted que lo primero que hace por las mañanas es encender... El ordenador! Vargas Llosa comentaba la semana pasada en la presentación de su nueva novela que iba a ser uno de los últimos escritores que van a legar manuscritos. ¿Usted se lleva bien con las tecnologías? ¿Entiende el mundo de hoy?

Yo uso el ordenador como una máquina de escribir avanzada. Por comodidad. Todo lo demás es un invento. Las redes sociales, todo eso de Internet... Ufff... eso no.

Los jóvenes, nativos digitales, viven pegados a la realidad de las nuevas tecnologías, a los 140 caracteres. Pero también la poesía sigue siendo un género tremendamente juvenil. ¿Qué capacidad de supervivencia tiene la poesía siglo tras siglo?

A la poesía no ha podido destronarla nadie ni nada. Ni las invasiones de los bárbaros ni los intentos de dispersión. Es una forma de ser, un hábito vital. Es estar vivo, con los ojos abiertos... La poesía es la máxima temperatura que se puede conseguir manejando el idioma.

En ese estar vivo, con los ojos abiertos, hay también en su poesía un espacio para la rabia, para arremeter contra los desmanes de la sociedad actual. ¿Está atento al momento político actual o le coge ya de regreso?

Me perturba profundamente la situación actual. Ese desorden, esta incertidumbre... No sé a qué nos enfrentamos, ¿a unas nuevas elecciones que no solventan nada? Estamos ante un futuro incierto que me desazona. La acumulación de desórdenes está provocando un agujero difícilmente reparable, se está desordenando el futuro del país.

A usted la aparición de Podemos en la escena política española le pareció muy saludable...

Sí, pero ahora ya en el Parlamento compruebo que no tienen un conocimiento claro de cómo administrar el Estado, están titubeando en ese aspecto. Aún tienen que educarse para ser dirigentes políticos.

Qué pronto se ha desencantado...

Bueno sí, de casi todos... Menos de Íñigo Errejón, al que sigo con atención y participo mucho de todo lo que dice.