José Luis Cuerda: “Casi nadie se enfada si le preguntas, ¿oye, quieres un orgasmo?”

José Luis Cuerda recordó ayer en Málaga cómo fue su iniciación al sexo y eso suele ser algo que da pudor. “En Albacete rompíamos a follar con mucha facilidad”, dijo el director de cine. La Térmica juntó a Cuerda, Manuel Vicent, Ayanta Barilli y David Trueba a hablar sobre “las relaciones convencionales y la identidad de género” y lo que quedó fue un coloquio ágilmente desgobernado por Boris Izaguirre sobre todo lo demás: el sexo, Internet, las redes sociales, la pornografía y, ojo, cuidado, la imagen de Rajoy depilado. “Rajoy depilado es Albert Rivera”, desveló Trueba.

La mesa redonda fue la primera de las dos programadas para el viernes dentro del ciclo Senso 3.0, con el que La Térmica pretende reflexionar (entiéndase: con humor) en torno a la influencia de Internet en las relaciones amorosas. “¿Creéis que nos van a pagar después de esto? Igual la gente ha venido aquí esperando la Revista de Occidente y estamos dando el Diez Minutos”, soltó Cuerda, ingobernable toda la tarde como un guión de Amanece que no es poco. El director se definió como “un firme defensor del orgasmo” y dio razones: “Casi nadie se enfada si le preguntas, ¿oye, quieres un orgasmo?”.

A esto Vicent replicó con antropología. No es que el sexo sea malo, pero hay que andarse con cuidado, vino a decir: “El macho en el momento del orgasmo es sumamente débil. El hecho de que las parejas se escondan para hacer el amor viene de la debilidad del macho, porque puede venir otro y arrearte el garrotazo en la cabeza”. El escritor alertó de que el sexo hace decir tonterías hasta al más pintado, y puso un ejemplo: “Imagínense a Sartre diciendo tonterías”.

Como ya se sabe que hay encuestas para todo, y más si son sobre sexo (hágase la prueba: encontrará miles), David Trueba mencionó una de esas que elabora una ignota universidad y que se viralizan desde los agregadores de noticias: al parecer, los británicos practican menos sexo hoy que hace 20 años, lo que viene a poner sordina a la fanfarria con la que se celebra esta supuesta nueva liberación sexual. “Y creo que en España saldría lo mismo”, añadió.

Sexo con o sin amor

Sobre infidelidades, Ayanta Barilli recordó que el barrio más infiel de España es el madrileño barrio de Salamanca (se desconoce si el dato salió de alguna encuesta), pero dijo algo más importante: “Creo que las mujeres estamos descubriendo ahora el sexo sin amor”. “Pero el sexo sin amor es como un calambre”, replicó Vicent. “¿Y por qué hay que darle al sexo el peso del amor?”, contraargumentó Barilli. Ahí estaba, quizá, el quid de todo el asunto que se discutía ayer.

Que las redes han alterado el panorama no lo duda ni el más analógico. Póngase el caso de Manuel Vicent, un señor que no tiene ordenador y va sin contraseñas por la vida: “Las redes te permiten ser lo que quieras, ser un viejo y disfrazarte de adolescente. Los padres se preocupan mucho de las noches del sábado, pero el peligro es que el adolescente se quede encerrado en su habitación con el Internet. Ahí hay un bosque lleno de locos y el adolescente está a merced de la maldad de este puto planeta”.

Para Trueba, la red sólo ha proporcionado el medio: “Las neurosis esenciales se mantienen y las redes juegan con ellas. Por ejemplo: ¿cómo voy a estar siempre con esta persona habiendo tantas? Y entonces surge Ashley Madison. Pero la neurosis persiste”. Internet ha cambiado también el acceso a la pornografía, que ha pasado de la “contemplativa” de las revistas a la normalización de prácticas más, digamos, extremas: “La pornografía no es educación, es fantasía. Si con 11 años te masturbas viendo bukkakes y fistfuckings tu cerebro irá en otras dimensiones”.

Al final fue Vicent, el hombre que vive sin contraseñas, quien predijo el futuro: “En el futuro, la playa desierta a la que se aspiraba antes serán los sitios donde no haya cobertura. Espacios limpios donde no te pueda alcanzar nadie. En esta vida si has venido a mandar, el móvil es diabólico; pero si has venido a obedecer, es peor todavía”.